lunes, agosto 22, 2011

¡Atrás, regenerado! (Diario Milenio-Opinión 22/08/11)

Al poder corruptor del “degenerado” suele oponérsele la sed de poder del regenerador, listo para arreglar lo que no estaba roto.

1. ¿Quién es el degenerado?

“De condición mental y moral anormal o depravada, acompañada por lo común de peculiares estigmas físicos”, sentencia el diccionario en torno al sustantivo degenerado. ¿Qué es entonces una condición depravada? Aquí la Real Academia Española es aún más escueta, pues nos dice que un depravado es aquél que se halla “demasiado viciado en las costumbres”. Es decir que cuando alguien nos llama degenerado, en realidad no expresa gran cosa de nosotros y es probable que diga más de sí mismo. Especialmente si, como es de temerse, quien nos denuesta es unregenerado.

Nadie sabe el poder que tienen los fantasmas del regenerado, pero sus sombras son en tal modo notorias y chocarreras que él las ve en todas partes y quiere prevenirnos al respecto. “He estado ahí”, se dice, convencido de que nadie como él puede identificarlas y acusar sus estragos en el mínimo indicio. George W. Bush, tal vez el más famoso de los regenerados, se enorgullecía de no tomar una copa de alcohol “ni siquiera en Navidad”. Una conducta rara por donde se le mire. Tan sólo imaginemos la cantidad de moros con tranchete que es capaz de encontrar en los rincones más insospechados un individuo cuya conducta diaria es sospechosamente similar a la de un delincuente en libertad condicional. No muy lejos de Bush, el cantante José José opinó alguna vez que toda la cultura de las drogas era en gran parte culpa de los Beatles. ¿En qué delirium tremens habrá sido testigo el cantante excesivo por excelencia de tan demoledora revelación? ¿Sería quizás en el duro transcurso del síndrome de abstinencia? ¿Tendría que ver en ello alguno de sus incontables juramentos y golpes de pecho, una vez que salía del agujero y se hacía el propósito de nunca más rodar de acá para allá? En todo caso, el ejemplo de ciertos regenerados es por sí mismo un elemento disuasivo. Nadie quiere acabar como un regenerado regenerador.

2. Los fantasmas del zombi

“Hacer que alguien abandone una conducta o unos hábitos reprobables para llevar una vida moral y físicamente ordenada”, ilustra el diccionario sobre regenerar: verbo rico en connotaciones positivas, y no obstante cargado de otras más bien temibles, cuando no espeluznantes. Pues en la mayoría de los casos lo que llega a curarse no es la enfermedad, sino apenas sus síntomas conspicuos, y ello tal vez explique la tiesura de esos regenerados capaces de plantar la señal de la cruz frente a una botella de cerveza o un billete de lotería, y acto seguido hacer severas advertencias sobre el particular. Si los creímos zombis sólo porque se habían enseñado a reprimir sus instintos menos presentables, no estaría de más tomar en cuenta que inclusive los zombis, y sobre todo ellos, son ricos en demonios y se pasan la vida toreándolos. Un empeño seguramente colosal que asimismo merece compasión, si bien tampoco tanta para dar por bueno el papel de regenerador que para sí reclama el regenerado. La sola idea de verse padeciendo un tratamiento de ortopedia moral a manos de un cruzado puritano suena ya de por sí degenerada.

Imaginemos una campaña de regeneración moral llevada a cabo por antiguos criminales. Una idea loable, por supuesto, si es que los implicados pueden contar su historia frente a otros criminales que acaso tendrán tiempo para reflexionar y pensarán también en corregirse. Fuera de ahí, me permito dudar que un asaltante arrepentido pueda brindar consejos a quienes jamás hemos pensado en asaltar. Menos aún meternos en cintura, por chuecas que parezcan nuestras costumbres a sus ojos de beata espeluznada. Por mi parte, diré que me he excedido cuantas veces se me ha dado la gana, y otras he contenido mis impulsos cuando creí que estaba cerca de no poder volver a ser quien era. Puede uno perder la vergüenza y al día siguiente verla de regreso, pero dejar allí la libertad parece un sacrificio inaceptable. Nada causa más miedo en el puritano que el ejercicio de la libertad, tal vez porque ya sabe que es la más grande aliada de sus fantasmas.

3. Del muro al moro

Movimiento Universitario de Renovadora Orientación, solía llamarse un grupo paramilitar de ultraderecha cuyos miembros buscaban regenerar a México bajo ciertos preceptos en teoría evangélicos. “Gracias a Dios soy blanco”, rezaban por su parte algunas camisetas de sus colegas del Ku Klux Klan. Afortunadamente, el asquerosamente célebre MURO terminó aterrizando en el basurero histórico que le correspondía, pero de ahí a pensar que esa ponzoña al cabo se extinguió hay un trecho poblado de candor. La exaltación del regenerador no siempre necesita de banderas para sobrevivir, y de hecho las cambia siempre que se le ofrece. A nadie debería extrañar toparse con las huellas de los regeneradores profesionales allí donde se supone que actúan sus antípodas, si con tanta frecuencia los polos que se dicen irreconciliables suelen tener fronteras difusas entre sí. ¿Cómo explicar, si no, el nacimiento en pleno siglo XXI de un Movimiento de Regeneración Nacional que se llama de izquierda y le gusta venderse con el bonito nombre de Morena?

Debe de ser terrible cargar con un pasado autocrático y combatir con dichos todo aquello que se ha apoyado en los hechos. No quiero imaginar la cantidad de monstruos y fantasmas que persiguen al regenerador iluminado que muy discretamente incita a sus creyentes a dar gracias a Dios por ser morenos, y en tanto eso también mayoría. Pero he aquí que no todos necesitamos que nos regeneren, y de hecho habemos varios que estamos hartos de ese mesianismo barato y mentiroso cuyas solas maneras dictatoriales apuntan hacia una honda recaída en los vicios que le dieron origen. No dudo que el señor al que vimos en la televisión embolsándose fajos de billetes producto de un chantaje escandaloso quiera regenerarse y ver la luz, pero de ahí a que venga a regenerarnos media tanta distancia como la que separa a unos huaraches de unos tenis Vuitton. “De jóvenes son putas y cuando viejas beatas”, reza el proverbio. No se trata de una sentencia moralista, pero si he de opinar diré que encuentro a ciertos regeneradores “demasiado viciados en las costumbres”.

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