martes, abril 16, 2013

El pájaro que votáis (Diario Milenio/Opinión 15/04/13)


En primer plano, los dos hombres de guayabera blanca y transparente se abrazan en mitad del mausoleo. Uno de ellos, el futbolista Diego Maradona, sumerge media cara —ojos cerrados, labios contraídos— en el pecho del otro, el presidente Nicolás Maduro, que a su vez lo conforta con la cabeza gacha y una expresión entre contrita y paternal.
Sobresalen las manos protectoras del político, posadas sobre torso y brazo del goleador, así como los dos enormes diamantes que le engalanan el lóbulo izquierdo. Parecería el retorno del nieto pródigo, contrito y pequeñito bajo la humanidad del hijo gigantón del Padre Hugo. Todo lo cual se mira harto confuso, si aparecen también, a espaldas de Maduro, unas gafas prensadas por La Mano de Dios. ¿O será el Niño Dios, ya en el Contexto Histórico?
Unos metros atrás de M. y M., más tiesos que la plancha de mármol a su izquierda, dos soldaditos miran fijo hacia el frente sin hacer foco más que en su deber, por lo menos delante de la cámara que ya capta su elegancia estridente: pluma roja en el quepis a juego con casaca corta coronada por vivos dorados y toda una parrilla de charreteras de oro, diez en total.
Al fondo, sobre un nicho empotrado en la pared, la escena es bendecida por una estatua negra de Simón Bolívar con el sable recién salido de la vaina, protegiendo quizás la plancha del difunto, y a pocos metros de ella salta a la vista un cuadro del Libertador que parece observar de reojo el abrazo. Una expresión en tal manera ambigua que se presta a que la malicia popular le adjudique comentarios del tipo ¡Cuéntale del pajarito! Que es lo que yo diría, con la pena, si me pudiese ver así abusado: convertido en el copyright de un copyright, santo detrás del santo que está atrás del santón.
Seguimos Tu Ejemplo De Lealtad al Pueblo a La Patria y a La Matria (sic), predicó hace unos días Nicolás Maduro en su cuenta de Twitter, con la mirada puesta en su Padre Celestial, que a decir suyo está a un lado del Nuestro y desde allá seguro le aconseja que sea generoso con las mayúsculas y no olvide que el alma de un gran patriota no cabe en un matriota de segunda, si servir a la Matria es honrar a la Patria, y viceversa.
Suena bonito, al fin, quién no quisiera ver al santoral invadido por Noelias, Reinas Magas y Conejitas de Pascua, con permiso del Santo Padre Iglesio y su Señora, pero igual no parece suficiente. Bastaría con elevar el ángulo y leer el remate del epitafio de Hugo Chávez Frías sobre la enorme plancha de mármol: ¡¡¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!!!
A ver, díganle que no. Mayúsculas totales con triple interjección. Así se dan las órdenes, especialmente si éstas vienen del otro mundo y pretenden llegar más allá del Cuartel de la Montaña, que es donde está ubicado el mausoleo y es mejor conocido como el 4-F, en memoria del golpe militar orquestado por Chávez y los suyos en el ’92. Una cosa, no obstante, es que te falle el Putsch y otra muy diferente que se te atore el Kitsch.
“Si me toca ir a la oposición”, ha afirmado Maduro con más zalamería que originalidad, “iré a una oposición de amor”. Palabras poco menos que desobedientes en quien va por la vida de heredero moral de un militar afecto al cuartelazo cuyo restos reposan justo en ese museo donde se conmemora su intentona. Palabras más probables, por ejemplo, en el Tin Tan de La marca del zorrillo que en el sucesor de un bravucón mayor. Palabras de ésas que hacen llorar, aunque no pocas veces sea de risa.
“Salgan a votar y exímanse de comentarios desestabilizadores”, ha amenazado Diego Molero, ministro de la Defensa, a los opositores entusiastas, tras aclarar en plena víspera de elecciones que él los llama “fascistas”. Es decir, los respeta con desprecio, condicionadamente, como toca al gendarme preservarle la vida al antimatriota. “Exímanse”, repite, pescado ya del lapsus dominguero que acabará de ponerlo en ridículo. Exímenos, Señor, de la autoeximición.
Y es que ni modo de pedir “absténganse”, hay que ver las que pasa el que amenaza para aspirar a ser obedecido. He ahí lo que le falla al hombre que dialoga con su pajarito. No logro imaginar a un alto militar bolivariano atendiendo a las órdenes de un pájaro nalgón, por más fuerte que grite el pajarero. ¿Por qué no vino un cóndor, un pavorreal, un pterodáctilo de gran tamaño? ¿Por qué no puso huevos, cuando menos? Ya puedo oír al hijo iluminado de regreso en su casa: “Vino a verme La Mano de Dios. Ya me enseñó a agarrar el pajarito.”

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