martes, enero 21, 2014

Si te hablo de muerte, escógela poética-(Sexenio-Puebla 14/01/14)

¿Cómo se enfrenta la muerte de un padre? ¿Cómo superar la orfandad paternal? Son algunas de las preguntas que seguramente se hizo Carlos Azar Manzur al concebir su poemario: El círculo de la presencia (Elefanta editorial, 2013).

El lector que se enfrente al poemario de Carlos Azar será parte de una vieja tradición poética: escribir ante la pérdida de un ser querido; lo han hecho poetas como Jaime Sabines o Juan Eduardo Cirlot. De igual forma, participará en dos diálogos poéticos: el primero de ellos rememora el cómo Héctor Azar afrontó la muerte de su padre; y el segundo plano conversacional sería el que guarda todo este poemario con el sentimiento de desabrigo que deja en Carlos Azar la desaparición de su padre. Por otro lado, El círculo de la presencia tiene en Mortus plango, vivos voco de Jonathan Harvey y en Gerard Griséy la clave secreta del cómo concibió la estructura del poemario: una escala cromática, en lamento; compuesta por 3 poemas largos, 2 cortos y 1 epílogo. Este poemario -señala su autor- está conformado por tres elegías que concentran tres puntos de vista: la confusión ante la muerte del padre, la imprecisión sobre la vida del hijo y una suerte de conversación con la obra de Harvey, un tipo de contestación poética.

El círculo de la presencia es la metáfora de la búsqueda que significa responder: quiénes somos y qué hacemos aquí; un eventual eterno retorno.

Aquí la poesía recupera su origen intimista, donde el autor ha elegido compartirnos lo que le duele buscando, quizá, un remanso, una cura; porque la poesía purifica. Y a pesar de ser doloroso, también otorgar una serie de certezas sobre el sentido que tiene el acto de vivir y también el de escribir.


El círculo de la presencia como una fórmula para afrontar -de la forma más bella posible- la muerte de un padre.

Palou y su re-invención narrativa-(Sexenio-Puebla 07/01/14)

Cuando uno aspira a practicar la tarea de reseñista; la lectura -a veces­- pasa de ser un disfrute o pasatiempo, para convertirse en una labor u oficio.

Hace más de un año tuve un breve lapsus de estrés-depresión y decidí dar un giro rotundo a las cosas. De repente, uno pierde el disfrute de las buenas cosas y se termina por ensimismarse en una rutina. Leer y escribir mi columna era eso. Luego, era necesario encontrar un nivel entre las novedades que las editoriales me ofrecen y las deudas literarias con los amigos escritores. Poco a poco he ido pagando algunas de esas deudas.

El año 2013 lo cerré leyendo algunas de mis deudas literarias, una de estas es comentar la novela más reciente de Pedro Ángel Palou: La amante del ghetto.
La narrativa de Palou tuvo un parteaguas a partir de la escritura de su trilogía “sacrificios históricos”; encontró el vaso comunicante entre su oficio de escritor y el gusto por la historia (herencia viva de su Padre). Trilogía que realizó antes de abandonar tierras mexicanas, para encontrar residencia en Francia y posteriormente en Estados Unidos. El contacto con las academias francesas y norteamericanas le ofreció una evolución a su proceso creativo.

El dinero del diablo, Pobre patria mía y El impostor son tres novelas en las que Palou logró combinar lo alcanzado en dicha trilogía: reconstrucción y resignificación de personajes históricos, así como mezclar con exactitud la ficción y el rigor histórico, otorgándole la verosimilitud necesaria.

Posteriormente vino su pasión por las series de canales de paga o circuito cerrado y con ello la búsqueda de nuevas estructuras narrativas.

La amante del ghetto es el resultado de este mar de aprendizajes, de esta serie de evoluciones narrativas.

A lo largo de 216 páginas, Palou cuenta la historia de Zofía Nowak (excantante en Varsovia y sobreviviente de Auschwitz) perteneciente a los Nokim; quienes cazan a los oficiales nazis, como una suerte de venganza. La persecución ejercida por Zofía  a un ex–oficial nazi, la lleva a París en donde se realizará la Semana de la Moda y aquí se dará a conocer Christian Dior.

Palou construye un excelente universo narrativo -ambientando en 1947-, donde la Historia, la moda, el amor, el espionaje y la ficción conviven a la perfección. Aunado esto, la gran precisión para entregar al lector una Zofía Nowak que enamora, que atrapa y que es -sin duda- la columna que sostiene a toda la novela.


La amante del ghetto como la novela que demuestra la capacidad re-inventiva que tiene Palou en su narrativa.