miércoles, julio 07, 2010

Evelyn Evelyn-Pedro Ángel Palou (revistas Poder y negocios 06/07/10)

Es la primera vez que este Knock Out se dedica, en exclusiva, a la recomendación de un disco. Me encuentro deslumbrado con el proyecto musical y narrativo de Evelyn Evelyn, el primer disco de dos hermanas siamesas, Eve and Lyn, quienes obviamente tienen dos cabezas pero comparten el cuerpo, sus tres piernas, un solo hígado, dos corazones, tres pulmones. Las hermanas siamesas, quienes tocan el ukelele, han conseguido que una de las mentes más interesantes en el mundo musical y del cabaret (Amanda Palmer, la productora de The Dresden Dolls) las apreciara por su talento musical y haya decidido hacer ese CD que es muchas cosas a la vez: una recopilación de canciones, una ópera-cabaret, una pequeña novela gráfica incluida y un producto de gran calidad musical profundamente conmovedor.
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Las hermanas Lyn and Eve nacieron en 1985 en una granja de Kansas, Colorado (una canción narrativa del disco, Los trágicos eventos de septiembre, cuenta su nacimiento y la muerte de su madre en el parto, así como la locura instantánea del padre que se suicida) y fueron ‘vendidas’ al circo Dillard & Fullerton’s Illusive Traveling Show con el que viajaron por Estados Unidos adquiriendo su propia voz como cantantes, inspiradas en Gun’s & Roses, Joy Division, The Andrew Sisters.
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Hay algo noir en todo el disco, pero también una atmósfera cómica que hace leve la historia e interesante por completo el proyecto mismo y su feliz alternancia de la experiencia personal del freak-show al abuso sexual a la descripción de la psicología de dos hermanas siamesas: “Crecimos más juntas que nadie, hemos usado la misma ropa, somos no Eve y Lyn, sino Evelyn”. De hecho, una de las canciones es un diálogo entre ambas en las que cada una llama a la otra por el nombre completo: Evelyn. Porque ésa es la otra cuestión central del disco, la pregunta –profunda y leve, cuando tiene que serlo– sobre la identidad. ¿Son dos o una? ¿Es el cuerpo la identidad? ¿O el cuerpo y el cerebro? Lo curioso del caso es que viven las mismas experiencias –están condenadas a no poder separarse– y, sin embargo, sus conciencias son las de dos personas distintas. La voz, tan completamente diferente entre una y otra hace más fuerte aún la metáfora. Porque no se nos olvide que en un CD tenemos de ellas sólo eso, una voz. O, mejor: dos voces.
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La tragedia de las niñas sigue. El sheriff se las lleva, huérfanas, a un orfanato pero choca contra un camión de gallinas cuyo conductor, muerto el alguacil, se las lleva a su granja, donde viven parte de su infancia, hasta que, como ya lo dije, las vende para convertirlas en fraks. Se las llevan, curiosamente, en una serie de cajuelas hasta una productora de videos para gustos extraños. Una mujer, allí, las ‘bautiza’ como Eve and Lyn mientras les toman fotos desnudas, con disfraces. Y las presentan con sus ‘tíos’, uno tras otro. Esos hombres viajan hasta allí, impulsados por las fotos o los videos para poseerlas. Una mujer, Sandie, se las lleva por tres años, hasta que desaparece y las hacen regresar. Allí son abusadas hasta que cumplen 11 años, y un hombre que habla español se las lleva al circo donde iniciarán su carrera pública con otros especímenes –humanos y animales– de lo grotesco y lo extraño. Varios de los payasos, por cierto, han sido sus tíos en los horribles días pasados. En el circo encuentran sus mascotas: unos elefantes siameses que tampoco pueden separarse (allí las llama Bimba y Kimba, otra identidad).
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A los 16 años de las gemelas sus hermosas mascotas, Elephant & Elephant mueren, las dejan solas, emocionalmente devastadas, sin querer tocar el ukelele y cayéndose una y otra vez en su acto, para ellas imposible, de subir a una enorme pelota roja. En una de esas giras hay dos grupos de protestantes que representan, por un lado a una secta de cristianos fundamentalistas Split, que busca separar a los gemelos siameses donde los encuentren porque tendrán un papel preponderante en la nueva venida de Cristo. Otro de los grupos busca que, en cambio, no se les separe. En Sacramento, California, las niñas son casi raptadas por uno de los bandos. Entonces ellas escapan en la noche y piden aventón.
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Hasta aquí parece que la biografía doble de Eve and Lyn es producto de la imaginación de un narrador macabro. Y sin embargo, todo lo que he dicho hasta aquí es real, absolutamente real y doloroso. Me he comunicado con las gemelas y han aceptado una larga entrevista-reportaje sobre sus casos (¿o su caso?).
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En otro de los fragmentos narrativos Evelyn le cuenta a Evelyn que ha tenido una gran pesadilla. En ella Evelyn –¿cuál?–, ha soñado que está en una calle desierta y Evelyn –¿cuál?– ya no está. Es sólo un sueño. Nunca estarán separadas. Consiguen trabajo en un motel y allí componen sus canciones y perfeccionan el ukelele. En internet descubren una red social y a escondidas, en las noches, en la recepción del motel crean su perfil musical. Suben sus canciones con la esperanza de tener muchos amigos. Es internet su puerta a la libertad, después de tantos años de aquí para allá, esclavizadas no tanto por su condición física sino por la interpretación que las buenas gentes dan de su condición. Es la otra gran lección ética del disco: somos nosotros los fenómenos, somos nosotros los que convertimos en curiosidad una diferencia. Nosotros somos los monstruos al crearlos de la nada de nuestro inconsciente, de nuestras peores pesadillas. Evelyn Evelyn son –una y dos– personas, conciencias, a quienes una condición física las ha juntado por siempre. Hasta allí lo biológico. Todo lo demás que les ha ocurrido es en realidad parte de nuestra barbarie disfrazada de civilización. Somos nosotros la abominación.
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Si MySpace es lo que les permite darse a conocer y, finalmente, lograr que Amanda Palmer las conozca y produzca este hermosísimo disco (junto con Jason Webley, un gran músico de Seattle), es porque han “buscado la vida en un café internet”. La metáfora es impresionante: la penúltima canción dice: “Sólo quiero Myespacio”.
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La canción final, por ello la más trágica, es un cover: Only love will tear us apart. En su letra está el sino: sólo el amor (¿o podrán las dos amar a un mismo?) las rasgará aparte como una indivisible hoja de papel que es hecha trizas.
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Uno no puede sino llorar al final de este memorable CD, uno de los más profundos y hermosos que he escuchado en mi vida.

"Carolina y el DF- Parte I"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista”-07/07/10)

A Carolina, por ser la Kurá de mi mundo.
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Caminar por otra ciudad que no es la natal, andar como si nada, con singular familiaridad. Dominar al monstruo. Enfrentarlo. Siempre al lado Carolina –la de serenos ojos y palabras de bisturí-, que me entrega su confianza y se anima a caminar por esa gran ciudad: el Distrito Federal, por todos temida, aborrecida e indeseada. Mientras que para mí, es la ciudad anhelada y perfecta. Prefiero el anonimato citadino que otorga la región más transparente del aire a la hipocresía citadina y acomodaticia de la levítica ciudad de los ángeles y el Chelis.
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Recorrer el Distrito Federal es transitar por dos ciudades al mismo tiempo, la exterior: aquella que vemos a diario y dejamos de admirar, porque no se tiene tiempo para la contemplación, sin embargo esa ciudad tan despreciada por la vista, es la que siempre aloja los pasos, los sueños, las horas de trabajo, las horas de comida y las horas de ocio de cada uno de los habitantes; y la subterránea: aquella en la que cada caminante suele refugiarse para evitar la pesadez del mundo que arriba continua a otro ritmo, abajo se anda con prisa, porque así como se entra, se quiere salir. Quizá por saber que ese acto es un preludio de nuestro final: permanecer bajo tierra.
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El viaje emprendido a esta ciudad tenía muchos motivos intrínsecos: culturales, literarios, sentimentales, familiares y motivacionales. Necesitaba respirar un poco de libertad; cimentar mi relación con Carolina y condimentarla con experiencias únicas y nuevas; reencontrarme con la escritura que hace rato me tiene abandonado; vitaminarme con la ansiedad de una ciudad enorme, para poder tolerar la tranquilidad y aburrimiento de otra como lo es Puebla; hacer a un lado el apellido Pérez que se ha vuelto asfixiante y decepcionante, para respirar el Godínez, que con todo y sus desavenencias, sigue siendo la mejor opción para recuperar la vida, entre otras cosas.
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La primera parada destacada que realicé con Carolina fue en la Casa Azul de Frida Kahlo. Un lugar hermoso e impresionante. Observar algunas de sus obras, los lugares donde dormían, comían y desde luego, pintaban. Contemplar la silla de ruedas, sus pínceles, sus libros y demás pertenencias lograban que uno se imaginara cómo fue su vida, sus alegrías, sus tormentos, sus dolores y entonces, sí, sentir con mayor profundidad cada una de las pinturas creadas por Frida. Pinturas que se encarnaban y me enfriaban. Pinturas que me eran descritas por mi Carolina, que de un momento a otro lloraba de emoción, porque estaba ahí, el lugar, la estancia de Frida Kahlo, donde su pintora admirada había vivido, sentido y creado. Yo también quería estar ahí y no hubo mejor ocasión, ni mejor compañía que la de mi Carolina. Frida nunca vio al sufrimiento como algo indeseable, sino como parte de la vida, quizá indispensable. Frida no sería lo que hoy es, sin esa visión que le otorgó la pérdida de su pierna.
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¿Cuántos no andamos por la vida mutilados? Muchos, empero son pocos, por no decir escasos los que han podido hacer de esa mutilación un motivo para la creación, sin convertir al arte en un panfleto sentimentalista. Y ¿cuántos hemos sido capaces de plasmar con tal exactitud el dolor humano? Casi ninguno y probablemente la única persona se llama Frida Kahlo.

martes, julio 06, 2010

Ponchito en Canal 22 - Parte 9

Ponchito en Canal 22 - Parte 8

Ponchito en Canal 22 - Parte 7

Ponchito en Canal 22 - Parte 6

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Ponchito en Canal 22 - Parte 3

Ponchito en Canal 22 - Parte 2

Ponchito en Canal 22 - Parte 1

La responsabilidad histórica de Moreno Valle-Pedro Ángel Palou(Diario El Columnista 06/07/10)

A lo largo de muchas semanas ya, casi las mismas que duró la campaña hemos venido analizando el comportamiento de las coaliciones, las propuestas –cuando las hubo, pocas-, los errores y sobre todo las carencias de nuestro estado en muchas de las áreas cruciales para el desarrollo social, humano y económico de Puebla.
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A muchos les molestó que aquí se pusiera el dedo en la llaga y que hablásemos del hartazgo social del electorado, del voto switcher que ahora sí podía creer en un cambio posible y en una transformación política radical de nuestro estado. Ese más de 55% que salió a votar el domingo –en otros estado la abstención fue del 60%- estaba convencido de lo que hacía, porque las elecciones no las ganan las encuestas, sino los votantes, en una democracia.
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A las encuestas –incluso a las de salida- en una sociedad cerrada, presa del miedo y de la zozobra continua, se las responde veladamente. Y se hace otra cosa en la soledad del voto, en el momento crucial en el que se tacha la opción que se prefiere. Y por eso eran tan cautelosos. Pero al final la elección no fue cerrada, sino superior a los doscientos mil votantes, casi el 11% mayor y además muy superior a la que llevó a Marín a la gubernatura hace seis años. Esta es, en serio, una elección distinta, con el peso de las elecciones federales, porque se disputaba por primera vez la posibilidad de una verdadera alternancia política y la gente, harta, lo supo. Incipiente o no esa es la democracia.
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Y los poblanos prefirieron democracia, apertura, transparencia. No quisieron más de lo mismo –junto con Oaxaca y Sinaloa le estropearon la ilusión del carro completo al PRI; incluso El País así piensa en su objetivo análisis del caso-, pensaron que si salían a votar cumplirían el sueño de la alternancia política del que aquí hablamos hasta el cansancio.
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Porque Rafael Moreno Valle ha prometido, por encima de todo –incluso de las promesas de marketing puro que todo candidato suelta-, ser el gobernador de la transición democrática en nuestro estado. Tarea titánica si pensamos en lo anquilosado de nuestra política. No sólo se necesita una nueva clase política –esa que hoy llegó a las alcaldías conurbadas, al congreso que si bien no tiene mayoría puede permitirse negociar, consensar, hacer política. Se necesita un primer compromiso: un nuevo pacto social en Puebla. Un pacto social incluyente, democrático y abierto que nazca de escuchar.
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En estos seis meses el gobernador electo puede, como en ninguna otra época hacerlo con tranquilidad y esfuerzo, pasión y paciencia. Puebla ya abrió los ojos, ahora los políticos tienen que hacer lo mismo.
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Y ese pacto social necesita, forzosamente, una reforma política radical. Puebla puede ser un laboratorio del país en materia de separación de poderes, de transparencia y rendición de cuentas y en participación política de todos los sectores sociales. El gobernador electo –le falta un día para la constancia de mayoría- ha dicho que este es un triunfo de los ciudadanos. Es cierto, pero la condición es que sean tomados en cuenta desde el principio como actores de este nuevo escenario político.
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Los votantes del campo –los de la Sierra Norte y la Mixteca- que votaron por la otra coalición tienen que ser integrados desde el inicio de ese plan de desarrollo, la condición de todo verdadero pacto es la inclusión.
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Las libertades de prensa son fundamentales en este periodo. La prensa amordazada o comprada denostó a Moreno Valle hasta el cansancio, lo repudió hasta la madrugada del lunes. ¿Con qué cara aparecen ahora grandes titulares, ocho columnas llenas de adjetivos: histórico, masivo, para calificar a su antiguo villano favorito? En la búsqueda del eterno chayote han mostrado de qué están hechos y han evidenciado que la prensa en Puebla es parte de la debacle política. Una reforma que implique dejar a la prensa hablar pero también dejar de pagar su subsistencia mediante los famosos convenios mordaza es fundamental. Una prensa crítica a la que los ciudadanos confíen no se hace en seis meses. Es parte de esa transición y nos llevará años.
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Adelgazar la burocracia dorada es apremiante. Moreno Valle lo hizo ya en la Secretaría de Finanzas y en el Congreso del Estado. No a la reduplicación de funciones entre dependencias y, sobre todo, organismos descentralizados y desconcentrados. Al pasar todas las funciones ejecutivas de un sector a la dependencia a cargo se eliminan, automáticamente, esa pléyade de zánganos que medran del clientelismo político. Y allí está la otra clave: no a las clientelas como formas de perpetuarse en el poder. Un gobernador de la transición que llega al poder mediante una coalición tan compleja como enorme debe negociar un primer gabinete de todas los colores: no un gabinete de políticos, sino de políticas públicas en donde estén representadas la izquierda, el centro y la derecha que lo llevaron al triunfo. Pero que estén, sobre todo, representados los ciudadanos que han depositado su confianza en una alternativa.
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Esa palabra es para mí la fuente de todo el pacto político del morenovallismo que hoy llega a Puebla de regreso, después de haber sido traicionado por el PRI inicialmente: confianza. El bien más preciado que el pueblo le otorga a su gobernante, ese pacto tácito que le dice: tú sí puedes, yo te delego mis sueños.
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En un comercial para el cine que se proyectó en la campaña Moreno Valle obligaba al público de las salas urbanas a ver la realidad indígena, pobre, incluso miserable de nuestro estado expulsor de migrantes. Prometía trabajar para ellos, para que no ocurra nada de lo que allí con innegable sentimentalismo se nos presentaba. Pero quien conoce los 217 municipios o los 6500 comunidades menores a mil quinientos habitantes en los que se dispersa la población de Puebla sabe que no sea trata de un ardid publicitario: era ahora o nunca antes de la votación histórica de la alternancia.
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Y es ahora o nunca en estos seis años que se pueda llevar a Puebla a otro estado de cosas. A juzgar por las promesas de campaña el diagnóstico ya está hecho, ahora se trata de empezar a trabajar, día a día, por una Puebla que no espera. La Puebla a la que se le prometió el metrobús, los proyectos productivos, la reorganización entera del aparato judicial, la reactivación económica y del campo. La Puebla de las mujeres y los niños, la Puebla de la educación de calidad de verdad. La Puebla de la historia y la cultura, del patrimonio que da trabajo, que es herencia y por ser heredable debe cuidarse, protegerse, pero sobre todo usarse. A reactivar nuestros centros históricos, nuestras zonas arqueológicas, nuestras industrias sin chimeneas y nuestra planta productiva.
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Porque fue el sentido de urgencia el que sacó a votar al ciudadano. Fue ese apremio lo que nos hizo pensar que esta vez, por qué no, la política podía estar al servicio de la gente.
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Por un nuevo contrato social de Puebla y para Puebla, todos debemos sumarnos y conservar nuestra mirada crítica pero también nuestra capacidad de solidaridad en la construcción, necesariamente colectiva, de la sociedad abierta, transparente y en crecimiento constante que deseamos con ahínco.

Turno nocturno (Diario Milenio/Opinión 06/07/10)

¿A qué tipo de documentos podría recurrir un antropólogo de finales del siglo XXI para desentrañar, y esto en su mayor detalle, la vida privada de hombres y mujeres de inicio del XXI? Si este fuera el año 2092 y yo fuera ese antropólogo interesado en explorar los recovecos humanos tanto de la sentimentalidad como de la sexualidad de inicios de siglo, sin duda buscaría entre los registros de los TL (Timelines) de las cuentas de twitter que, según noticias de hace no mucho, deberían estar catalogadas en los archivos del congreso norteamericano.
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En el twitter no se dice la verdad, eso se sabe. Pero en el twitter se exagera o se imposta dentro de un contexto cultural que igual alimenta como encauza la imaginación que, de hecho, terminará por construir el personaje. En alguno de mis primeros escritos alrededor del fenómeno escritural que es twitter dije lo siguiente:
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1.3. Porque el presente del tuit es desde antes un readymade, no hay tuit sincero.
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1.3.1. Todo tuit es, desde antes, inverosímil.
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1.3.2. El tuit confesional es una contradicción en términos.
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1.3.3. Nadie hace en realidad tuit tease.
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1.3.4. Alterproducido y alterdirigido, el tuit va de afuera hacia afuera.
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1.3.4.1. El tuit es una escena.
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Vayamos por partes. Sostuve ahí que un tuit (el mensaje de 140 caracteres que un twittero escribe siempre dentro de un rectángulo en la parte superior de una pantalla) es un readymade para enfatizar la naturaleza mediada de su definición más propia. Un readymade, ese objeto encontrado y cotidiano que se despliega, luego entonces, a través de una forma ya codificada, está siempre listo para usarse. Por esa y no por otra razón llegué a afirmar ahí que el tuit no era inverosímil (en el sentido en que, si lo verosímil 1. Adj, Tiene la apariencia de verdadero; lo inverosímil debe tener entonces 1. Adj la apariencia de lo falso). Pero no me detuve ahí. Dije, y esto lo sostengo, que no hay tuit confesional. En otras palabras, dije ahí que, en tanto readymade, un tuit podría tomar la forma de lo confesional para así producir el efecto de revelación e intimidad que muchos asocian a la catarsis. De ahí, claro, que nadie esté en posición de hacer tuit tease. Aquí nadie se desnuda o, en todo caso, si alguien se desnuda entonces la desnudez es sólo un disfraz. El tuit, que se expone de nacimiento, se produce en el afuera (el lenguaje, la pantalla, el tablero) y se dirige, sin lugar a dudas, hacia al afuera y en el afuera: el timeline. El tuit es una escena pequeñísima.
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Si al menos 80% de lo incluido en el párrafo anterior resulta sensato o al menos documentable, entonces es obvio que el antropólogo del 2092 no encontraría la verdad de las vidas sentimentales y sexuales de inicios del siglo XXI en ningún timeline. Lo que el antropólogo del futuro sí encontraría, sin embargo, sería la construcción colectiva de los límites de la así llamada vida íntima. El antropólogo, que en realidad era una antropóloga, por cierto, haría bien en cuestionar la veracidad de los datos a su disposición. Pero también haría bien en creerlos a pie juntillas con tal de llegar a dilucidar todos y cada uno de los elementos que se desplegaban para producir el terreno mismo de lo íntimo. Después de todo, como bien confirma Fernández Porta, “la intimidad es un concepto que fue construido por las clases acomodadas a finales del siglo XIX, para distinguirse de las clases populares. Estaba basado en la posesión de espacios cerrados (casas y habitaciones, pero también espacios sociales impermeables), que garantizaban un cierto refinamiento en la vida interior y relacional. En rigor ese concepto deja de existir a mediados del siglo XX con la extensión de las formas de espectacularización y publicidad”.
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El antropólogo que en realidad era una antropóloga leería, pues, los timelines de inicio del XXI. Si pudiera aconsejarla, le diría que se concentrara, sobre todo, en los tuits del turno nocturno. Se trata de la producción escritural de los insomnes y va de por ahí de las 11 de la noche a eso de las 2 o 3 de la mañana. Son las horas más frágiles: ahí el desvelado implora y borracho dice algo con apariencia de verdad. Casi todos los tuits del turno nocturno llevan de manera más o menos explícita la disculpa por lo que algunos denominan, no sin cierta altivez, su cursilería. @Viajerovertical, un tuitero que se dedica casi exclusivamente a merodear las ideas contemporáneas del amor desde su punto más nostálgico suele reírse de sí mismo en este aspecto. Algunos de estos tuits son divagaciones o revelaciones más o menos disfrazadas sobre el tema de lo sexual. @Altanoche, desde Hermosillo, diría cosas como ésta: Tengo ganas de meterme a la cama. Pero no a la mía. @Reiben, un joven escritor tijuanense, ha llegado incluso a tuitear una secuencia de pornotuits que incluyen imágenes de mujeres atadas a una silla mientras otros dos se dedican a tener sexo violento frente a sus ojos. Que lectoras como @Manchas o @DianitaGL o @Javier_Raya se inmiscuyan en la narrativa fragmentaria del TL para pedir mano en el momento de elegir a qué personaje interpretar no deja de tener su gracia. La antropóloga lo comprobará más bien pronto: incendiados y ruiseños, los tuiteros de inicios del siglo XXI estaban dispuestos a dar cobijo y a apropiarse de secuencias o personajes para provocar el deseo. @ciervovulnerado merece una mención aparte. Desenfadada por principio de cuentas, dueña de un dominio jocoso de la blasfemia popular, esta tuitera de Guadalajara no tiene empacho en mencionar por su nombre a las partes del cuerpo que se refiere. Tampoco le tiembla la mano cuando retrata a su familia —su hermano también tuitea— ni mucho menos cuando describe sus encuentros (imaginarios o no) con diferentes parejas. @Hiperkarma, una tuitera de Monterrey, pone en juego el lado más bien queer de la moneda. Incluso @MiguelCarbonell, quien usualmente tuitea sobre temas sociales, especialmente relacionados al derecho, no pierde la oportunidad de citar a Sabines o de expresar su nostalgia o de emitir suspiros en los tuits de medianoche.
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Algo huele a fresco ahí y es por eso que uno sabe que no se trata de Dinamarca. La antropóloga, que acaso sí fuera a fin de cuentas un antropólogo, haría bien en leer con cuidado y reír con ánimo ante las desveladas anti-confesiones de las que se hace esa intimidad que, en nuestra era, va de afuera hacia fuera. El fin del círculo.

lunes, julio 05, 2010

Esas narices frías (Diario Milenio/Opinión 05/07/10)

Humana sinrazón

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Es tan gentil que no se atreve a despertarme. Pero su vigilancia es rigurosa, de modo que abro el ojo y se deja venir, como sobre una presa. Chillando por lo bajo, intentando desbordar elocuencia, a ver si así me entero de que esta mañana no es como las otras. Una vez que he captado su ansiedad y ya hasta le pregunto si se siente bien, se encima y se acurruca en mi muslo derecho, gimiendo todavía, tal vez porque el mensaje no acaba de pasar. Lo acaricio y se calma. ¿O será que me calma él a mí? Seguramente. Más todavía pasados unos cuantos minutos, cuando ya se ha estirado, se relaja y va quedándose dormido. No es fácil explicar la paz que a uno lo invade cuando otro ser viviente se le duerme con la cabeza recargada así, pero en ese transcurso cuesta trabajo preferir otra cosa. Me quedo quieto por varios minutos, mientras Boris resuella, masculla y agita las cuatro patas, presa de alguna intensa ensoñación que me entrego a velar con celo entre filial y paternal, pues conservo la creencia de que ni en sueños deja de cuidarme.

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Una vez que despierta, vuelve a chillar. Se supone que yo soy el inteligente, pero es un hecho que él me entiende bien y yo las paso negras para descifrarlo. Debe ser una calamidad no poder expresarse sino con la mirada o el chillido, cuando lo que a uno le urge dar a entender es que lo está matando un dolor de muelas. Por otra parte, el ser humano es arrogante por naturaleza. Tratar con él desde cualquier especie diferente supone soportar prejuicios y asunciones que no hay manera de contradecir. O casi, porque algunos —es el caso de Boris— muy rara vez hacen lo que no quieren, y en ocasiones logran que uno entrevea, suponga o conjeture lo que para ellos fue siempre evidente. Resultado: de cada diez disputas domésticas entre mi can y yo, suele él tener razón en un promedio de ocho. Afortunadamente, no es uno de mi especie; de otra manera se pasaría la vida echándome los errores en cara.

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Inspiración canina

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Lo de menos es qué me haya propuesto hacer hoy, o de qué haya podido tratar esta columna, si ya vamos camino del veterinario, desde que Boris se negó a hacer nada que no fuera conducirme al garage, trepar al coche y contemplarme con urgencia inequívoca. No parece creíble, para quien poco o nada sabe de perros, que puedan asociar al consultorio con el remedio para el malestar físico, pero luego de haber visto a otro chucho querido arrastrarse por propia decisión hasta el pie del quirófano, con el estómago al punto de la necrosis, difícilmente me atrevo a dudar que hoy por hoy Boris sabe lo que necesita. Si yo me tomo meses para ir a un doctor, él no conoce miedo ni negligencia. Y si unos se enorgullecen de los trucos que enseñan a sus canes, otros podríamos pasarnos las horas relatando lo que hemos aprendido de ellos. Templanza, disciplina, comprensión, gentileza, lealtad, paciencia, discreción: asuntos ciertamente más complicados y valiosos que traer el periódico cada mañana. Cosa esta última impensable en Boris, que ya bastante hace con no destrozarlo.

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“¿Y un animal no lo pudo picar?”, pregunto a la doctora, que ya le descubrió una infección cutánea pero aún no le encuentra motivo de dolor, ni me compra la hipótesis del piquete. Una vez auscultado y oficialmente sano, Boris regresa al coche presa del mismo triste retraimiento, de forma que volvemos a la casa con la ansiedad apenas encogida y la agenda totalmente cambiada. Imposible ir en paz por la vida si quien te da la paz tiene retortijones, o calambres, o jaqueca o sabrá el diablo qué. Imposible explicarlo, también, ante quien nunca se ha entendido con cuadrúpedos. ¡Ah, pero qué delicia es, en contraste, toparse con abiertos simpatizantes de la especie perruna, y enfrascarse con ellos en pláticas extensas y apasionadas que en cosa de minutos nos amistan! Cierto que a todo el mundo le gusta hablar de su persona y sus asuntos, pero si al fin se trata de disfrutar, algunos preferimos hablar en torno a perros. Sobre todo si están ellos presentes, y como es obvio entienden y participan.

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Quiéreme, bestia

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Mi amigo Juan N. López, que además de querer bien a los chuchos se da el gustazo de filmarlos y editarlos, me habló hace poco del efecto que éstos tienen sobre los niños autistas. Basta el primer contacto entre el perro y el niño para que caigan las agujas del baumanómetro, en el mero principio del tratamiento. Y uno, que cada día recibe esta terapia, no encuentra nada raro en el relato, si también los enfermos de Alzheimer viven mejor en compañía de un can. Ignoro qué tan lejos ha llegado la ciencia en probar lo que algunos sabemos desde niños sin haber levantado una probeta, pero ya me horrorizo de sólo imaginar la clase de individuo que sería de no haber recibido la educación y el trato neuroprofiláctico que me han dado los perros: enemigos mortales de mis peores demonios.

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Boris va y viene, todavía indispuesto y a ratos gimebundo. Debe de ser terrible, me figuro, depender totalmente de un animal, bípedo para colmo, que no logra entenderte. Por eso uno de pronto se preocupa ya no de ser un día mejor persona, empeño bien difícil de alcanzar, sino al menos de ser una bestia confiable. Y esa es la sensación que de pronto consigue no bien logra dormirse sobre el perro, o servirle de almohada y escuchar el resuello, el latido cardiaco, el crujir de su estómago. Bestias los dos, él que nada reprocha y yo que nada tengo que reprocharle. Él que me entiende más de lo que imagino y yo que aprendo lento a comprenderlo. ¿Es de verdad tan raro que una bestia se sienta un poco enferma cuando advierte que la otra no está sana? ¿Que le cambie la agenda del domingo y el tema del artículo del lunes? ¿Que sea tan entrañable esa palabra: bestia?