martes, mayo 17, 2011

¿Quién dijo abajo Fidel? (Diario Milenio/Opinión 16/05/11)

A esta, que podría ser la crónica de un atropello, le asombra más la enjundia del agredido que el poder aplastante del agresor.


1.- Cambio y fuera

Alfredo San Juan.

En la primera escena, se aparece un agente de seguridad previniendo a los habitantes de la casa para que se estén quietos en los días que vienen. Con todo respeto, claro. Adentro, una mujer lo encara con la clase de entereza que con seguridad aterra a los vecinos, pues ni uno solo asoma la nariz a la calle. No pretende interrumpir los asuntos del gobierno, cuantimenos boicotear su congreso y su desfile (“los espacios del pueblo”, ha dicho el agente), pero tampoco acepta que el gobierno se meta a interrumpir sus actividades, como lo ha hecho durante los últimos cincuenta y dos años. Algo más tarde, deambulan justo afuera de la casa cuatro sabuesos más, decididos a intimidar a la familia, pero ellos no se dejan y responden a gritos que nada va a cambiar hasta que se caiga “la dictadura asquerosa ésta”. La mujer, mientras tanto, se queja por teléfono de los hostigamientos que padecen por opinar distinto y no callarse. Entre la reja y la fachada de la casa están aún regados los restos de pasadas agresiones: piedras, trozos de muebles, palos, astillas, pero los inquilinos han repuesto las cartulinas sobre la pared con arengas contra los hermanos Castro y en mayúsculas negras la palabra cambio.

La turba llega un rato más tarde, sintomáticamente organizados y recitando cantaletas unánimes a las órdenes de un megáfono puntual. Vivan Fidel y Raúl. Libertad para los cinco. Patria o muerte. Una vez que los más adelantados llegan hasta la reja de la casa, el del megáfono gira la orden: ¡Adelante, compatriotas!, de modo que no dudan en brincarse la reja y emprenderla contra la casa y sus ocupantes. A estas alturas, el de la cámara se ha refugiado adentro con la familia entera, mientras los agresores destrozan cuanto pueden y golpean las persianas de metal a palazos. De vez en vez, los agredidos abren una de ellas para poder insultarlos de frente, pero los otros se las cierran a golpes. Más allá de la reja, junto a una camioneta tripulada por más agentes de seguridad del Estado, la turba se da gusto con una cantaleta tropical: ¡Pin-pon-fuera, abajo la gusanera! Palazos y festejo simultáneos forman una coreografía escalofriante, vista desde el interior de la casa, pero los inquilinos son irreductibles y resisten a gritos hasta el final, cuando los invasores se retiran disciplinadamente.

2. Las antípodas del miedo

Hasta hace poco tiempo, los legendarios actos de repudio, organizados desde el poder mismo valiéndose de empleados, esbirros y con frecuencia niños uniformados que salen de la escuela formaditos con ese solo fin, se conocían meramente de oídas. Hoy los hay por decenas en YouTube. Cualquiera puede ver de cerca la bravura de Sara Marta Fonseca, protagonista junto a su familia de las escenas arriba descritas, y acaso entusiasmarse u horrorizarse, tal vez ahora más lo primero que lo segundo, si lo que allí se ve es a unos invasores arrinconados, toda vez que no pueden ir más lejos porque los invadidos están allí filmándolos y más pronto que tarde saltarán a la fama de los infames; sin quizás merecerlo, pues obedecen órdenes de quienes de un plumazo podrían decidir el destino de sus hijos o padres o amistades, allí donde nada de lo que se dice o hace pasa de noche para los vigilantes, que están en todas partes y quieren hacer méritos a como dé lugar.

Algo se resquebraja en una dictadura cuando sus adversarios la nombran en voz alta. Hoy por hoy, los vecinos se callan, pero sordos no son y ciegos tampoco. Tendrían que extrañarse, cuando menos. Según cuentan algunos de los agredidos, la solidaridad de los callados se expresa en gestos a menudo discretos, pero asimismo plenos de admiración. Se necesitan unas agallas grandes para plantarse así frente al poder omnímodo trasladado a la falsa furia de la menuda turba de infelices llevados y traídos a golpe de consigna con tal de no pagar consecuencias mayores. Se va agotando el miedo y de pronto los mismos blogueros disidentes, en cuyas diarias crónicas revolotea la sombra de una opresión sin pausa, conceden que en La Habana se escucha ya a los hijos de vecino hablar con poco o nulo empacho de ese tema de moda: la dictadura. De modo que si antes parecía bastante con encerrar a unas cuantas decenas de boquiflojos y marginar o estigmatizar al resto, ahora sería preciso callar a tanta gente que sus voces acabarían por multiplicarse. ¿Y no es eso, por cierto, lo que ya está pasando?

3. Viva Zapata 2.0

Los videos de uno y otro acto de repudio a la familia León Fonseca —son clientes, tal parece— muestran a unos agresores acobardados ante la valentía sobrenatural de los agredidos. Entre paleros y paramilitares no consiguen quebrarles la moral, y eso seguro que no estaba en el guión. Medio siglo de cantaletas victimistas se desinfla delante de esas imágenes donde una simple madre de familia se atreve a arrinconar a más de un centenar de esbirros exaltados y llamarlos así, además de asesinos. Con no más que palabras llenas de pundonor y lucidez, Sara Marta Fonseca Quevedo se hace con la razón y exhibe las fracturas de la fuerza.

¡Viva Zapata!, gritan los León Fonseca, y la frase de pronto cobra filo y vigencia por la sola herejía de su naturaleza. Será, a un mes de distancia, el grito de Guillermo Fariñas —otro héroe vigentísimo en este libertario santoral donde el nombre de Orlando suplanta al de Emiliano— no bien el régimen intente desmentir a través de su prensa la muerte por golpiza policiaca del disidente Juan Wilfredo Soto García. Una prensa donde estos nombres sólo aparecen para ser denostados y tergiversados, y donde por supuesto sus argumentos no tienen cabida. ¿Qué va a ser del futuro Granma, una vez que en las calles se le desmienta a grito pelado y sin el menor empacho? ¿Quién, que haya crecido soportando como un Te Deum infinito los peroratas del bufón de verde va a querer, para entonces, seguir callado? Como diría mi abuela, duren mis penas lo que esa dictadura.

No hay comentarios.: