martes, julio 06, 2010

Turno nocturno (Diario Milenio/Opinión 06/07/10)

¿A qué tipo de documentos podría recurrir un antropólogo de finales del siglo XXI para desentrañar, y esto en su mayor detalle, la vida privada de hombres y mujeres de inicio del XXI? Si este fuera el año 2092 y yo fuera ese antropólogo interesado en explorar los recovecos humanos tanto de la sentimentalidad como de la sexualidad de inicios de siglo, sin duda buscaría entre los registros de los TL (Timelines) de las cuentas de twitter que, según noticias de hace no mucho, deberían estar catalogadas en los archivos del congreso norteamericano.
-
En el twitter no se dice la verdad, eso se sabe. Pero en el twitter se exagera o se imposta dentro de un contexto cultural que igual alimenta como encauza la imaginación que, de hecho, terminará por construir el personaje. En alguno de mis primeros escritos alrededor del fenómeno escritural que es twitter dije lo siguiente:
-
1.3. Porque el presente del tuit es desde antes un readymade, no hay tuit sincero.
-
1.3.1. Todo tuit es, desde antes, inverosímil.
-
1.3.2. El tuit confesional es una contradicción en términos.
-
1.3.3. Nadie hace en realidad tuit tease.
-
1.3.4. Alterproducido y alterdirigido, el tuit va de afuera hacia afuera.
-
1.3.4.1. El tuit es una escena.
-
Vayamos por partes. Sostuve ahí que un tuit (el mensaje de 140 caracteres que un twittero escribe siempre dentro de un rectángulo en la parte superior de una pantalla) es un readymade para enfatizar la naturaleza mediada de su definición más propia. Un readymade, ese objeto encontrado y cotidiano que se despliega, luego entonces, a través de una forma ya codificada, está siempre listo para usarse. Por esa y no por otra razón llegué a afirmar ahí que el tuit no era inverosímil (en el sentido en que, si lo verosímil 1. Adj, Tiene la apariencia de verdadero; lo inverosímil debe tener entonces 1. Adj la apariencia de lo falso). Pero no me detuve ahí. Dije, y esto lo sostengo, que no hay tuit confesional. En otras palabras, dije ahí que, en tanto readymade, un tuit podría tomar la forma de lo confesional para así producir el efecto de revelación e intimidad que muchos asocian a la catarsis. De ahí, claro, que nadie esté en posición de hacer tuit tease. Aquí nadie se desnuda o, en todo caso, si alguien se desnuda entonces la desnudez es sólo un disfraz. El tuit, que se expone de nacimiento, se produce en el afuera (el lenguaje, la pantalla, el tablero) y se dirige, sin lugar a dudas, hacia al afuera y en el afuera: el timeline. El tuit es una escena pequeñísima.
-
Si al menos 80% de lo incluido en el párrafo anterior resulta sensato o al menos documentable, entonces es obvio que el antropólogo del 2092 no encontraría la verdad de las vidas sentimentales y sexuales de inicios del siglo XXI en ningún timeline. Lo que el antropólogo del futuro sí encontraría, sin embargo, sería la construcción colectiva de los límites de la así llamada vida íntima. El antropólogo, que en realidad era una antropóloga, por cierto, haría bien en cuestionar la veracidad de los datos a su disposición. Pero también haría bien en creerlos a pie juntillas con tal de llegar a dilucidar todos y cada uno de los elementos que se desplegaban para producir el terreno mismo de lo íntimo. Después de todo, como bien confirma Fernández Porta, “la intimidad es un concepto que fue construido por las clases acomodadas a finales del siglo XIX, para distinguirse de las clases populares. Estaba basado en la posesión de espacios cerrados (casas y habitaciones, pero también espacios sociales impermeables), que garantizaban un cierto refinamiento en la vida interior y relacional. En rigor ese concepto deja de existir a mediados del siglo XX con la extensión de las formas de espectacularización y publicidad”.
-
El antropólogo que en realidad era una antropóloga leería, pues, los timelines de inicio del XXI. Si pudiera aconsejarla, le diría que se concentrara, sobre todo, en los tuits del turno nocturno. Se trata de la producción escritural de los insomnes y va de por ahí de las 11 de la noche a eso de las 2 o 3 de la mañana. Son las horas más frágiles: ahí el desvelado implora y borracho dice algo con apariencia de verdad. Casi todos los tuits del turno nocturno llevan de manera más o menos explícita la disculpa por lo que algunos denominan, no sin cierta altivez, su cursilería. @Viajerovertical, un tuitero que se dedica casi exclusivamente a merodear las ideas contemporáneas del amor desde su punto más nostálgico suele reírse de sí mismo en este aspecto. Algunos de estos tuits son divagaciones o revelaciones más o menos disfrazadas sobre el tema de lo sexual. @Altanoche, desde Hermosillo, diría cosas como ésta: Tengo ganas de meterme a la cama. Pero no a la mía. @Reiben, un joven escritor tijuanense, ha llegado incluso a tuitear una secuencia de pornotuits que incluyen imágenes de mujeres atadas a una silla mientras otros dos se dedican a tener sexo violento frente a sus ojos. Que lectoras como @Manchas o @DianitaGL o @Javier_Raya se inmiscuyan en la narrativa fragmentaria del TL para pedir mano en el momento de elegir a qué personaje interpretar no deja de tener su gracia. La antropóloga lo comprobará más bien pronto: incendiados y ruiseños, los tuiteros de inicios del siglo XXI estaban dispuestos a dar cobijo y a apropiarse de secuencias o personajes para provocar el deseo. @ciervovulnerado merece una mención aparte. Desenfadada por principio de cuentas, dueña de un dominio jocoso de la blasfemia popular, esta tuitera de Guadalajara no tiene empacho en mencionar por su nombre a las partes del cuerpo que se refiere. Tampoco le tiembla la mano cuando retrata a su familia —su hermano también tuitea— ni mucho menos cuando describe sus encuentros (imaginarios o no) con diferentes parejas. @Hiperkarma, una tuitera de Monterrey, pone en juego el lado más bien queer de la moneda. Incluso @MiguelCarbonell, quien usualmente tuitea sobre temas sociales, especialmente relacionados al derecho, no pierde la oportunidad de citar a Sabines o de expresar su nostalgia o de emitir suspiros en los tuits de medianoche.
-
Algo huele a fresco ahí y es por eso que uno sabe que no se trata de Dinamarca. La antropóloga, que acaso sí fuera a fin de cuentas un antropólogo, haría bien en leer con cuidado y reír con ánimo ante las desveladas anti-confesiones de las que se hace esa intimidad que, en nuestra era, va de afuera hacia fuera. El fin del círculo.

No hay comentarios.: