jueves, junio 02, 2011

N 21° 18’ 28¨ W 157° 48’ 28¨ (Diario Milenio/Opinión 31/05/11)

En las notas que acompañan el poema que a continuación traduzco, la poeta norteamericana Juliana Sphar explica que todo se debió a su intención de explicarse un día que pasó en Francia. Había colas y gente cantando y un hombre alimentaba un gorrión y ella se puso a pensar sobre los viñedos y sobre quién es dueño en realidad de qué y sobre las divisiones que todo eso ocasiona. Luego, al regresar a casa, introdujo esas notas en aplicaciones de traducción del francés al inglés y viceversa. Así surgió esta peculiar sintaxis, este inglés extraño y retorcido con el que nos introduce a esos algunos del nosotros que vivimos en una tierra que nunca es ni será nuestra.


Somos todos. Nosotros de entre todos los pequeños somos. Somos todos. Nosotros de entre todos los pequeños somos. Estamos en el mundo. Estamos en el mundo. Estamos juntos. Estamos juntos. Y algunos del nosotros comemos uvas. Algunos del nosotros estamos todos comiendo uvas. Algunos de nosotros estamos todos comiendo. Estamos todos en este mundo hoy. Algunos del nosotros estamos comiendo uvas hoy en este mundo. Y algunos nos permitimos comer uvas. En la comedera de uvas. Nosotros de entre todos los pequeños somos lo que come uvas. En el mundo de las uvas. Comiendo uvas. Nosotros de entre todos los pequeños somos lo que come. Algunos de nosotros estamos juntos en las uvas. Nosotros de entre todos los pequeños estamos hoy en este mundo. En este mundo. Por el comer de las uvas. Para comer uvas. Algunos de nosotros nos permitimos comer uvas hoy en este mundo. Algunos de nosotros nos permitimos estar juntos en las uvas. En el mundo de las uvas. En este mundo. En las uvas. En las uvas. En sabor. En el sabor. En fermentación. En fermentación. En vino. Fuera del vino. En la fresca sólida piel. En la fresca sólida piel. En semilla. Fuera de la semilla. En humedad. En humedad. En hoy. En hoy. Estamos todos juntos en este mundo. Nosotros de entre todos los pequeños estamos juntos en este mundo. En el nosotros estamos todos juntos. En el nosotros nos permitimos estar juntos. Algunos de nosotros comemos. Algunos de nosotros nos permitimos comer. Algunos de nosotros estamos comiendo uvas juntos. Algunos del nosotros nos permitimos todos ser las uvas que se comerán juntos. En este lugar. En este lugar. En el comer. Mientras comemos. En las uvas algunos de nosotros estamos todos comiendo. En todas las innegables uvas de nosotros permitámonos dejarlas permitámonos ser lo que come. En la comedera de las uvas. Por el comer de las uvas. Somos todos hoy. Nosotros de entre todos los pequeños somos hoy. Las uvas en el comer. En el nosotros somos. En el somos. En las uvas son. Comiendo uvas. En el nosotros el mundo. En el estar juntos. Algunos de nosotros somos todos en este mundo de estar juntos comiendo uvas.


Algunos del nosotros y la tierra que nunca fue nuestra mientras éramos de la tierra. Empezó de nosotros y desde la superficie terrestre que nunca estuvo con el nosotros mientras éramos la superficie terrestre. Algunos del nosotros nos vestimos con la tierra. Algunos del nosotros cargamos la superficie terrestre. Algunos de nosotros plantamos las uvas. Y nos comimos los pliegos de la superficie terrestre. Pero fuimos hechos por la superficie terrestre, por las uvas. Las uvas de la superficie terrestre. Algunos de nosotros plantamos uvas. El verde de la superficie terrestre. Algunos de nosotros nos asentaríamos. Algunos de nosotros lo organizaríamos. Y la tierra nunca fue nuestra. Y la superficie terrestre nunca estuvo con nosotros. Y sin embargo fuimos hechos por la tierra, por las uvas. Nos comíamos las hojas de la tierra. Las uvas de la tierra. El verde de la tierra. Las hojas. Los pliegos. Y éramos de la tierra porque comíamos y la tierra nos dejó comer a algunos de nosotros. Y éramos la superficie terrestre porque comíamos y la superficie terrestre nos dejó comer a algunos de nosotros. Y sin embargo la tierra nunca fue algo de lo nuestro. Pero la superficie terrestre nunca estuvo segura con nosotros. Nunca es algo de lo nuestro. Nunca estés seguro con nosotros. Nunca será verdaderamente algo de lo nuestro. Nunca estés correctamente seguro con nosotros. Nunca será poseída. Nunca será atrapada. Y el verde de la tierra es la posesión de la tierra de nosotros. Y el verde de la superficie terrestre es la posesión de la superficie terrestre de nosotros.


La tierra es algunos de nosotros extendiendo la mano y los gorriones que la picotean al comer. La superficie terrestre está entre nosotros los que ofrecemos la mano y los gorriones la picotean mientras comen. Estamos todos en este mundo, este mundo de manos y granos, juntos. Nosotros todos los pequeños estamos en este mundo, este mundo de manos y de grano, juntos. Algunos de nosotros somos gorriones que picotean nuestra mano. Algunos de entre nosotros somos gorriones que picotean con nuestra mano. Volamos y luego hacemos nidos en nuestro dedo. Con eso controlamos luego el mecanismo en nuestro dedo. Los gorriones están picoteando nuestra mano, picoteando el grano, nuestra mano, nuestro grano, nuestra mano. Los gorriones que picotean con nuestra mano, picotean con nuestro grano, nuestra mano, nuestro grano, nuestra mano. Estamos todos en este mundo con los gorriones. Nosotros todos los pequeños estamos en este mundo con los gorriones. Con el picoteo. Con el que picotea. Estamos en esta mano, en este picotear. Estamos en esta mano, en este picotear. Somos todos. Nosotros todos los pequeños somos. Algunos de nosotros repicoteamos. Algunos del nosotros dejamos que nos picoteen. Estamos picoteando nuestra mano. Picoteamos con nuestra mano. Estamos esperando a estar llenos de grano. Queremos estar llenos de grano. Y luego comer uvas. Y comer uvas luego. Algunos de nosotros volamos sobre nuestra mano, volamos sobre nuestra mano. Algunos del nosotros nos permitimos volar hacia la mano, remontando con la mano. Algunos del nosotros estamos picoteando la mano del volar. Algunos del nosotros nos dejamos picotear con la mano del vuelo. Estamos juntos en este mundo, volando, picoteando. Nosotros todos los pequeños estamos juntos en este mundo, controlando al que picotea. Abajo en la superficie terrestre. Con el trasero en la superficie terrestre. Y luego, otra vez, volando, picoteando. El otro lado, volar, picotear.


Lo que significa asentarse. Lo que significa organizar. Para el nosotros que estamos todos en este mundo juntos. Nosotros todos los pequeños juntos en este mundo. Comer las uvas y no plantar la semilla. Comer las uvas y no plantar la semilla. Agarrarse muy fuerte. Ser agarrado fuertemente en la función. Cambiar. Cambiar. Hacer el cambio. Hacer el cambio. Cambiar la tierra. Cambiar la superficie terrestre. Arrojar la semilla. Arrojar la semilla. Para los que estamos juntos en la tierra sin embargo todavía algunos del nosotros estamos comiendo uvas, algunos picotean la mano. Nosotros todos los pequeños estamos juntos en este mundo siempre aunque algunos del nosotros comamos uvas, mientras otros picotean con las manos. Cómo moverse. Cómo moverse. Cómo moverse del asentarse en la cima al adentro. Cómo cambiar la estabilización en la cima adentro. Adoptar, no asentarse. Abrazar, no organizar. Hablar. Hablar. Haber hablado. Con el hablado. Asomarse a eso que es lo que está mal en este mundo en el que estamos todos juntos. Empujar bien lejos lo que está con lo que es incorrecto en este mundo en el cual todos los pequeños somos nosotros en unidad.

martes, mayo 31, 2011

Una generación no tan X (Sexenio-Puebla 24/05/11)

En el universo de antologías es común encontrarse con la reunión de un amplio número de personajes que son convocados a participar con una muestra de su obra ya poética, ya narrativa, ya dramática. Cuyos objetivos son dar un ejemplo de la obra realizada por una generación de escritores o proponer una generación de nuevas voces, nuevos escritores, que son lanzados al ruedo de la crítica.

Lo raro sería enfrentarse con una antología que en lugar de reunir una muestra de obra; congregue a diversas voces con el objetivo de responder: ¿qué fue y es de su generación a 40 años de distancia? Pues esta rareza existe y se llama: Lo escrito mañana. Narradores mexicanos nacidos en los 60; antología de voces, de posturas, de sueños, de experiencias y de realidades, coordinada por Sandra Lorenzano y editada por Axial, dentro de su colección Tinta nueva.

El lector que se acerqué a este libro, se topará con posturas variopintas sobre lo que para cada protagonista ha significado y seguirá significando ser parte de la denominada Generación X; la generación que llegó tarde a la fiesta, la que no tenía nada por decir ni aportar, hasta que llegaron la serie de atentados perpetrados por la organización de Al qaeda.

Ricardo Chávez Castañeda, Ana Clavel, Adriana Díaz Enciso, Fernando Fernández, Ana García Bergua, Claudia Guillén, Norma Lazo, Nubia Macías, Mónica Maristain, Laura Emilia Pacheco, Ignacio Padilla, Eduardo Antonio Parra, Ricardo Pohlenz, Cristina Rivera Garza, Enzia Verduchi, Jorge Volpi y Gabriela Warketin; son los autores convocados para compartir con el lector las respuestas que pueden dar a las preguntas, plateadas por la antologadora, como: ¿Qué marco nuestra vida? ¿Cómo eran nuestras ciudades? ¿Qué paisajes nos vieron crecer? ¿Cómo fueron nuestra infancia y adolescencia? ¿Compartimos algo más que la época de nuestro nacimiento? ¿Cómo vivimos el presente con esas marcas a cuestas? ¿Estamos realmente destinados a “recoger los platos rotos”, como plantean algunos? ¿A vivir de las migajas que quedaron del fracaso de las utopías? ¿Quiénes somos? Y cómo no tener tantas preguntas y ganas de responderlas si son una generación que heredó muchas de las heridas generadas –y aún abiertas- por acontecimientos históricos como: la matanza de Tlatelolco de 1968, el asesinato del “Che” Guevara, los asesinatos de los hermanos Kennedy y Martín Luther King, así como las revueltas ideológicas encabezadas por estudiantes en varias partes del mundo como París, Praga; y también el nacimiento de bandas como The Doors, The Rolling Stones y The Beatles, la llegada del hombre a la luna. Una generación que nació y empezaba a dar sus primeros pasos cuando otros ya se habían entregado a las utopías y luchado por ellas. Una generación que cuando empieza a tener voz y postura crítica, también comienza a ser testigo de la muerte de las utopías y el nacimiento del desencantamiento social y político.

La generación de los nacidos en los 60, aparentemente llegó tarde a todo y sin posibilidades de aportar nada, empero son una generación que aprendió a generar sus propios espacios a través de las diferentes disciplinas artísticas y literarias; una generación que supo entender que lo suyo no era levantar escombros o ruinas, sino reconstruir y volver a encaminar el barco en el rumbo más adecuado.

Un libro que el lector no debe dejar pasar y que por extraño que parezca lo deja a uno con una sensación de esperanza.

Ni le busque, capitán (Diario Milenio/Opinión 30/05/11)

Por lo visto, el hallazgo reciente del genocida Ratko Mladic es la noticia
más novedosa desde el descubrimiento del hilo negro.



Juan Carlos Fleicer.

1. Las temidas vacantes

Habré escuchado aquella frase tan simpática por ahí de los diecisiete años: Fulano anda buscando trabajo rogándole a Dios no encontrarlo. No recuerdo de quién lo insinuaban, pero el saco me vino a la medida porque llevaba días en el mismo trajín. Me acercaba a las tiendas y las oficinas donde podía ofrecerse alguna ayuda durante la temporada vacacional y preguntaba sólo donde ya adivinaba que iban a rechazarme. Nada más escuchaba la negativa, un alivio profundo me invadía. No había vacantes, por la gracia de Dios. De vuelta en el hogar, narraba mi odisea con una desazón tan bien fingida que mi padre movía la cabeza, ya no por mí, sino por el país. “La cosa está terrible”, se inquietaba de manera fugaz y saltaba a otro tema de conversación, con lo cual me libraba del calificativo de bueno para nada que me había pasado la mañana ganándome con el sudor de mi frente, pues luego de reunir los pretextos bastantes para no dar con lo que andaba buscando me lanzaba a vagar alegremente por esas calles siempre tentadoras de las que mis papás querían retirarme para que me enseñara a ganarme el sustento.

Casi todos nos hemos empeñado alguna vez en hacer imposible cierta búsqueda. Por no hablar de los incontables infelices que van tras el amor, la dicha o la fortuna contra la decisión del subconsciente, de forma que no logran explicarse cómo es que la traen chueca desde hace tanto tiempo. El caso es que uno puede gastarse la vida buscando lo que menos desea encontrar, al extremo de huir despavorido cada vez que el hallazgo se insinúa cercano o siquiera probable. Si ya da escalofríos asomarse a la estadística según la cual sólo una minoría de los delitos cometidos son perseguidos y castigados, más nos asustaría toparnos con los datos verdaderos en torno a los guardianes de la ley que van en busca de los criminales decididos a nunca dar con ellos, y como suele hacerse en estos casos con trabajos encuentran los motivos por los que no pudieron atraparlos.

2. Llamando a Polpotópolis

Resulta por lo menos tragicómico enterarse hasta ahora de que el solicitado carnicero Ratko Mladic llevaba ya un par de años escondido en la casa de ciertos familiares que por supuesto compartían su apellido. Es decir que en lugar de perseguirlo (no lo buscaron ni en el directorio telefónico), buena parte de la policía y los servicios secretos se entregaban con celo escrupuloso a la tarea de esquivar al prófugo, considerado al menos por la mitad de sus compatriotas como un héroe de guerra y al cabo capturado no en razón de las espeluznantes atrocidades que ordenó con la anuencia del hoy difunto Slobodan Milosevic, sino por el asunto aquél del ingreso de Serbia en el Euroclub. Pocos entre los residentes de Lazarevo, que es el nombre del pueblo donde se ocultaba, reconocen haberlo cobijado a sabiendas de que era quien era, pero ya un grupo de ellos se ha lanzado a pedir que en adelante el pueblo cambie su nombre por el de Mladicevo. Nada digno de asombro, finalmente, si hasta hace pocos lustros existía Stalingrado y de seguro hay quienes votarían a favor de la fundación de Himmlerburgo.

Guerras de fantasmas: La historia secreta de la CIA, Afganistán y Bin Laden, de la invasión soviética al 11 de septiembre de 2001, es el título entero del ya clásico libro del periodista Steve Coll, dos veces ganador del premio Pulitzer, donde se narra la cadena de errores, desencuentros, mentiras y traiciones que llevaron a la matanza de las Torres Gemelas, entre varias desgracias conexas. Recorrer esas páginas es explicarse lo que hasta hoy la administración Obama se ha hecho tantas bolas para esclarecer: cómo y por qué Osama Bin Laden jamás iba a ser capturado por el servicio secreto paquistaní, que se había pasando año tras año buscando al jefe máximo de Al Qaeda rogándole a Mahoma no encontrarlo. Vamos, que ni siquiera el Mulá Omar y sus talibanes fueron tan eficaces para protegerlo, mientras los mandamases de la CIA y el Departamento de Estado —una legión de ineptos, por lo leído— se peleaban por creer o descreer las patrañas de sus dudosos aliados.

3. A sus órdenes, jefe

Mientras en lo demás del ancho mundo se pintaba a Bin Laden y los suyos mudándose de cueva cada tercer día por rincones inhóspitos e ignotos, el jeque nihilista vivía poco menos que plácidamente en Abbottabad, a cincuenta kilómetros de Islamabad, en una residencia de bardas gigantescas que ni en sueños habría pasado por alto un servicio secreto como el paquistaní, administrado a la medida de un estado policial. No es de dudarse mucho que buena parte de los miembros y jerifaltes del siniestro ISI (Inteligencia de Inter-Servicios, es el nombre eufemístico de la solapadora institución) estaría de acuerdo en cambiar el nombre de Abbottabad por el de Osamabad. Quienes hasta hoy se rasgan las vestiduras por el método empleado para eliminar al multimillonario y multitudinario asesino, que de forma periódica anunciaba matanzas inminentes y animaba a sus huestes y admiradores a cultivar su piadoso ejemplo, tendrían que leer el libro de Steve Coll y sugerir alguna idea preferible. Da hasta risa enterarse de la indignación de quienes aún opinan que el ISI debió ser avisado del operativo. ¿Y qué tal si de paso le avisaban también al Mulá Omar? Digo, para estar todos coordinados.

Sorprendido por la extraña noticia de que Ratko Mladic debió de disfrutar durante veinte años de la complicidad de toda suerte de altos cargos oficiales, el presidente serbio Boris Tadic ha anunciado una honda investigación, que de ser exhaustiva tendría que llevar a la cárcel a una auténtica multitud de secuaces, comenzando por los tres mil y tantos discretos habitantes del hoy famoso pueblo de Lazarevo. Por no hablar de los miembros del servicio secreto y la policía, cuyo olfato tiene que ser tan fino como el de los sabuesos paquistaníes. Por eso cada vez que me entero que un encumbrado jerifalte ordena una investigación exhaustiva tipo caiga-quien-caiga, vienen a mi memoria las dichosas semanas en que busqué trabajo con la ayuda de Dios. ¡Ah, qué joda me puse, Virgen Santísima!