sábado, junio 09, 2012

8 de Junio de 2012-Día 3


Puebla de las festividades, México de las fritangas. Qué sería de este país sin sus fritangas, sin sus fiestas populares y comelonas, so pretexto de festejos religiosos. No sería México.
Aprovechando la cercanía del museo con los puestos instalados, pasé a buscar una Lola (muñeca que se venden en estos festejos) para mi Dulce, aproveché para degustar otro hot-cake y no podía dejar pasar mi visita sin una exquisita orden de chalupas. Esas chalupas con cebolla, carne de res y una salsa repartida cual bendición sacerdotal, sin saber si es roja o verde, o ambas; dixit Eduardo Zárate.
La mañana no importa, porque no fue relevante. Completamente rutinaria. A veces mi vida se vuelve kafkiana, a mi no me acusan de nada; pero trabajo para un sistema cultural, sin saber –exactamente- a dónde se va esa cultura. A veces dudo que la palabra cultura exista en Puebla. Algunos amigos escritores, aseguran que se fue cuando Palou dejo la Secretaría de Cultura. La cultura sigue, lo que no está es la gente capacitada para efectuar los programas adecuados y los que sí tenemos esa capacidad, estamos atorados, dependiendo de si algún día habrá presupuesto. Qué pena.
Abandonar el estado de confort, dicen que es mi miedo. Pero duele abandonar un sueño, debido a obstáculos tontos. Quien me conoce, sabrá que ese sueño lo vengo persiguiendo desde hace 5 años, al menos. Ya perdí el sueño del fútbol. Aún no me resigno a perder el sueño de aportar un grano de arena importante a la cultura de Puebla.
Escribo esto y me acuerdo de la letra de Manzanero, entonada por El Tri de Lora: ¿Quién da un peso por mis sueños? Hay otra más tierna, es de Silvio Rodríguez: En busca de un sueño. El sueño es natural de la juventud. Los adultos en su inmensa mayoría, renuncian a los sueños y se aferran a una pobre realidad. Yo no quiero eso.
Estar con Dulce, escritor y gestor cultural, es el sueño más grande; lograr conjuntarlos sin violentar la realidad de nadie.
¿Qué es la vida sin la posibilidad de soñar, Dulce?
Parodiando a Sabina, yo no quiero 14 de febreros, lo que quiero es soñar juntos y de la mano.
Trazar camino, en tu ausencia es la meta. 

viernes, junio 08, 2012

7 de Junio de 2012-Día 2 (Diario de espera)


Puebla de los ángeles, bien podría llamarse: Puebla del clima cambiante. Amanece fresco, continua caluroso y termina casi lluvioso.

Hoy ha existido más comunicación con Dulce, pareciera que ella estaba en su casa y yo en mi trabajo, quizá eso me hizo extrañarla menos que ayer. Sin embargo, su abrazo hace falta para darle sentido al día.

Caminar, este jueves, por las calles aledañas al Museo Casa de Alfeñique, me hizo rememorar a Dulce, pues están llenas de los puestos que festejan el día de las mulas y los gorditos: el jueves de corpus. A Dulce le gusta mucho esa festividad y le encanta comprar las muñequitas que venden.

He desayunado un hot-cake con crema lechera y chispitas de chocolate. Por la tarde, en compañía de Lalo (amigo del museo) he comido unas exquisitas chalupas.

He platicado con ella, por la noche. La tecnología hace magia, por eso me gusta. Aliviana las distancias.

A punto de terminar la novela Los living de Caparrós. Es una novela deslumbrante. Entretenida. Un gran descubrimiento en mi mapa literario personal.

En la sala de espera, hay muchos libros para continuar las reseñas. Todos se me antojan, algunos son nuevos para mí; otros son conversaciones con amigos.

Fuga en mí menor (Diario Milenio/Opinión 05/06/12)


[Texto para la presentación de
la novela Fuga en mí menor, de Sandra Lorenzano
(Tusquets, 2012). FeriaLibroTj2012]

Del latín Fuga. 1. f. Huida apresurada: “Le gustó. Si algún día escribiera sus memorias, ése sería el título que les pondría: Fuga en mí menor. Una fuga que había convertido en real el día que decidió bajar de la ciudad e instalarse en esta playa helada”. 2. f Abandono inesperado del domicilio familiar o del ambiente habitual. “Mercedes tenía un poco de razón cuando se lo decía. Él por supuesto lo negaba. La idea de fuga tenía algo de huída que no quería reconocer frente a ella. Llevaban un tiempo separados cuando él se instaló en este caserío frente al mar, pero seguían manteniendo una relación tan cercana como cuando estaban juntos”. 3. f. Momento de mayor fuerza o intensidad de una acción, de un ejercicio. “O, mejor dicho, la relación se volvió mucho mejor. Estaba claro que cada uno necesitaba su propio espacio. Y a él la convivencia sólo se le antojaba a ratos. ¿Pero cómo encontrar el deseo dentro de sí si no se aislaba, si no cortaba con esa cotidianeidad demasiado ruidosa, demasiado hablada? ¿Si no se fugaba? 5. f. Mús. Composición que gira sobre un tema y su contrapunto, repetidos con cierto artificio por diferentes tonos.

¿Se puede tener nostalgia de un desconocido?
Si la palabra mí no llevara el acento sobre la i, el título de esta novela nos invitaría a pensar de manera preponderante, o quizá hasta exclusiva, en tópicos musicales. Pero la palabra mí está acentuada y ese acento hace que la fuga se muestre con la plétora de significados que le atribuye la Real Academia de la Lengua. Pronombre personal. Objeto indirecto. Tilde monumental.

¿Acaso hay algo más doloroso que una canción de cuna que se vuelve marcha fúnebre?
Se trata, pues, de una huida, pero hacia adentro. Se trata de una fuga, en efecto, pero de una fuga tanto en términos de contenido como de forma. Todo se va. Hay un ritmo con el que suceden las cosas. Una definición básica de la fuga señala que la caracteriza “el uso de la polifonía vertebrada por el contrapunto entre varias voces o líneas instrumentales (de igual importancia) basado en la imitación o reiteración de melodías en diferentes tonalidades y en el desarrollo estructurado de los temas expuestos”. La novela que Sandra Lorenzano publica con Tusquets en esta primavera maravillosa, se deja guiar por un principio similar: la polifonía, el contrapunto y la reiteración cumplen aquí la función de acicatear la memoria. Engatuzarla. Tenerla aquí.

¿Pero una marcha fúnebre a los cinco años?
Se trata de Leo, el compositor que camina por la playa fría, atosigado por el bloquea creativo y seguido de cerca por un perro amarillo. Se trata, en realidad, de la memoria de Leo —esa mancha o, más exactamente, esa sombra en una fotografía que lo une, de maneras totales a lo largo de una vida entera, a un padre ya por muchos años desaparecido. El padre muerto. La guerra. Se trata, sobre todo, de la estructura, en este caso musical, que permite el ir y venir de la memoria, su invocación constante y la reticencia de sus tiempos. Se trata, en el fondo, también, ¿por qué no?, del silencio.

Una vibración distante, muy distante, es lo primero que aparece.

Tal vez ningún tema sea tan relevante dentro de la obra de Sandra Lorenzano, que incluye prosa y la poesía, novela y ensayo, como el de la memoria. Si la mirada del migrante o el exiliado no descansa nunca —y de eso Sandra, quien dejó la Argentina hace ya bastantes años, sabe mucho—, tampoco lo hace la memoria. En estado constante de alerta, dispuesta a crearse a sí misma a la menor provocación, la memoria avanza y retrocede al mismo tiempo. El contrapunto. La polifonía. La reiteración. No por nada nos asegura cierta escuela del psicoanálisis que donde hay memoria hay ficción. Inevitablemente. Ahí van a caer, como en el pozo encantado de los cuentos, lo que pudo haber pasado, lo que tal vez no, lo que quizá, lo que nunca. Leo, el músico, recuerda, o mejor dicho, acosa un recuerdo que es una sombra casi de la misma manera en que acomete su trabajo como creador. La polifonía, sí. Y se sirve, para ello, de la calidez de ciertas charlas masculinas, por ejemplo entre un músico y un lutier. El contrapunto, tal vez. O de las cartas que alcanzan uno y otro lado de la familia. O las fotografías que intercambian, llenos de complicidad, un padre y un hijo. Así se van tendiendo las redes. La reiteración.

¿Quiénes fueron esos jóvenes que una tarde de verano se tomaron una foto para un futuro que no imaginaron?
Contar una historia que quiere ser contada lo podemos hacer casi todos. Se precisa, sin embargo, de la paciencia amorosa del orfebre, para vérselas con las historias que se resisten a la narración. La memoria, a veces, es así. Acaso por ello, en esta ocasión, Sandra Lorenzano haya recurrido a la forma de la fuga —una estructura musical— para merodear por sus linderos y sacarle su jugo más secreto y hacerla, si no hablar propiamente, por lo menor murmurar. El tono bajo. El volumen de las confesiones más íntimas: el momento en que la Historia se deshace de la mayúscula y se vuelve hacia las cosas diminutas. El momento en que el tiempo nos toca. Esa fuga en mí. ¿Y quién no se ha perdido, y luego encontrado, tantas veces o algunas veces, justo ahí?

La ortopedia democrática (Diario Milenio/Opinión 04/06/12)


No había ni empezado a desayunar cuando llegaron los comisarios. Buenos días, compañero, me saludó el más alto, ceremoniosamente, somos del Comité Democratizador y venimos a hacer nuestro trabajo. ¿Su trabajo, en mi casa?, respingué, sorprendido. No en su domicilio, ciudadano, repuso el otro, pero sí en su columna semanal. Disponíame a darles con la puerta en las napias cuando el grandote, que por lo visto era el de más jerarquía, adelantó una bota y me empujó hacia adentro. Usted perdonará, hizo al cabo una mueca de falsa contrición, pero es que aquí el reporte dice que su columna todavía no ha sido democratizada.

No puede ser, refunfuñé entre dientes mientras los invasores sacaban mis cajones uno a uno, tiene que ser un sueño. ¡Exactamente!, replicaron los dos al unísono, este proceso es parte de la realización del sueño de nuestro pueblo. ¿O sea que ustedes vienen de un pueblo dormido?, pretendí ironizar, y por toda respuesta me cayeron encima dos miradas glaciales. Por lo visto, es el típico priista, disparó el segundón, con una sonrisilla de triunfo repentino. ¿Que yo soy qué?, salté no solamente por el acicate, sino también de ver que ya su superior tomaba posesión de la libreta donde había vaciado unas cuantas ideas para mi artículo.

¿Quién es el “amlosaurio”, ciudadano?, alzó una ceja el de la voz cantante, con la satisfacción del sabueso que se ha topado al fin con la primera pista. ¿Pues quién va a ser?, sonreí, con tacto de elefante, ¿prefiere que le diga pejedáctilo? Contra lo que esperaba, el otro se sonrió. ¿Ya ves lo que te digo?, le dio un codazo al jefe, a los priistas yo los huelo desde lejos. ¿Me está llamando priista?, reaccioné ya muy tarde para clamar estupefacción, de modo que solté una leve carcajada. Así son los priistas, acotó comprensivo el superior, meneando la cabeza, todos iguales.

Mire usted, compañero, levantó la libreta el jefe y la puso delante de mis ojos, esto que puso aquí es antidemocrático. No me diga, pretendí desafiarlo, ¿eso es según usted o sus superiores? ¡Esto es según el pueblo, ciudadano!, intervino vehemente el achichincle, como si me escupiera algún insulto. ¿O sea que han venido a censurarme?, reaccioné al fin, mientras le arrebataba al jefe mi libreta y encontraba la hoja con mis apuntes constelada de enmiendas y tachones. A censurarlo no, matizó el de la voz, hemos venido a de-mo-cra-ti-zar-lo, y de una vez entienda que no vamos a irnos hasta que su columna quede perfectamente en regla. ¿Y usted cree que alguien va a querer leer una columna en esas condiciones?, carraspeé, según yo cargado de razón, aunque ya comprendiera que a los ojos de aquellos comisarios no había más razones que las suyas. Es decir, las del pueblo, que a ojos de sus pastores tiene un solo cerebro y se expresa al unísono y jamás se equivoca, sólo eso nos faltaba.

No menosprecie al pueblo, compañero, me aleccionó el grandote, palmeándome la espalda como quien habla con un hijo descarriado, es por su bien, venimos a ayudarle. Nadie quiere cambiarle el estilo, todo está en corregir sus equivocaciones. ¡No me diga, qué atentos!, eché de nuevo mano del sarcasmo, pero él siguió adelante sin acusar reacción. Mire aquí, por ejemplo, había un par de errores y ya le hice el favor de enmendárselos. ¿“Peñasaurio”? ¿“Chepináctila”?, leí sus correcciones en voz alta, ¿no quiere de una vez firmar mi columna?

Véalo de este modo, compañero, nosotros entendemos que usted se equivocó, pero vamos a darle la oportunidad de corregir el rumbo y enmendar su pasado priista. ¿Mi pasado priista?, me asombré al comprobar que el tipo no se había mordido la lengua. Entienda, ciudadano, repuso el achichincle, priista es todo aquel que está en contra del pueblo, que es el caso de usted. ¿Debo entender que el pueblo son ustedes?, respingué. Somos sus más humildes servidores, respondieron los dos, otra vez al unísono, tras lo cual me invitaron a iniciar la escritura del artículo bajo su vigilancia demo+cratizadora.

Puede usar las palabras que le gusten, me palmeó el hombro el jefe, pero eso sí: que sean democráticas. ¿Cuáles son las palabras antidemocráticas?, vacilé, ya delante del teclado. Muy fácil, ciudadano, espetó el otro, las de los enemigos del pueblo. ¿Es decir, los de ustedes?, inquirí. Córrale, compañero, me apremió el jefe, casi amigablemente, y mejor ni rezongue, que se le va a hacer tarde con ese artículo. Y aquí estoy, sin palabras, haciendo esfuerzos vanos por democratizarme.

jueves, junio 07, 2012

6 de Junio de 2012-Día 1 (Diario de Espera)


En los aires del Df, por donde caminé un rato, a cierta hora del día, un avión violentó sus aires. Uno de ellos llevaba a Dulce. Estar en Df, compartir un rato con amistades de la adolescencia y universidad, reencontrarme con Volpi y Palou; me ayudaron a no sentir el golpe.

Regresar a Puebla, mi realidad; fue motivo de tristeza.

Caminar por Puebla, sabiendo que Dulce está fuera de ella, por un tiempo me baja las energías. La rutina se vuelve insoportable, tediosa. No hay motivo para levantarme de la cama.

Están los amigos, algunos grandes amigos: Ayudan a sopesar la espera con una buena plática y una cerveza literaria.

Los momentos políticos que está viviendo México, me distraen un rato; pero siempre acaba regresando a ella y su recuerdo.

Escribirle un rato, es como conversar; sólo que sin su abrazo ni su mirada que todo lo apacigua.