martes, enero 12, 2010

Historias de amor feliz (Diario Milenio/Opinión 12/01/10)

Pocas cosas más peligrosas que una historia de amor feliz. Más allá de la civilización y del intercambio comercial y de la administración pública (o privada), en la tierra de nadie del deseo, la historia de amor feliz siempre está dispuesta a trastocar el sentido (de las cosas), la razón (aparente), lo natural (así conocido como). ¿Quién que esté verdaderamente enamorado trabaja o contesta sus e-mails? No creo en la política pero sí en las repercusiones diminutas de las acciones colectivas y espontáneas. No creo en los principios, pero sí en los inicios. Me gusta la gente enamorada. Me gustan esos furibundos salvajes hedonistas en los que se convierten por espacio de —días más, días menos— tres meses. Me gustan sus ojos, alucinados. Me gustan los riesgos elegidos, que en esos días no son otra cosa que antojos. Me gusta la manera en que saltan hacia el abismo. De la mano.
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Impartía un taller de escritura en esos días. Para explorar los confines de la página, les había pedido a los estudiantes que se hicieran de viejas máquinas mecánicas y que utilizaran distintos medios. Estrechos rollos de máquinas registradoras. Billetes. Había visto, en efecto, la exposición de Cildo Mireles en el MuAC, justo en las orillas de la UNAM. Fue ahí, viendo el billete, que llegó el proyecto casi completito. Una historia de amor dentro de los límites de un billete para ser intercambiada, subrepticiamente, como un polizón con veneno en las manos, en el medio más común, el más utilizado. Una historia de amor —una narrativa breve— dentro de los confines de un billete de veinte pesos.
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La elección del lugar designado para la acción llegó un poco después. Paseaba con unos amigos por algunos (siete) antros tijuaneneses (la intención era meramente turística, por supuesto) cuando vi los billetes, los mismos billetes de veinte pesos, sobre la espuma que cubría los cuerpos de dos chicas. Sobre los senos. Entre los pliegues distintos del cuerpo. Entre los labios. Los billetes ahí, detenidos. Las vimos en silencio por mucho rato. Sus rostros. Sus movimientos. ¿Y si cada billete llevara, cual virulento polizón, una de esas historias que pasan, si es que pasan, una vez en la vida? ¿Y si al momento de contar, en lugar de números hubiera historias?
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Yo no sé, por supuesto, qué pueda pasar. Pero he aquí lo que se empezó a fraguar: pequeñas historias de amor feliz mecanografiadas sobre billetes de veinte pesos. Llevo apenas 29, pero espero juntar más. El objetivo es ir de regreso al antro (a ese antro o a otro antro, da igual) y distribuir entre los clientes esos billetes que luego llegarán al cuerpo (espumoso o no) de las chicas. Una pequeña, relampagueante, certera historia de amor justo en el momento del intercambio más impersonal. Una forma de escribir que es una forma de tocar. Una invitación a la lectura que es, sobre todo, un convite de imaginación y, luego entonces, de complicidad. Una micropolítica.
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Aquí va la convocatoria: manda tus breves historias de amor feliz a criveragarza@gmail.com o mecanografía las que aparecen abajo en tus propios billetes de 20 pesos. Intercámbialos a la menor provocación: en el pesero, en el restaurante, en el Metro, en el bingo, en las librerías. Guarda los suficientes para distribuirlos, sin embargo, entre los clientes de tu antro favorito el 14 de febrero.
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Aquí van algunas de las historias:
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1. La invitación
Lo vi del otro lado de la
solo
Lo invité a salir
Desde entonces estamos juntos
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2. El tacón
Iba a vivir sola toda la vida
Del trabajo a la casa
De la casa al trabajo
Un día me caí en el parque
(la culpa la tuvo un tacón)
me ofreció la manola tomé
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3. La memoria
cosas así no pasan
(eso creía)
la banqueta era estrecha
su hombro rozó mi hombro
volvió la cabeza
la sonrisa: tan definitiva
no lo he podido olvidar
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4. El sismo
Sabían que se estaban buscando
Ella vivía encerrada en su casa
El vivía encerrado en su oficina
Era difícil que se encontraran
Un temblor de cinco grados los obligó a salir a la calle
Se vieron por un momento
Se amaron para siempre
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5. El bar
El invitó a una amiga al bar
Ella invitó a un amigo al bar
Los dos invitados nunca llegaron
Entonces se tomaron
De la mano
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6. La confesión
Es obvio que no amas a nadie
(dijo)
Yo no amo a nadie(confesó)¿Por qué no nos amamos?(eso me preguntó)Lo miré con mucho cuidado
(pensé que estaría loco)
¿Por qué no?
(me dije)
y henos aquí
(en el registro civil)
Hace 13 años de todo eso.
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7. El viaje largo
Iban en el mismo camión
Ocho horas de viaje
(las montañas)
El uno junto a la otra
(la oscuridad)
Ella se quedó dormida
Soñó que tomaba la mano de su novio
Despertó con la mano del vecino
Entre las suyas
Ya nunca la soltó.
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8. El elevador
Eran compañeros de trabajo
Ella estaba en el tercer piso; él, en el quinto
Nunca se habían visto
Muchos años después habrían de recordar
Ese primer momento
En el elevador
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9. La pasión
Estoy enamorado de ti, le escribí
Aunque me gustan los hombres
Además, te leo con pasión
A ella eso le provocó ternura
La pasión, sí: me contestó
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10. La irrepenta
Me fui con él porque no había dinero para la boda
En el camino robamos pan
(de dos canastas)
Y un velo muy largo
(de una casa de empeño)
el licor nos lo invitaron unosparroquianos
(un payaso y una mujer barbuda que
trabajaban en un circo)
Viajamos de aventón por toda la
república
Oíamos canciones de José José.
Todavía no me arrepiento.

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