miércoles, junio 23, 2010

Las campañas de lodo-Pedro Ángel Palou (Diario El Columnista 23/06/10)

En esta Puebla levítica no podemos permitir que se trate a los ciudadanos como menores de edad o, peor aún, como retrasados mentales. Ejercer la ciudadanía es no sólo un acto de participación en la polis, es hoy una forma de resistencia frente al poder y sus excesos, frente a la voluntad de hacerse del poder, también, sin importar todos los excesos, como pudimos ver en el debate por la gubernatura cuya tesitura ya preveíamos en nuestras primeras columnas.

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No podemos aceptar, tampoco, que asuntos que –pese a que polaricen a la sociedad- ya han sido resueltos en los países avanzados sean aquí tratados con la doble moral del caso. Ni la preferencia sexual ni la posibilidad de que las parejas del mismo sexo adopten niños son asuntos como para hablar de inocencia (y quien llama inocentes a los niños así adoptados dice sin decir criminales de quienes pueden resolver sus vidas trayéndolos a vivir con ellos como familia. Lo que quiero decir es que la diversidad sexual –como la étnica o la biológica- deben ser hoy protegidas como derechos fundamentales de los seres humanos. Ridículo es usar tales temas como pretexto de ataque frontal contra un candidato. Por cierto, los votamos para que nos representen, no sólo para que se representen a ellos mismos (es decir para que estén en nuestro lugar cuando se tengan que tomar las decisiones importantes).

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El escritor italiano Antonio Tabucchi acaba de recopilar sus artículos periodísticos. El volumen no tiene pierde ya que se trata, según sus palabras, de un conjunto de textos, sobre los payasos que guían la suerte del mundo, con Berlusconi a la cabeza. Tenemos que decir las cosas por su nombre, que hablar sobre los payasos que también, tristemente, guían la suerte de Puebla (o la pueden guiar pronto), sin censuras. Y por ello me permito traer aquí a Stefan Zweig quien hablándole a un amigo escandalizado por el comportamiento de ciertos políticos, dijo: “¿Desde cuándo, en la praxis política, los políticos prefieren las razones de la ética a las razones electorales?”

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La frase no tiene pierde a la luz de lo ocurrido en el debate donde no hubo altura de miras ni propuestas, no hubo razones de ética, sino exclusivamente razón electoral: obtener el poder a toda costa. Observar a un político frente a elecciones fundamentales no esquivables (la guerra, los derechos, como los que he mencionado aquí, de las minorías, el autoritarismo) dice más de ese político que toda su plataforma electora. Allí están sus señas de identidad ideológicas, las que lo van a hacer flaquear o no frente a la realidad.

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Dice Tabucchi, para seguir con él, que hemos visto a la política vaciarse de pasiones civiles para convertirse en terreno de enfrentamiento entre intereses particulares. “Hemos visto al jefe creerse la ley y a sus lacayos creerse por encima de la ley”.

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Existe hoy en Puebla una violencia criminal contra nuestras instituciones (si bien no hemos tenido nunca una verdadera democracia, íbamos por buen camino), una violencia que se ejerce contra la libertad de expresión, contra la aplicación justa de la ley, contra la cultura y la historia que nos hacen quienes somos y por las que deberíamos luchar un poco más seriamente que como lo hemos estado haciendo.

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La singularidad –ser poblanos, por ejemplo-, no es todavía un valor, es sólo la premisa de un posible valor que la trasciende, como piensa Predrag Matvejevic, la singularidad nunca puede volverse valor supremo pero sí valor intrínseco cuando no es un hecho de la naturaleza sino algo que se siente o se opta por ser. Hay que desactivar el mecanismo mortal del chauvinismo por medio del reconocimiento de los otros, a quienes nos enfrentamos. Toda identidad es auténtica cuando se vive con sencillez y falsa o destructiva cuando se ensalzan ídolos o valores absolutos, cuando se tienen delirios de superioridad.

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El cielo cae sobre nuestras cabezas, sin esperanza. Todos los héroes se han recluido, o han perecido en el combate. La única ley es la de la selección natural, la ley del más fuerte. Debemos hablar, debemos recurrir a la literatura, la única que llega al corazón de las cosas.

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En ese sentido tenemos en nuestra historia modelos suficientes como para pensar que hay alternativas posibles a la lucha por el poder desde el poder mismo. Ser un siervo de los demás, un siervo de la nación –o del estado- como Morelos, no entronizarse, buscar las formas de cogobierno y de la democracia, el único régimen que no ha erigido estatuas de sí mismo, que no piensa en su tiempo con nostalgia –como los imperios o las dictaduras-, ya que el tiempo de la democracia es siempre un nuevo tiempo, con nuevas ideas y nuevas personas que en lugar de ejercer el poder, sirven desde el poder para mejorar las cosas.

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Se trata, como he dicho, de descubrir las verdades elementales que nos guíen. Aunque por ahora lo que parece es que el lodo lo ha salpicado a todo y a todos.

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