martes, agosto 09, 2011

Ya que hablamos de dinero (Diario Milenio-Opinión 08/08/11)

“¿Te importa si no te pago?”. He ahí la pregunta más idiota del mundo.
¿Cómo creer que hay quienes dicen “no”?


1. Aclaración no pedida


Un momento, señora editora: el indignado tendría que ser yo. Antes de que se vaya echando pestes por mi negativa, permítame abundar un poco sobre el tema. Yo sé que es un asunto molesto de por sí, tanto que con frecuencia se deja hasta el final de las conversaciones, cuando la sobremesa ya no da para más y entonces sale el peine: “Oye, por cierto, se me olvidaba, ¿no tendrás por ahí algún dinerito?”. Antiguamente, a quien dejaba ver un interés mayúsculo por el dinero se le llamaba metalizado, puesto que lo noble y caballeroso era, y es todavía, mostrar desdén por esas fruslerías periféricas. Un empeño ridículo que desde lejos se adivina cosmético, toda vez que el desinterés por el papel moneda raramente se da entre quienes se parten el lomo por conseguirlo, y es asimismo escaso en las altas esferas socioeconómicas, donde son incontables las cuchilladas que en su nombre se dan y reciben. Nada, pues, más absurdo que esperar ser creído cuando dice que el tema se le olvidaba, pero es lo que se estila en esas situaciones tan incómodas. Como esta misma, ¿cierto?


Vamos al grano, pues. Usted me ha perseguido durante varios días para plantearme lo que yo considero una propuesta indecorosa. Y si no se lo he dicho durante nuestra breve conversación es porque igual comparto ese extraño complejo de noble dieciochesco que me invita a evitar las asperezas en aquel turbio tema de la marmaja. ¿Discutir por dinero? No, por favor, aunque la alternativa sean esos modales neuróticos que no me permitieron expresarle hasta dónde me escandaliza la propuesta de hacerme su esclavo. “Estoy muy ocupado”, pretexté sin mentir, eludiendo de paso el mensaje que me envió días atrás donde decía que los honorarios por mi trabajo consistirían en la entrega de un ejemplar del libro que usted y sus patrones piensan publicar. Un libro divertido, sin duda. Un trabajo agradable y hasta tentador. ¿Por qué entonces me punza la conciencia?


2. ¿Dónde queda el respeto?


Uno de los activos más difíciles para quien vive de la creación artística es hacerse de alguna respetabilidad. Antes de conseguirla, quien se esfuerza por ser profesional de su disciplina debe encajar tal cantidad de rechazos, desdenes, groserías y humillaciones que desarrolla cierta caparazón, a la postre muy útil para el resguardo de la fe en sí mismo. Con el tiempo, uno entiende que nada es personal y se enseña a restar importancia a lo que en otro tiempo creyó grandes afrentas. Puesto en otras palabras, tarde o temprano se aprende a menospreciar el menosprecio ajeno, la inconsecuencia ajena o la majadería ajena justamente por eso: no son problema de uno, qué hueva contraerlos. Por lo demás, ya le conté que estoy muy ocupado, y esto tiene también que ver con el respeto. Nadie puede llamarse profesional de un oficio al que no respeta. Y lo que usted propone, seguramente sin así pensarlo, es que yo me coluda con su proyecto a espaldas de mi muy querida profesión. Pero eso sí: vamos a divertirnos.


Dirá que soy abstracto en mis metáforas, y es posible que tenga razón, pero hay un ángulo que aún no revisamos. Mi profesión querida no es solamente mía, sino que la comparto con legiones de colegas interesados en ejercerla antes que ninguna otra. Es decir, gente que vive de esto y está harta de escuchar esa patraña de que es un oficio muy mal pagado. Gente que con frecuencia recibe ofertas tipo “no te voy a pagar, pero vas a ganar mucho prestigio”. ¿Dónde está ese prestigio? Caí en la trampa no sé cuántas veces y todavía no me lo presentan. Quien cree que ganará notoriedad a fuerza de golpear a su gremio con la mal entendida generosidad de regalar la chamba, tendría que temerse que a ese paso ganará con trabajos la fama de esquirol entre quienes encuentran conveniente que nuestra profesión se abarate. Puede que sea antipático hablar de dinero, y todavía más escribir al respecto, pero aquí el tema es antes moral que monetario. La propuesta que usted me ha hecho no es indecorosa sólo porque usted paga la impresión y el papel, pero encuentra que puede ahorrarse el contenido, sino principalmente porque me exige traicionar a mi gremio y faltar al respeto a mi oficio. ¿Ya ve por qué le digo que estoy muy ocupado?


3. Escándalo a la vista


Nunca se me ha ocurrido pedirle a un niño que me lave el coche y ofrecerle una vuelta o un aventón en pago. No es mala idea para una novela, si hiciera falta algún villano sarcástico que tuviera la cara dura de plantear semejantes propuestas. Pero quiero pensar que su caso es cuestión de candor. Como le he dicho ya, fui esquirol varias veces y por entonces nunca lo vi así. Al contrario, me sentía aliviado de aceptar, aunque tarde o temprano refunfuñara por no siempre saber decir que no. El tema del dinero, una vez más. No quiere uno pasar por cuentachiles, hay un ego profundo que se mira crecer cada vez que se muestra uno desprendido. Y en ese caso créame que prefiero invitarle una buena cena que trabajar sin paga en su proyecto. Porque es eso, señora editora: el proyecto de usted y los suyos. Cuando me da la gana trabajar de gratis, subo el texto a mi
blog y nadie sale herido.


La diferencia entre ayuda y perjuicio al propio gremio la conoce quien ha contribuido a proyectos altruistas, donde cada implicado entrega su trabajo al servicio de una causa que considera noble, admirable y urgente. La oportunidad de limarse los cuernos de cuando en cuando es no sólo un alivio, sino un pago cumplido. Y lo mismo dirán los demás implicados en el proyecto, cada uno contento de no cobrar un peso por lo que hace. ¿Qué dirá, sin embargo, el editor amable y respetuoso que cada vez me paga a tiempo y sin empacho por mis artículos, si se entera que hago lo mismo para usted, pero sin costo alguno? Y para colmo no nos conocemos. ¿Entiende ya mi escándalo? Relea su propuesta: es una obscenidad. Afortunadamente, una vez más, estoy muy ocupado. Tanto que ni me acuerdo de lo que me propuso. Pero no se sonroje, que aquí no pasó nada, ni pasará.

No hay comentarios.: