miércoles, octubre 17, 2012

La pureza del fútbol (Sexenio-Puebla 03/10/12)


Muchos pensarían que el fútbol es para verse, jamás para leerse.

Sin embargo, existen muchos libros que abordan al fútbol desde distintas perspectivas. Ya sean cuentos, crónicas, biografías o ensayos completamente literarios y algunos con tendencias filosóficas. Entre esa inmensidad están: Dios es redondo y Los once de la tribu de Juan Villoro; El fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano, así como la colección El futbolista perteneciente a la editorial Ficticia; donde destacan: ¿Y dónde está el fútbol de Ángel Cappa; También el último minuto cuenta, antología de cuentos coordinada por Marcial Fernández y Guantes blancos, las redes del fútbol de Félix Fernández (por muchos años portero del Atlante).

Recientemente la editorial Capitán Swing publicó Fútbol. Dinámica de lo impensado del argentino Dante Panzeri. Libro que ha llegado a México a través de la editorial Sexto Piso.

Fútbol. Dinámica de lo impensado es un ensayo con grandes líneas literarias donde Panzeri analiza el fútbol de cabo a rabo, no deja cabos sueltos. Estrategias, formación de futbolistas, influencia en la sociedad, afectación del dinero y medios de comunicación en su desarrollo, así como una clara explicación del papel que juegan jugadores, directores técnicos y directivos dentro de un equipo.

A pesar de haber sido publicado hace 45 años, las palabras de Panzeri siguen conservando una vigencia sorprendente.

Sin haber conocido a jugadores como Messi o a equipos como el actual Barcelona; Panzeri hablaba de un fútbol donde sólo hay dos formas de jugarlo: bien o mal. Aunque, a veces, el equipo que peor juega puede ganar; esta extraña combinación hace que el fútbol sea impensado, impredecible. Una de críticas que hace Panzeri es la excesiva tecnicidad en el juego -esta terquedad por tener un guion-, ya que convierten al deporte en algo aburrido y sin emociones. En el fútbol defendido por Panzeri, el DT sólo puede influenciar un 5 por ciento en la cancha y tiene más bien el papel de un orientador, un animador, porque la magia y los resultados corren a cargo de los jugadores. La mayor responsabilidad de un DT es a la hora de elegir qué jugadores formarán parte de su grupo, pues el éxito vendrá al conjugarse talento con armonía o compañerismo.

Panzeri afirma que no existe fútbol antiguo y moderno, se sigue jugando igual y los marcadores varían gracias a la existencia de jugadores capaces de saltarse cualquier guion y echarse el equipo a los hombros. Dicho de otra forma: tener amor a la camiseta y la profesión.

Fútbol. Dinámica de lo impensado debe ser una lectura obligada para futbolistas, técnicos, periodistas del medio y aficionados; pues ayudarán a tener una distinta y mejor visión del fútbol en su más fina pureza. 

¿Eres post-exótico? (Diario Milenio/Opinión 16/10/12)


Antoine Volodine es uno de los sobrenombres (¿heterónimos anónimos?) que utiliza un escritor francés nacido en Chalon-sur-Saône, en 1950. Aunque en 1987 ganó el Grand Prix de la Science-Fiction Française.y aunque sus primeras novelas fueron publicadas en la Colección Présence du Futur de ediciones Deneöl—una editorial conocida por su apego a la ciencia ficción—en alguna entrevista Volodine declaró, más como una puntada que como un plan trabajo o una ceñida interpretación teórica, que sus libros eran, más bien, post-exóticos. El término, que mundialmente es de alguna manera fácil asociar a lo que Edward Said definió de manera crítica como orientalismo, pronto se convirtió en el libro que le publicó Gallimard en 1998: Le post-exotisme en dix leçons, leçcon onze [El post-exotismo en diez lecciones, lección once].
Lejos de la redacción ordenada del tratado literario o la abrupta rapidez del manifiesto, el post-exotismo de Volodine encarna muchas de las características que definen su escritura, convirtiéndolo en una especie de performance de ideas. Si la escritura post-exótica es, sobre todo, una práctica carcelaria que, por no olvidar nunca la presencia del enemigo, se fragua en un lenguaje aparentemente similar al que usa la autoridad pero siempre, puesto que lo que intenta en última instancia es escapar, aludiendo a otra cosa, entonces El post-exotismo es, en sí mismo, un buen ejemplo de la escritura post-exótica. Aunque en el libro sobre post-exotismo hay unos diez nombres de porta-palabras en la lista de ejemplos de autores post-exóticos, y uno de ellos es, sin duda, Antoine Volodine, es obvio que se trata de una lista “voluntariamente errónea e incompleta”. Un personaje, Lutz Bassaman, encarcelado desde hace unos 30 años, está a cargo de iniciar la rumia. De celda en celda y solo de y para los encarcelados, la escritura post-exótica es siempre una escritura, luego entonces, contra el poder, especialmente el poder capitalista, y sus “ignominias sin nombre”. Disidente de entrada, refractaria por naturaleza, presa de una extraña sensibilidad extranjera, la literatura post-exótica se relaciona con cierto “chamanismo revolucionario” y con prácticas escriturales que se diseminan oralmente, ya sea aprendidas de memoria o ya recitadas en voz alta el acto, puesto que en el encierro es difícil conseguir papel o acceso a tecnologías más avanzadas. Fabuladora o neo-fabulista, sin preocuparse por los límites estrictos entre la fantasía y el realismo, la escritura post-exótica preserva la memoria de los que tienen contacto con ella, que son quienes en realidad la hacen. Tal vez por eso es que entre el narrador y los personajes, entre la primera y las otras personas de las conjugaciones verbales, no hay más separación que “el espesor de un papel de cigarrillo”. Sin ninguna preocupación por la expansión o por el mercado, la escritura post-exótica es, además, para los encarcelados, para su memoria y para su eventual liberación.
Aunque solo se cuentan tres o cuatro obras en la historia de la literatura post-exótica, y una de ellas es Des Anges Mineurs de Maria Clementi (aunque éste sea el título que Antoni Volodine publicó en 1999 con Editions du Suil, cuya traducción al español es Ángeles Menores, publicado por la editorial Berenica en 2008), existen ya, al menos, tres géneros reconocidos dentro del post-exotismo: shagga, romance, y nouvelle o entrevoute. Habrá oportunidad de discurrir sobre cada una de estas formas en el futuro próximo, pero por ahora, si lo que le interesa es saber si usted es o ha sido un post-exótico, o si ha estado en contacto ya con lecturas post-exóticas, van las siguientes preguntas.
¿Tiene la impresión que hay un lazo de sangre entre las obras que lee, ya sea por los temas que tocan —desesperanza extrema, un principio de agresividad, la hipótesis del no-retorno, la animalidad de la experiencia humana y viceversa—o ya porque, aunque las anécdotas sean independientes, vibran al unísono con el resto de la producción carcelaria? Entonces ha estado en contacto con una obra post-exótica.
¿Ha leído libros en los que, seducido por el mutismo o la reflexión autista, el narrador busca, a toda costa, desaparecer o por lo menos esconderse en subnarradores o alternarradores de la trama? Ha leído, luego entonces, una obra post-exótica.
¿Los libros que lee confunden o trastocan a los opuestos (el pasado es el presente, por ejemplo, la inmovilidad es movimiento, el autor es un personaje de la obra, el sueño es realidad, el silencio es palabra) como si siguieran a pie juntillas una lógica de no oposición de los contrarios? Se trataba de una obra post-exótica, en efecto.
¿Aunque plagados de riesgos formales, los libros que ha leído se comportan con suma discreción en lo que respecta a sus propuestas estilísticas? Seguramente ha sido tocado, sí, por el post-exotismo.
¿Lee esos libros en copias clandestinas o a través de los murmullos que logran trasminarse por las paredes de su celda? Se trata, sin duda, de una obra diseminada post-exóticamente.
¿Cómo si se encontrara en medio de un interrogatorio policiaco, en los libros que lee los nombres y las acciones aparecen encriptadas en una narración que, para tratar de esquivar a la autoridad, se aleja de las exigencias lógicas de la ficción, tal vez hablando mucho solo para ganar tiempo o tal vez siempre hablando de otra cosa? Características de la escritura post-exótica, en efecto.
¿Se siente excluido (si no está en una celda de la cárcel) de los libros que lee? Está usted leyendo, sin duda, una obra post-exótica. Por otra parte, ¿sabe con certeza inaudita que la obra fue escrita para usted—usted, sí, que está encerrado en una celda del sistema carcelario—o incluso, eso es lo que empieza a sospechar, tiene la sensación de que la obra fue escrita por usted? Usted es un post-exótico. No hay remedio.

'¡Santos inocentes, Batman!' (Diario Milenio/Opinión 15/10/12)


Hasta el día en que supe la verdad, tenía a  aquella novela por obra maestra. Perengano, su autor, no había escrito otro libro de ese nivel, de ahí que me gustara imaginarlo relatando esa historia extrañísima en estado febril, recibiendo la luz igual que un bodhisattva y esparciéndola como un bonzo en llamas. Una imagen romántica que me ayudaba a creer en La Obra Maestra como una suerte de revelación súbita, cuyo origen sagrado estaría a la vista de los buenos instintos.
Conocí años después al que había sido editor de Perengano, justo cuando escribió el novelón de marras. Como yo le insistiera en conocer detalles del proceso, me confesó que había sido un coñazo. Más habituado al periodismo que a la literatura, Perengano debió pasarse un par de años puliendo el manuscrito, hasta que el editor aceptó publicarlo. ¿Por qué lo rechazaba? Nada, por descuidado. Le faltaba trabajo. Transpiración, antes que inspiración. Imaginé al autor igual que a un operario cuyo patrón escéptico lo hace engrasar diez veces el mismo gozne, y en lugar de admirarle la paciencia experimenté cierta decepción mística. Como si mis papás recién me revelaran que el ratón de los dientes nunca existió.
¿Hay lugar en las obras maestras para la mano negra? ¿Debería el autor rechazar la opinión más sensata, en el sagrado nombre de La Obra? ¿Pierde algo la novela si acaso en su factura intervino el buen juicio de un tercero? ¿Es Perengano un mercantilista porque da voz y voto a aquéllos cuya misión consiste en transformar la obra en mercancía? ¿Por qué a los exquisitos se les pone la carne de gallina de sólo imaginar esa mudanza? ¿Es el código de barras enemigo mortal de la literatura? ¿Debería Perengano conservarse tan puro como a algunos románticos les gusta imaginarlo?
Lo cierto es que el efecto desacralizador de los datos prosaicos termina por echar luz sobre lo evidente. Y lo evidente asusta, más todavía cuando uno prefería lo inverosímil. Fue otro editor quien me contó de la llamada de Zutano, un autor conocido y respetado en Iberoamérica por sus posturas irreverentes y contestatarias, especialmente crítico de la corrupción. Resulta que Zutano tenía nueva novela y la juzgaba lista para ser premiada y publicada. ¿Sería que Zutano era un gran optimista?
“Me vas a perdonar, pero yo necesito ciertas garantías”, había reculado la novelista Mengana, varios meses atrás, nada más enterarse que su editor se negaba a comprometer a su favor el premio literario del año siguiente. ¡Y ahora venía Zutano con la misma exigencia! ¿Él, que allá en sus columnas periodísticas tronaba el chicotito contra los políticos y sus negociaciones vergonzantes, esperaba ganarse un premio literario internacional a partir de una farsa concertada? ¿No le daba ni tantita vergüenza instrumentar un fraude cuyo efecto inmediato sería encajar a cientos de autores concursantes un cuchillo traidor a media espalda? ¿Cómo llamar a ese crimen gremial?
Lo más raro de todo no sería que Mengana y Zutano hicieran semejantes propuestas abusivas, sino verlos al cabo de unos meses en todos los periódicos, cada uno celebrando un sorprendente premio a su novela. ¿O debería decir que una y otro cargados de garantías? ¿Qué dirían del jurado, cuando les preguntaran? ¿Qué pensarán si saben de una mejor novela que también concursó, aunque no compitiera, en realidad? ¿Y no sabían Zutano y Mengana, tanto como sus rozagantes editores, que el fruto del chanchullo sería no solamente muchos libros vendidos, sino encima una dosis de público respeto? ¿Cómo no iban a ser tremendos optimistas, si ya eran excelentes negociadores? No faltaría quien los imaginara recibiendo la luz de las alturas para crear La Obra Maestra, ni quien después de un rato de leerlas se aburriera y culpara a su poca cultura. ¿Quién osaría dudar de tan grandes y aplaudidos autores?
Vuelvo a aquella novela de Perengano. No he pasado de la página veinte y ya siento que vuelo a lomos de sus párrafos. Francamente, me importa un cacahuate si al siempre negligente Perengano hubo de iluminarlo su mujer, su editor o su recamarera, el libro es estupendo, fascinante, y celebro que tanto lo acicalasen antes de convertirlo en mercancía y hacer posible su llegada a mis manos. Lo cual está muy mal, según sentencia una reciente entrega periodística de la aguda Mengana, para quien el mercado no tiene más propósito que acabar con La Obra. Zutano, por su parte, recién ha desvelado en su columna los abstrusos manejos de algunos mercaderes de la cultura. Sarcásticos, filosos, uno y otra tiemblan de indignación por sendos sacrilegios cotidianos. Asumo que compiten en secreto a ver quién de los dos se aguanta más la risa.