martes, marzo 29, 2011

Autogeografía (45)-Pedro Ángel Palou

Que jamás el destino, comprendiéndome mal

Me otorgue la mitad de lo que anhelo

y me niegue el regreso.

Robert Frost.

Somos países enteros, dijo el abuelo un día. El exilio no existe.

Se viaja con uno mismo a cuestas. Aguarda la luz, que es tuya,

me susurró al oído, luego se desvaneció en un hilo de sangre.

No le bastaba ya su forma, pronto iba a ser en otro ser.

Cerró la voz, apagó la mirada tan poco humana ya.

-

Tengo ahora la edad en la que él salió de su país

para no volver nunca. Sé de cierto que él era la neblina

verdosa de su Asturias. Sus canciones, sus risas.

Y como él, he partido. Con los míos a cuestas, como

un coro nostálgico. Hemos optado por la nieve y

la montaña y otra vez el silencio. Tal vez el hielo, pienso,

nos apacigüe.

-

Busco la luz, esa que el abuelo prometió un día.

Anhelo la voz total, una que salga de la piel pero sea

más que carne. Que provenga de la tierra pero quizá

de cuando la tierra no era sino sueño de ser polvo.

La mirada nocturna y de crepúsculo. La verdadera.

-

He envejecido, visto canas y otro cuerpo, como un traje

nuevo. Uso gafas, no veo bien los contornos y colores

de las cosas. Sé algunas cosas ya: que uno nunca se conoce

del todo, que los caminos no siempre nos llevan al destino

y que el viaje, cualquier viaje, es un regreso a casa. Al viento.

-

Sé también que no basta el amor, ni la canción o la granada.

Que otros frutos, otra copla y otros humores nos vuelven

menos bestias, más huraños. Y que se está al final solo.

En medio del bosque, su humedad y sus extraños ruidos.

El blanco arce, abedules, la enramada. Toda huida nos conduce

al mismo refugio. Allí un libro, papel, tinta. Las palabras.

-

Somos sólo eso: palabras, letras descosidas buscando remiendo.

Sílabas enloquecidas en pos de un ritmo. Rumores y ruidos

nuestros cuerpos necesitados siempre del naufragio.

Hace frío. Sopla el viento. Una ardilla emerge tímida de su árbol.

Respiro hondo, suspiro. Soy otro. Soy ninguno. Soy el mismo.

No han llegado aún los pájaros, no se escucha su canto. El silencio

De las aves es mi otro abrigo. Amanece entre mis venas y tu cuerpo.

Surge al fin la luz, aún tímida. Otra vez nos abrazamos.

-

Empieza el deshielo, la montaña se hace de agua, se desvanece

Tal vez nos merezcamos, todos, la alegría de una flor, una tan solo

Y el canto de un petirrojo, que anuncie el inicio de otro día.

---

28 de marzo 2011, frente a la Senda Apalachina, en Nueva Inglaterra.

No hay comentarios.: