lunes, abril 18, 2011

Los invisibles (Diario Milenio-Opinión 12/04/11)

Sujetos a extorsión y a violaciones constantes, los inmigrantes han visto el rostro más feroz de México: autoridades coludidas con organizaciones criminales, hambre, desolación, muerte


Este martes 12 de abril a las 22:30 horas el Canal 11 de televisión transmitirá Los invisibles, un programa especial compuesto de una serie de cuatro cortos documentales dirigidos por Marc Silver y Gael García Bernal, y producidos por Martha Núñez. Elaborados originalmente para Amnistía Internacional en 2009 y con una duración de aproximadamente 10 minutos cada uno, estos cortos exploran la brutal realidad que enfrentan los inmigrantes centroamericanos al atravesar nuestro país en su camino hacia Estados Unidos. Ya en los trenes de la muerte o encontrando refugio efímero en una de las pocas Casas de Migrantes en su ruta hacia el norte, los hombres y mujeres que arriesgan su vida con tal de llegar a su versión del sueño americanoconstituyen en realidad ese ejército de invisibles de la globalización contemporánea. Los más vulnerables entre los vulnerables. Sujetos a extorsión económica, a mutilaciones varias y, en especial en el caso de las mujeres, a violaciones constantes, estos inmigrantes han visto, tal vez mucho antes que la gran mayoría, el rostro más feroz de México: autoridades policiacas coludidas con organizaciones criminales, hambre, desolación, muerte.

No por casualidad Los invisibles, el programa que trasmitirá el Canal 11, es también una conversación. Convocados por Gael García Bernal, algunos periodistas y escritores y comentaristas políticos nos dimos a la tarea de entablar un diálogo alrededor de estos cortos de factura notable. Nombrar es una manera de reconocer la existencia de una realidad. El que conversa vuelve visible lo oculto. La plática también corre el velo del silencio para que la palabra, las palabras, vayan cobijando poco a poco a los cuerpos mancillados. Dialogar al respecto no puede no involucrar el ánimo de construir una solución en conjunto. La invitación explícita de Los invisibles es a que todos participemos de esta conversación, ciertamente, pero también, y luego entonces, a que todos desde nuestras trincheras contribuyamos en algo. Se necesitará a más de uno para hacer brillar la luz al otro lado del túnel en que se ha convertido este México segado por una guerra inútil y absurda.

Por razones de procedencia y también de cariño, la conversación que compartí tanto con Gael García Bernal como con el periodista Diego Osorno se concentró en los estados norteños de Nuevo León y de Tamaulipas. Todavía estaban frescas, entonces, las noticias sobre los cadáveres de los 72 inmigrantes centroamericanos descubiertos en mi estado de origen. Hablamos de eso. Hablamos también de las rutas migratorias que llevaron, entre tantas otras familias, a los Rivera y a los Garza a ese rincón del país donde, hasta mediados del silgo XX al menos, todavía era posible vivir bien y en paz. Charlamos de lo que solía ser: las reuniones de la familia alrededor de las largas mesas de madera; los campos de sorgo y, antes, los campos de algodón; el pase fronterizo. El trabajo, el sudor, la risa. Hablamos mucho también, aunque creo que esto fuera de cámara, acerca de larguísimos trayectos en carreteras y brechas a través de los cuales la geografía se convirtió en piel y la piel en memoria compartida. Todos somos de un lugar. Todos regresamos a unos brazos.

Ahora mismo, mientras escribo este texto, me llegan las muy tristes, las muy escalofriantes noticias de otras fosas. Son las noticias en que se reportan 59, y luego 72 y, hasta hace rato, 88 cadáveres encontrados en el municipio de San Fernando, Tamaulipas. Se trata de hombres y mujeres ahora sin rostro y sin nombre que, sin duda, alguna vez respondieron a un apelativo cariñoso. Hijos de alguien. Primos de alguien más. Novios, esposas, padres. Son hombres y mujeres que, de ya, le duelen a sus seres queridos y, por lo tanto, nos duelen a todos. Son los daños colaterales de, repito, la guerra inútil y absurda que, como calificara el poeta Javier Sicilia hace apenas unos días, es el pudrimiento del país. Quiero pensar que las conversaciones que conforman el programa de Los invisibles también los incluyen a ellos, a estos nuevos 88 caídos. Y a los que, de continuar esta guerra, seguirán pereciendo.

Hace apenas unos días, Sergio Fajardo, uno de los artífices del Plan Medellín —la única estrategia integral que ha comprobado ser efectiva en reducir niveles de violencia asociados al narcotráfico— visitó Ciudad Victoria, Tamaulipas. Ahí, en un discurso apasionado y lleno de detalles significativos, el político colombiano fue desglosando los métodos de su cruzada. Lo más bello para los más humildes, dijo, antes de describir la construcción de parques, bibliotecas, centros culturales en las áreas menos favorecidas de la ciudad como parte de un proyecto urbano integral. Dejar de lado a los que tienen precio, dijo, porque con ellos empieza y echa raíces la corrupción de la que se alimenta, sin duda, la violencia. Transparencia. Honestidad. Confianza ciudadana. Proyectos de autogestión comunitaria. Nada, en fin, que no sepamos. Nada en lo que no podamos, como colectividad, apostar antes de que el país se nos convierta en un puro, incesante, triste, funeral.

Ojalá puedan echarle un vistazo al programa del 11 hoy en la noche. Ojalá podamos extender esta conversación al país entero. Ojalá que esta conversación urgente, necesaria, nuestra, pronto nos ayude a establecer caminos alternativos a la guerra.

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