miércoles, junio 30, 2010

Elegir-Pedro Ángel Palou (Diario El Columnista 29/06/10)

Este es mi última colaboración antes de las elecciones del 4 de julio. Esta es una semana sin encuestas, desde el miércoles además sin propaganda política, apta para la tranquilidad y la reflexión. O al menos esa es la idea de la ley electoral. Los ánimos en Puebla se han caldeado pero siguen siendo casi ausentes las propuestas originales (o si las ha habido las ha opacado la gritería y la suciedad).
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Hace tiempo que yo dije aquí mismo que había que encender los ánimos electorales con propuestas, que debíamos inyectarle al proceso pasión, no sólo marketing electoral. Ya todo lo que hayamos dicho es irrelevante para el único tema que les interesa a los candidatos por ahora, el día domingo.
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Y el día domingo viviremos un escenario inédito en Puebla: la guerra de las estructuras. Obviamente será quien mejor sepa movilizar el voto el día de la votación quien obtenga el mejor resultado. La mayoría de las encuestadoras serias hablan de un virtual empate técnico, lo que quiere decir que en materia de preferencias, de percepción, aún no hay nada para nadie. A partir de ese presupuesto es que deberían hacerse todos los análisis. Esta es la elección más reñida –no más competida, pues la competencia implica otras reglas de urbanidad democrática que nos hemos pasado por el arco del triunfo-, la única en la historia reciente en la que un candidato de oposición logra imponerse frente a la marca PRI y su peso gubernamental (aunque, curiosamente, se trate de un expriísta). Es la primera vez en que el partido que ha gobernado ochenta años de la vida de Puebla pueda no despachar en Palacio en 2011.
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La guerra de las estructuras, decía. Estamos de acuerdo. Pero también la posibilidad hoy aún inédita y que dará seguramente pasto para los politólogos, de un importante votoswitcher –indeciso, se dice en español- que ante ciertos actos de campaña (un mal debate, llenar el Estado Cuauhtémoc) puede decidirse, ir el domingo a votar pensando que no está tan lejos la posibilidad de un cambio real. Ese votante inmóvil que se moviliza a sí mismo no es permeable por las estructuras, pero representa más del diez por ciento de la votación real.
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No es posible que la única movilización social importante en Puebla haya consistido en lograr que nos descuenten una hora en Angelópolis. Es la clase media lábil y miedosa la que puede hoy salir y hacer una diferencia histórica que no está en el manual electoral.
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Si eso no pasa, serán sí las estructuras las que decidan el domingo. Por un lado las consabidas del PRI y de su burocracia (de los distritales a los seccionales y a los jefes de manzana, las famosas pirámides, tu llevas diez y cada uno lleva diez a la urna; más los cien pesos, la comida y la movilización real con camiones y dinero) y por otro, la de Elba Esther que mostró comportarse como aplanadora en el caso de Baja California aplastando a Hank y su fortuna neta…
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Como nunca en Puebla, también, se quintuplicaron los observadores electorales. Observar una elección no consiste sólo en acompañar la transparencia del día de la elección, debería consistir en seguir cuidadosamente el proceso electoral. En el caso de Puebla estas cansadísimas campañas, de tres meses, están llenas de irregularidades que pueden empañar el día domingo (y aquí, como dice un amigo es tan cochino uno como marrano el otro).
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Valga por eso una consideración económica. Cuando la transición democrática, hace más de quince años, todos estuvimos de acuerdo en las grandes cantidades de dinero que necesitaba nuestra democracia niña. La pregunta ahora ya no es para Woldenberg y el antiguo IFE que era legítimo, sino para las autoridades electorales, los partidos políticos y los candidatos actuales, ¿les parece justo gastarse el dinero de nuestros impuestos en un cochinero de campañas, ausentes de propuestas, llenas hasta el cansancio de descalificaciones? A mí no. Creo que hay que retirar el dinero público cuanto antes de la democracia mexicana. Que sean los candidatos quienes consigan, como en los países desarrollados, sus recursos.
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Es la ley electoral la que tiene que madurar –junto con los ciudadanos a quienes el secuestro de la democracia por los partidos políticos han borrado del mapa. Y urgen cambios que hagan también de nuestra democracia algo más que una democracia electora (reelección en ciertos cargos, plebiscito y referéndum son reformas impostergables).
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Mientras tanto con esta muy imperfecta democracia los poblanos debemos salir el domingo a votar. Es una decisión personal, libre y secreta. Pero que no nos confundan los discursos fresas del voto nulo. Ya nos sale demasiado caro que haya democracia como para echarla en saco roto. Uno u otro candidato a lo mejor sólo ganan por diez o veinte mil votos (ya cincuenta mil serían contundentes en este escenario). Y el que gane debe comprometerse a co-gobernar, a acabar con todo autoritarismo, todo caciquismo. Debe empezar a gobernar con transparencia y rendición de cuentas. Debe dar los pasos para modernizar políticamente a Puebla y lo tiene que hacer como su primer acto de gobierno.
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Sólo quien así empiece será digno de la confianza ciudadana. Y esa Puebla del futuro que anhelamos todos tiene que ser, ya, por fuerza, una Puebla de los ciudadanos. La política al servicio de las grandes causas, la ética como el sustento de cada acto de gobierno.
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¿Es mucho pedir? ¿No que querían nuestros votos?

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