viernes, junio 04, 2010

"De qué hablamos cuando hablamos de cultura"-Pedro Ángel Palou(Diario El Columnista 02/06/10)

En al menos dos de mis anteriores entregas he mencionado que en Puebla urge replantear el matrimonio turismo-cultura como uno de los ejes del desarrollo económico. La semana pasada incluso propuse la fusión de las dos secretarías del ramo. Me han escrito muchos comentarios que exigen de mi parte precisión en la materia porque, temen los lectores, tal propuesta implique una disminución del presupuesto, las funciones y la importancia de la Secretaría de Cultura en particular. Me parece del todo adecuado, entonces, abundar en la materia.

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En Puebla –en 1985- se funda la primera Secretaría de Cultura del país y el decreto que la crea ha sido modelo en la creación de otros ministerios del ramo a lo largo y ancho del país. A partir de entonces, con diversas suertes en Puebla se ha revalorado el papel de la cultura en las políticas públicas del estado. Los ejes centrales de su quehacer giran en torno a la protección del patrimonio histórico tangible e inmaterial (de los edificios a las tradiciones, se entiende), el fomento y la difusión de las artes, el estímulo a la creación artística y la iniciación a las artes. Es por eso que propongo, entiéndase, no la fusión entre secretarías para ahorrar recursos o adelgazar la burocracia (siempre que se hacen recortes se empieza, tristemente, por la cultura), sino que la nueva dependencia –que deberá ser de Cultura y Turismo, no a la inversa pues el turismo no es sino la venta del potencial de un lugar y el agregar valor a los bienes existentes, nuevamente de lo tangible a lo inmaterial pero igualmente valioso (la gastronomía, los bordados, el ónix, por poner algunos ejemplos menores). Dos subsecretarías, una de Cultura y otra de Turismo bajo una misma cabeza. Pero se trata de dotar de recursos materiales, financieros y humanos a un ministerio clave de la economía de Puebla. Se trata de insistir: la cultura da trabajo, podemos vivir de esa industria sin chimeneas que son, por un lado nuestros pueblos y sus historias y de la otra industria, la cultural que enriquece diariamente un espacio y hace que el visitante tenga razones para quedarse.

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Y quedarse en Puebla debe ser el lema de cualquier trabajo serio sobre turismo en nuestra entidad ya que la gran tragedia es que nuestros visitantes nos toman como lugar de paso (para ir a Oaxaca, a Veracruz, para regresar al Distrito Federal) y si bien nos va comen sobre todo en la ciudad capital. Necesitamos un turismo que se quede los fines de semana, que consuma en Puebla y deje sus divisas y pesos. Necesitamos un turismo que venga a investigar a nuestras bibliotecas novohispanas y a los archivos históricos, que viva nuestros museos y pernocte. Necesitamos un turismo de la tercera edad –en Europa hay turoperadores que se dedican específicamente a este sector que hoy, por ejemplo, va a los hostales y hoteles ecológicos de Michoacán donde encuentra desde leche deslactosada hasta un médico de guardia de la comunidad. Por cierto, con la nueva infraestructura hospitalaria de Puebla podemos pensar en un tipo de turismo que viene a curarse, que trae a su familia. Podemos pensar en un tipo futuro de hospital: aquel ambulatorio geriátrico que permita que en una ciudad o un estado seguro, tranquilo y cómodo vivan jubilados y pensionados (nacionales y extranjeros, como en su momento ocurrió con San Miguel de Allende).

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Y no otra es la razón del patrimonio. Se trata de una herencia, un legado. Para que tenga sentido debe usarse. Si un joven hereda una casa y no puede habitarla o rentarla terminará por permitir que se caiga a pedazos. Lo mismo ocurre con Puebla. El Centro Histórico de nuestra ciudad capital es un ejemplo señero. Urge un plan general que, por un lado, coloque paradores turísticos para los autobuses. Francisco Vélez Pliego ha presentado una y otra vez propuestas concretas al respecto que lo mismo implica usar Analco o San José para esos fines que la peatonización de calles los fines de semana y un programa de rescate de vivienda media. Hay que incluir un sueño del antiguo rector de nuestra máxima casa de estudios, Alfonso Vélez, de una Universidad de la tercera edad en San Luis Rey. Se trata de un proyecto tremendamente factible donde profesores jubilados dan clases de licenciatura a jubilados que nunca se titularon. Si a eso le sumamos un Museo de la Ciudad realmente interesante y con una propuesta museográfica moderna tendremos un enorme potencial. En todos los hoteles de Puebla debería haber folletos con recorridos específicos (museos, exconventos, iglesias, mercados, etc.). Pero esto sólo ocurrirá si cambiamos e integramos las políticas turísticas a las culturales.

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Y a las educativas, por supuesto. Ya lo he dicho: que todos los niños de Puebla en quinto año de primaria lleven un libro de texto gratuito en Actividades Artísticas: El arte y la cultura de Puebla. Un libro con visitas guiadas, ejercicios que haga de las nuevas generaciones las de los poblanos más comprometidos con su historia, más apasionados con su estado. Que los mejores niños escriban entonces, composiciones a mano que se entreguen en los hoteles: “Querido visitante”, y le propongan un lugar, y se lo describan con sus palabras. “Ojalá visites La Capilla del Rosario, es un lugar mágico, etc.” Que sean ellos quienes inviten al visitante a vivir y a gozar Puebla. La política educativa que no tome en cuenta quiénes somos y que no forme a sus ciudadanos en ese contexto está obviamente propiciando la migración. Hace una semana Carlos Fuentes dijo, sin empacho, que es terrible pensar en los millones de mexicanos –treinta millones de niños y jóvenes, mencionó- cuyo único futuro es volverse narcotraficantes o irse a trabajar a los Estados Unidos. Nunca más certero el diagnóstico. Un lugar próspero y rico incita a sus hijos a quedarse, les da trabajo.

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Que no sea, pues, una idea, el pretexto para deshacer lo que ya cinco sexenios en materia de política cultural han hecho en Puebla. Al contrario, se trata de fortalecer al sector, otorgarle su verdadera autonomía y su centralidad en las políticas públicas del estado (todavía hay quien cree, a estas alturas, que la cultura consiste en organizar bailables y montar esas espantosas coreografías que inventaron los maestros de primaria, las poesías corales cuyo único objetivo es insolar niños y propiciar su odio permanente por la literatura).

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Seamos serios, así sea por una única vez.

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