martes, julio 12, 2011

Recuérdame para qué es la luz (Diario Milenio/Opinión 12/07/11)

Esta es una historia de amor. Es una historia de amor escrita en versos. Es una historia de amor escrita en versos que han escrito otros. La historia de amor escrita en versos escritos por otros está en traducción. La traducción (del inglés al español) la hice yo. Esta es una historia de amor que escribieron, en conjunto, Keith Waldrop y Kate Hall y Gennady Aygi y Juliana Spahr y Rae Armantrout. Pero ellos no lo saben. Esta es la historia de amor que ellos desconocen. Esta es la historia de amor de otros que compuse yo. Aunque tal vez sea al contrario o al revés o viceversa.


I. Y estábamos listos para algo nuevo./ Pensamos que avistamos tierra.


Te vi viendo tus caballos de miniatura, tu bote modelo con su pequeño timón del capitán.

Debiste hacerte aún más pequeño para caber en ese espacio. Yo debí hacerlo. En cierto punto estaba en la popa y tú estabas solo en la proa con tu caleidoscopio.

Hicimos desfilar demasiadas cosas vivas en esos navíos diminutos. Pudimos haber creado nuevas especies con tanto hacinamiento. Estábamos ocupados en la cubierta, temerosos de abrir esa puerta de madera. Los leones podrían ser los mismos viejos leones que han poblado cada sabana y estábamos listos para algo nuevo.

Pensamos que avistamos tierra. Queríamos tierra(1).


II. Si fuera posible entender/ el peligro de caer, sin la experiencia de/ caer


Todas las acostumbradas fases del amor. El miedo a la oscuridad se parece al miedo a los animales. Virando un poco a la izquierda, lejos de calles suburbanas. Profunda emoción.

Puedo predecir desagradables eventos, aunque el miedo al d lor raramente se menciona. Damas con velos en palacios protegidos, intercambiando cartas.

Si fuera posible entender el peligro de caer, sin la experiencia de caer, su efecto manifiesto en el alma. Oculta bajo la manga, la ansiedad.

El sacrificio previsto es eventualmente sostenido en otro sitio. La fotografía puramente imaginaria de la persona cuyo velo se mantiene sobre la mente. Los mensajeros van y vienen.

La voz de una muchacha canta del otro lado de la pared. El sobresalto, el llanto y los movimientos difusos. Padezco una nerviosismo constitucional en cuestión de fuegos.

Sin una visión real del objeto amado. Esparcido sobre sofás, vistiendo ropas indecentes. Marca en tu memoria este insomnio(2).


III. Luego entonces y por consiguiente/ ya en la eternidad

a veces—pensamos: amor (y sin embargo sólo hay silencio): parece un círculo único—de luz—y quietud para nadie—desde hace tanto: ya—con nosotros—¡distante! así que ahora con todo el verano ya (y todavía más hasta el otoño) tú—como algo no visto—en la abierta blancura ¡en el brillo despreocupado! y viviendo tal vida (si la recuerdo como acción) mirando acaso ciegamente sé (como siento las heridas de los niños) que sí: un poco al pasar:jugar—a través de la vida tú—como cierto círculo (de las distancias como distancia) como un débil “dios” en la mente (y luego entonces y por consiguiente ya en la “eternidad”)—eres adorable(3).


IV. El alma/ está haciendo demasiadas preguntas


Queridos ocupantes del bosque de los cerillos, estamos haciéndonos más altos. Enciendo la carne asada de mi amigo al rozar una simple idea contra mi paisaje visible. Ocupantes, sé que están pensando si dejamos las ramas con las hojas podrían crecer hasta ser lo suficientemente grandes para que nuestros autobuses pasen a través de ellas.

Pero esto tomaría un tiempo que tal vez no tengamos. El mundo se está reduciendo conforme el universo se expande, y recuerden, es posible prenderle fuego a todo eso, y entonces hacer que produzca semillas en la ceniza.

Queridos ocupantes de las cajas de mudanza, hay días en que olvido que ustedes tienen que vivir tambi n aquí, en estos cubos de cartón, revueltos junto con lámparas que no funcionan.

Todo está etiquetado pero como hemos usado las cajas una y otra vez, los objetos en la lista no son los que están dentro. Así que, ocupantes, estoy perdiendo la fe. Los que me ayudan a mudarme están en movimiento también.

Ustedes han visto que se puede inundar un sótano.

He buscado a Santo Tomás como uno buscaría a un plomero. Y sufro de mareos.

Recuérdenme que vivo aquí, aún si no vivo. Dejen que se pierda la arquitectura.

Si la luna debe ser un péndulo, dejen que el reflejo permanezca inmóvil.

Queridos ocupantes del tiempo y del espacio, sujetos a leyes causales, estoy escapando a través de una ventana rota, allá donde las estrellas están, viendo hacia adentro de mí a través de mí. Hace frío.

Estos son regalos más bien extraños. A mi amigo le di hipotermia. Llevábamos puestos trajes de astronauta atados por cuerdas atadas a objetos flotantes. Le pasé los cristales de hielo a través de esta composición. Ocupantes, el alma está haciendo demasiadas preguntas. Quiere saber si tiene una bella forma. Y no sé qué responderle(4).


V. Y hablamos todo el día porque amábamos


Pusimos nuestras cabezas sobre una almohada estrecha, sobre una piedra, sobre una estrecha almohada de piedra, y hablamos todo el día porque amábamos.

Amábamos el arroyo.

Y éramos del arroyo.

Y no podíamos no amar porque llegamos al banco del arroyo y empezamos a respirar y el arroyo era variado y estaba lleno de información y cambió nuestros cuerpos con sus podridas con su frío con su limpio con su mugriento con sus hojas caídas con sus cosas que muerden las orillas de la piel con sus hojas con su arena y su sucio y con su olor acre a veces con sus secas y espinosas con su calidez con su blando y húmedo con sus piedras planas y duras al fondo con sus líneas del horizonte de las lomas apacibles con su oscuridad con su luz veteada con el zumbido de las cigarras con sus trinos de pájaros(5).


VI. Los años; el/ sotobosque


Conocemos la historia.

Ella se vuelve
atrás para encontrar su rastro
devorado por los pájaros.

Los años; el
Sotobosque(6).


1 Kate Hall, “Estamos ocupados escribiendo animales”, El sueño de la certeza, 11.

2 Keith Waldrop, “Un invierno involuntario”, Estudios trascendentales. Una triología
3 Gennady Aygi, “Phlox (Y: acerca de un cambio)”, Campo-Rusia, Trans. from chuvash by Peter France

4 Kate Hall, “Recuérdenme para qué es la luz”, El sueño de la certeza, 33-34.

5 Juliana Sphar, “Sé amable ahora, no rompas más corazones”, Tarpaulin Sky, V3n2, Summer05.

6 Rae Armantrout, “Generación”, Velo: Poemas nuevos y seleccionados, 17.

lunes, julio 11, 2011

Desde lo más hondo del ser-(Sexenio-Puebla 05/07/11)

A Salud y Juanita, por seguir siendo mis ángeles de la guarda.

A mi familia y ambos apellidos, a pesar de las diferencias, por seguir ser familia.

A Dulce María, por enseñarme otra forma de ver la vida.

Disculpe, querido lector, que nuevamente abandoné la lectura; pero es preciso dedicarles unas palabras a mis ex-alumnos del Instituto Covadonga, con motivo de su graduación de preparatoria.

A principios de este semestre los abandoné, sin despedida de por medio, sirva esto como una disculpa sincera.

Me hubiera gustado poder ser padrino de su generación, pero otros caminos me llamaron y había que dar paso al crecimiento. No ha sido sencillo. La vida es todo menos fácil, hay que aprender a vivirla; como les dije siempre se saldrá raspado y aun así deberá seguirse avante, no dejar que vean nuestra derrota. Por muchos obstáculos que la vida les ponga, jamás se rindan; luchen por sus sueños; defiendan sus ideales; no pierdan la capacidad de sorprenderse; construyan su lugar en esta vida, no sean una estadística más, sean capaces de cambiar las estadísticas y darles un rumbo positivo. Cuestionen cualquier decisión, argumento o sentencia. No den paso al absolutismo. Palabras más, palabras menos; es lo que siempre les dije mientras fueron mis alumnos.

Sin embargo, nadie de ustedes; son máquinas para caminar sin miedo, sin dudas y sin ganas de querer echar todo a volar al sufrir la primera derrota contundente. También hay que hacerlo, porque son humanos y es válido sentirse derrotados; pero tendrán que levantarse, sacar fuerzas y continuar con su proyecto de vida, no pierdan la meta, quizá deberán experimentar nuevos rumbos, siempre es sano hacerlo; porque si no se puede de una forma, deberá poderse de otra.

Empero, ni el triunfo sabe, ni la derrota se supera sin amor. El amor es el motor de la vida, amor para reconocer la dualidad que la vida nos dio: se es tan fuerte como débil, se es tan transparente como oscuro. Al final, como lo enseñan tantas religiones y “sociedades secretas”: uno es una piedra en bruto y hay que aprender a pulirse, para convertirse en el templo más hermoso del mundo, digno de ser visitado o habitado por una o más personas. Amor para tener el valor de darle paso a la humildad –no confundirlo con la humillación, jamás se hinquen ante nadie que no sea la Divinidad-; amor para aprender a reconocer los errores y tener la capacidad de cambiarlos, anularlos o controlarlos. Amor para darle sentido y significado al camino por andar, para ponerle vida a la vida. Luchen por sus amigos, por su familia y por su pareja; ciertamente a veces dan ganas de mandarlos lejos; quizá es cuando más se necesitan cerca.

Habrá que entender que por más que la vida nos diga que se está solo, no es así; se tiene familia, amigos, novia o novio y, sobre todo, a uno mismo. Aprender a conservar a los que valen la pena y quitar a los que no, también es una enseñanza que la vida nos da a cada uno. Una de las tantas batallas por librar, para al final ganar la guerra. Que ninguna pelea quedé en ustedes, jamás se retiren, den todo hasta que ya no tengan nada por dar.

Quisiera decirles que es fácil, darles la receta; pero no la hay; me gustaría compartirles una experiencia y no la tengo; si acaso digo esto, a ustedes que tantos enojos me provocaron , como alegrías me regalaron; es por parafrasear una frase de antaño: Te lo digo 3er de prepa del Instituto Covadonga, para que lo escuches profesor Alfredo. Siendo su profesor fui su alumno y les agradezco las enseñanzas que me dieron y aún me siguen dando en la distancia.

No escribir el futuro, aprender del pasado y vivir el presente como si fuera el último día; es lo que los hubiera dicho en su último día; tal vez sería la forma más breve de todo lo anteriormente dicho.

Gracias a todos y cada uno de ustedes, por haberme dejado compartir un tramo de camino en su vida.

Hay de libros a libros (Diario Milenio/Opinión 11/07/11)

¿Quemarlos o borrarlos?


El de los libros electrónicos es uno de esos temas en los que uno prefiere pasar pronto la página, antes de que no sea ya tanto a su criterio como a su ignorancia que le dé por hablar fuerte al respecto. Como suele pasar ante esas novedades absolutas que amenazan cambiarnos el modo de vida, al libro electrónico se le ve con prejuicios y esperanzas extremos. Vamos, quiero decir que el tema me incomoda, tanto que a lo mejor lo toco ahora mismo porque algún atavismo supersticioso me dice que es un modo de conjurarlo. Si con la mayoría de los aparatos suelo esperar con ansia que salgan al mercado, nada me tranquilizaría tanto como enterarme de que el libro electrónico tardará ocho o diez años en llegar a nosotros (como si fuera algún castigo diferido, y en tanto eso remoto y apenas importante). Más allá de razones en pro y contra, da horror la sola idea de que ya no se leen y escriben libros, sino otras cosas a las que sería fácil nombrar, pero ya el puro intento es asqueroso. En todo caso es un archivo de texto. Es decir, un pedazo de nada muy vulnerable. Algo que es muy sencillo de borrar, recortar, replicar o modificar. Algo sin cuerpo, peso o presencia física. Algo que no sé sabe bien si es algo.


“¿Quieres que te mandemos el pdf?”, me ofrecieron hace unos pocos días en torno a una novela, y respondí que no con carne de gallina. Pude haber preguntado si podría leerla en el Kindle o el iPad, pero me daba aún más miedo que así fuera. ¿Alguien recuerda cómo era el mundo antes de que a las canciones se les llamara mp3 y fueran gratuitas? ¿Quién habría pensado en aquellos entonces en deshacerse de la mitad de su música? Y ahora que eso es sencillo y además cotidiano, da escalofríos pensar que gracias su nueva calidad etérea los libros serán fáciles de borrar, especialmente para quien tiene cientos o miles por los que no pagó, de modo que tampoco puede decir que valgan gran cosa. ¿Qué tantas porquerías no se juntan en el disco duro y uno jamás se entera ni para qué servían?


Apuestas electrónicas


Por supuesto que abundan las razones prácticas. Solamente el ahorro de papel que esta revolución traerá consigo debería ser motivo de sobrado entusiasmo. Otra ventaja enorme, que es la función de búsqueda, podría bastarse sola para hacer ver ridículo al libro de papel, donde encontrar un par de líneas perdidas puede significar hasta la relectura del volumen completo. Prácticamente, ponerse en contra de los libros electrónicos es asumir una postura incómoda frente a los optimistas que ven ahí un futuro resplandeciente. Ellos tienen razones múltiples y sensatas, uno se guía apenas por el olfato, y en cosecuencia arruga la nariz. Eso de que los libros pierdan su peso y de aquí a pocos años ya nadie entienda por qué un ladrillo era un ladrillo parece parte de un paisaje empobrecido. Lo dicho, pues: a los escépticos nos faltan las razones, aunque algo de gracioso hallamos en las sonrisas amplias de quienes hablan del tema como si ya estuvieran de vuelta del futuro y trajeran de allá las mejores noticias. Sobra decir que nos ven como niños a los que es necesario adoctrinar en torno a las bondades del porvenir.


Hasta donde se ve, nadie sabe de qué habla. Estamos en proceso de crear un futuro que no ha sido inventado y saldrá como tenga que salir. Quienes resulten golpeados en el proceso pueden darse consuelo asumiendo que todo es para bien, porque la lógica siempre nos dice que esa clase de cambios son positivos, aunque su efecto a veces se note a largo plazo y requieran de un poco más de fe. Es decir que son cambios irreversibles, no dependen de la opinión de nadie. Estar en contra de ellos puede ser tan estúpido como inconformarse con un eclipse o negar la ocurrencia de un aguacero, aunque estar a favor tampoco es tan sencillo. Si se va a publicar una novela en formato digital, antes de eso hay que llegar a un acuerdo y firmar un contrato. ¿Basados en qué? En el futuro, claro. O en lo que ambas partes creen que podría llegar a ser el futuro. No importan las certezas que uno ofrezca y reciba durante la negociación del contrato por cesión de derechos electrónicos, que de todas maneras queda la sensación de que se está jugando a las apuestas. Peor todavía, a las corazonadas. ¿O hay cosa más moderna que la incertidumbre?


El papel del papel


Desde los que aseguran que el formato electrónico sepultará a los libros de papel hasta quienes se atreven a garantizar que el libro de papel es irremplazable, lo más claro es que nadie sabe nada y el sentido común no alcanza para mucho. Vamos hacia un futuro que desconocemos igual que una manada de chivos viaja sobre un camión de redilas. No hay más alternativa, eso sí. Vamos a hacer lo que nos toque hacer, y a la larga tendremos que opinar que fue mejor así, porque las cosas ya eran insostenibles. Diremos que los libros de papel fomentaban el egoísmo, el elitismo, el fetichismo, y olvidaremos que todo esto ocurría en dosis más bien breves e insignificantes. Poco se habla, por cierto, de los deleites en vías de extinción.


Imposible explicar el por qué del placer de que las cosas sigan siendo cosas y tengan peso y cuerpo y puedan arrojarse por los aires. ¿O es que alguien se ha fijado lo que pesa un archivo pdf? Muy poco, en cualquier caso. Ya en los viejos floppies cabían libros con cientos de páginas. Una sola canción puede ocupar el espacio de veinte traducciones completas de la Biblia. Una película en tercera dimensión emplea los suficientes gigabytes para almacenar una biblioteca. Para el cerebro humano, un libro es cosa grande. Para una memoria artificial, poquito más que nada. Por más que escucho, pues, grandes apologías del libro electrónico, sigo sin entender cómo algo tan pesado se vuelve tan ligero sin que su esencia cambie para siempre. Tendrá que haber un brujo que me lo explique.