miércoles, junio 22, 2011

Recicla este libro (Diario Milenio/Opinión 22/06/11)

Escribe la poeta norteamericana Harryette Mullen en la introducción de su libro Reciclopedia (Greywolf Press, 2006): “Si la enciclopedia colecciona conocimiento general, la reciclopedia rescata y encuentra usos imaginativas para ese conocimiento. Eso es lo de lo que la poesía se encarga cuando rehace y renueva palabras, imágenes, ideas, transformando así un excedente cultural en algo inesperado”. Si bien con Sleeping with the Dictionary/Dormir con el diccionario, una publicación del 2002, Mullen fue finalista de, entre otros, el prestigioso Premio Nacional del Libro en Estados Unidos, los libros incluidos en esta Reciclpedia son publicaciones anteriores: Trimmings (1991), S*PeRM**K*T (1992), Muse & Drudge (1995). Los que presento aquí en traducción al español son poemas de Trimmings/Ribetes, en los que Mullen deja fluir su interés por materialidad de ciertos objetos domésticos, especialmente aquellos que rozan el cuerpo femenino, siempre bajo el amparo de aquellos Brotes tiernos de Gertrude Stein.


Ribetes


No me preguntes qué ponerme (atribuida a Safo)

Convertirse en algo, para una canción. Un cinturón se convierte en una cintura tan pequeña. Las serpientes alrededor de ella, envolviendo. Añada la cintura a cualquier figura, substraiga, divida. Los accesorios multiplican un look. Qué cosa, un cinto sugiere un abrazo. La aspira. Ella se abrocha. Sonríe, más tensa. Rápido identifica el bulto bajo el cinturón.

Los labios, muy bien cerrados. Piel que se abrocha con una pequeña presión. Estar en aprietos, en quiebra. Un veloz arrebato, de emergencia, persiguió a la dama con el bolso de cocodrilo. Un ladrón verde, sin alivio, se metió en su cartera como gancho o como pillo.

Su roja y blanca, blanca y azul bandera manera. Su roja y blanca y toda negra y azul. La mascada de Hannah le hace señas en la cocina con Dinah, con Jenima. Alguien en la cocina que conozco.

Desborda los lentes oscuros y la complexión relajada, un tono delicado, la tapa mantiene la cabeza fría bajo el alto sombrero.

Un poco apretado, algo picudo, se acerca al escándalo. Una del par levanta el empeine con el tacón. Si el zapato queda bien, la mula* patea, un caído, un arco de ángel que pierde el solo apoyo de la suela.

Dos piernas bien torneadas se estiran, luego corren. Pura magia, una caja que se divide. Alguien vio a una mujer partida a la mitad que ondeaba unos pies formidables.

El color “desnudo”, un tono de piel. La piel de quien apenas despliega un bronceado que se antoja. Lo que duran en el mostrador los bienes almacenados. El cuerpo acosa los inventarios de las existencias del verano. Una susceptible Godiva con peluca y a caballo, un molde de yeso sentado en calma.

Dentro de los pliegues de las castas enaguas, chupamirtos. Dentro de una bolsa roja con un cordón de seda, colibrí, cuya lengua es dulce. Un amuleto de amor, un batir cautivo, un aleteo. Escondido bajo los holanes, el corazón secreto, una bolsita atada con seda.

De una muchacha, en blanco, entre líneas, en los espacios donde nada está escrito. Sus enaguas almidonadas zafándose de él. Los labios entreabiertos, un gesto revelador, justo donde la besaron, y dijo. Quién le creería, yaciendo sobre las sábanas. Las fundas, la ropa sucia ya lavada en casa. La plática sobre la almohada en un sofá de piel aparece y desaparece en sueños. Sin permiso, pasa bajo la puerta. Un nombre adora los lapsus freudianos.

Algunos calzones tienen los suficientes. A algunos les hace falta. Algunos o cualquiera. Algunos son una apuesta.

De qué la suavidad material que se dobla en dos para envolverla, abajo cuándo sobre, al revés o al derecho, donde el aire es, lo que hace la diferencia en la capacidad de movimiento, vivir aquí —o caminar. Partir, ponerse la ligerísima prenda. Los agujeros respiran, y tragan. Las aperturas, la bastilla, la manga. Los bordes en las orillas donde la piel se detiene, o empieza. El deseoso ribete. Coser los botones, aunque se abran lentamente las flores —imagina su color. La falda suelta, un pétalo, un bolsillo para tu mano. Mi vestido cae sobre mi cabeza. Una sombra me asombra.

Cuando un vestido es rojo, ¿hay un final feliz? ¿Hay murmullo y satisfacción? ¿Silencio o alarma? Promete pero quién cumple. La aflicción es roja. Vende, grita, una urgencia puesta al revés. Niña de mis ojos, mejor verte. De paseo, preparándose para el insulto.

La novia se vistió de blanco. Posó en un modesto corpiño a la moda. El pastel con los capullos de azúcar y el betún blanco. A todo mundo le toca una tajada. Los chistes pasados de color, prestados y azules. Su rubor, la punta del iceberg, congelado en capas de encaje en la fotografía de su sonrisa.

* La referencia es a los zapatos destalonados que en inglés se denominan “mules”.

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