Un
sábado desilusionante. Espera desayunar un hot-cake de los puestos y comer
chalupas y nada. Se habían quitado. Las calles vacías y limpias como si no
hubiera pasado nada.
El
trabajo normal, sin mucho que contar.
El
sábado más desanimado de todos. Me levanté sabiendo que al terminar mi jornada
laboral no habría ida al café con Dulce, ni llamada con ella al llegar a casa.
Ángeles
(compañera del trabajo, amiga ya) buscó la forma de que me pesara menos el día,
me hizo acompañarla a unas compras, para luego encaminarnos a nuestra
respectiva parada.
Al
llegar a casa, el cansancio, la soledad, la aburrición me hicieron caer en la
cama. Dormí por horas, desperté para atender a mis animalitos y volví a dormir.
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