martes, abril 06, 2010

Discriminación e ignorancia de Verdú-Pedro Ángel Palou (El Universal/Opinión 06/04/10)

Hace tiempo que el opinólogo de El País —venido a escritor gracias a Anagrama— Vicente Verdú se me cayó por completo. Pero este viernes al querer describir el estado de inanición de la narrativa española contemporánea ha mostrado no sólo una profunda ignorancia de lo latinoamericano —quiénes somos, de dónde venimos—, sino una gran capacidad discriminatoria. Poco le faltó para afirmar que no está seguro si los escritores latinoamericanos tenemos alma.
-
Vayamos, como el descuartizador recomendaba, por partes. Primero: es cierto el diagnóstico: la novela española de estos días no goza de gran fuerza. Son contadas las obras que sobrevivirán un impasse temático y formal producto por un lado de la profesionalización del escritor gracias al periodismo y, por otra, de una endogamia impresionante. Es decir que las razones de la falta de buena novela son las mismas que tienen a Verdú como una de las plumas esenciales de El País. Su provincianismo es ombliguismo.
-
Segundo: la literatura que él llama vintage, retro-narrativa (que otros llaman novela histórica por comodidad editorial) no es una plaga per se, por culpa de que los escritores “literarios” escriban para escritores, como dice Verdú. Hay una necesidad de verdad en el lector contemporáneo. La obtiene por el testimonio o por la historia. Pero decir que eso no es literatura requeriría por parte de escritor inflamado de opinionitis, definir lo literario.
-
¿Para qué sirve la literatura, me pregunto hoy con insistencia? Dice Martin Amis —el novelista inglés autor de Campos de Londres— en su reciente memoria, Experiencia que antes cada hombre llevaba una novela adentro —yo acotaría, una saga siempre familiar— pero que hoy, en este mundo locuaz, verborreico, mediático, todo hombre o mujer lleva dentro una memoria, no una ficción.
-
Esa memoria le parece a quienes se las cuenta auténtica, ejemplar, una verídica crisis del corazón. Nada, entonces, puede competir con la experiencia hoy en día, tan incuestionablemente individual, democrática y liberal. La experiencia es lo único que compartimos en igualdad, y todos tenemos una noción de ello.
-
Nos rodean, entonces, casos especiales, vidas contables en una atmósfera de celebridad universal. Uno de los libros más vendidos del último tiempo, Las cenizas de Ángela de Frank McCourt, hoy tranformado en película, lo fue porque narraba el testimonio no fictivo de un hombre concreto. Justamente los lectores de hoy buscan esas historias reales, aunque descubran que son fabricados para dar la ilusión de reales —como en los talk shows a los que ya me referí o en los programas sensacionalistas tipo Primer Impacto o incluso con productores antiéticos que pagan dinero a inexistentes rateros para actuar un asalto callejero.
-
Los lectores actuales, no nos podemos identificar con un héroe novelístico porque no hay heroísmo ni épica posibles actualmente. Así las cosas nadie lee novelas con inocencia ni se cree esa esencial trampa ficcional. Antes se leían novelas porque nuestro mundo era ancho y ajeno, insuficiente, hoy se leen memorias porque se considera que una vida, toda vida es autosuficiente.
-
¿No estaremos glorificando la banalidad? La crudeza ha sustituido a las verdades sutiles, incontrovertibles y la experiencia individual, siempre egoísta con verdad o tintes de verdad —como en Boys don’t cry o Amores perros—ha sustituido para siempre a la experiencia colectiva, social.
-
Tercero: la mejor literatura se está haciendo, curiosamente, en las series de televisión de EU que él tanto critica, como Lost (Perdidos) o The Wire, o House y tantas otras escritas por escritores como Pelecanos o el mismo Richard Price, un novelista genial.
-
La frase del artículo, que más me preocupa, es la siguiente. Cito a Verdú: “A los latinoamericanos, como a los de otros continentes menos desarrollados materialmente, menos ordenados en las convenciones de la vida urbana, todavía les queda mucho por contar, sea en las páginas o en las pantallas. (…) Pero, ¿Occidente? Si cada vez aparecen más series televisivas referidas a décadas atrás, si las películas no hacen más que rebobinar revivals, las novelas, por su lado, se estrellan contra sus propios límites: o se concentran en tópicos históricos o se suicidan en el triste dogal de la literatura de la literatura. Esto, sin contar, los casos de novelas sin mayor fin que crear sudokus o sucesivos Macguffins, señuelos falsos al estilo de la serie Perdidos.”
-
Alfonso Reyes se moriría. Verdú afirma, sin empacho que los latinoamericanos no somos occidentales (¿y qué seremos, si por culpa de los españoles fuimos despojados de nuestra discursividad, nuestro oro y de nuestras culturas nativas?) Los latinoamericanos somos, según Verdú, un desmadre, y por eso, por caóticos, tenemos aún muchas cosas que contar. ¡Qué miopía!, mientras en el mundo la psicología evolutiva y la genética han demostrado que contamos, narramos por empatía, como mamíferos avanzados, Verdú piensa que sólo pueden contar algo auténtico los buenos salvajes que no saben convivir y son menos desarrollados económicamente. ¡Gulp!, ¿y él puede escribir con desparpajo en un periódico progre?
-
Contamos historias, pero siempre han sido también las mismas. Lost ha descubierto no nuevos temas sino nuevas formas de narrar, de presentar en la pantalla —que tanto le molesta, qué curioso si está tan desarrollado materialmente como dice— un tiempo y un espacio narrativos que sobrecogen. He seguido Lost y muchas otras con la misma pasión que leo novelas o que me sumerjo en ficciones gráficas como las de Persépolis, Maus o mucho antes Tintin, ese clásico de la literatura sólo comparable con Balzac. Y soy latinoamericano y occidental, por cierto, señor Verdú. Por cierto, la literatura es siempre plagio, pirataje, siempre es literatura de la literatura.
-
Y guiso mis alimentos, los cuezo, para el estupor de usted, de Levi-Strauss y de muchos Europeos que no se han dado cuenta de que están muertos. ¡Descansen en paz!

No hay comentarios.: