sábado, abril 04, 2009

Cosas del signo Piscis

Carta astral
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Romántico Piscis, eres el duodécimo y último signo del zodíaco. Eres el signo de la sensibilidad y la receptividad, un auténtico camaleón capaz de mutar y ser infinitamente complejo. Tus palabras clave son "comunión" y "visión", tienes la capacidad de ir más allá de este mundo y alcanzar la tierra de los sueños y el espíritu.
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El planeta que te rige, Neptuno, es el planeta de la confusión y el caos que saca a la gente de las costumbres que los encierran para que puedan cuestionarse a sí mismos y descubrir otros caminos hacia el crecimiento y la espiritualidad. Neptuno es también el planeta de la imaginación y la ilusión, y gobierna el mundo de los sueños en todas sus facetas.
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Piscis es el tercer signo de agua, lo que significa que te interesa el reino de la emoción y los sentimientos,la sensibilidad, la intuición y los aspectos psíquicos más profundos de la vida. Eres capaz de comunicarte telepáticamente con los demás de manera inconsciente.
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A tu signo le corresponde la duodécima casa de la carta, un área asociada con lo inconsciente, la necesidad de aislamiento y los lugares de restricción. Esta casa describe la fuente de tu ser que incluye problemas psicológicos que reprimes. Es una casa curativa que puede facilitar el crecimiento personal y espiritual, una vez hayas hecho el esfuerzo de ir más allá y enfrentarte a TU realidad.
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Piscis es un signo mutable. Te adaptas a las exigencias de la vida y te fundes de manera ingeniosa con las circunstancias como un camaleón. Eres muy agradable y comprensivo en la comunicación con los demás y conectas con los otros a un nivel emocional profundo.
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Tu punto fuerte, querido Piscis, es tu naturaleza altruista y empática, ya que sientes la necesidad de ayudar a las personas menos afortunadas que tú. Tu sensibilidad e intuición te convierten en alguien con capacidad de curar y tu imaginación y creatividad desarrolladas son una buena base para la expresión artística.
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Tu punto débil es que puedes tener una voluntad débil, ser una persona pasiva e indecisa. En muchos casos, prefieres escapar de la realidad y vivir un mundo de sueños. El caos y la confusión que te rodean en ocasiones pueden ser frustrantes para tu círculo de amigos. Al mismo tiempo, puedes ser demasiado sensible y frágil, y sentirte una víctima de los demás.
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Mi perfil trabajador
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Dado el carácter intuitivo y de compenetración que distingue a los Piscis, percibes los sutiles sentimientos ocultos en las interacciones humanas, ya que eres capaz de captar las ideas y perspectivas de los que te rodean. Desde el punto de vista profesional, esto te abre varias puertas si puedes desarrollar, controlar y dirigir tus poderes psíquicos.
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Entre las ocupaciones ideales se encontrarían las de asistencia o curación, ya que eres capaz de transmitir compasión y ternura a los demás, lo cual es el primer paso para curar o ayudar. En consecuencia, serías ideal para puestos de enfermería, trabajo social o asesoramiento. Tu gran imaginación y creatividad también te convierten en un estupendo artista, poeta, músico, escultor o bailarín.
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Si eres un hombre Piscis, eres muy reflexivo y tienes una gran capacidad de síntesis. Tu actitud idealista ante la vida hace que seas especialmente indicado para trabajar con personas. Quizás te guste ayudar a reclusos, drogadictos o alcohólicos a retomar las riendas de su vida. También puedes trabajar en el campo de las ciencias como químico, farmacéutico o médico anestesista. También te atrae el agua, por lo que quizás consideres la posibilidad de trabajar en algo relacionado con el transporte marítimo o la navegación.
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Tus compañeros de trabajo tienen un buen concepto de ti, ya que eres un miembro del equipo desinteresado, modesto e inspirador. Tus contribuciones al equipo son creativas, insólitas e imprescindibles.
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Como jefe Piscis, no crees en la eficacia de mantener un control estricto sobre tu equipo. Eres tolerante y fácil de complacer. Sin embargo, a veces puedes dar órdenes imprecisas y poco realistas que llegan a provocar confusión. De vez en cuando, también puedes ser algo mártir, ya que asumes toda la responsabilidad.
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La clave de tu éxito es tu imaginación y empatía. Si encuentras tu profesión y sabes aprovechar estas cualidades tan preciadas, podrás conseguir una gran reputación.
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La mascota que me conviene según el signo astral
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La mascota más obvia para un Piscis son, por supuesto, los peces. Los Koi pueden ser criaturas muy amigables, pero no los puedes abrazar… Lo mejor para un Piscis es tener un estanque con una fuente que relaje tus nervios. Los gatos dormitan mucho, pero también lo hacen los Piscis. Les gusta estar en tu regazo y su ronroneo no podría agradarte más. Los perros no deportivos serían unos excelentes compañeros. Serán activos cuando tú quieras serlo, pero también están a gusto si te quedas vagueando. Los Chow Chow y Shar-Pei pueden ganarse con facilidad tu corazón. Los perros con ojos ocultos bajo su pelo, como los Lhasa Apso o Shih Tzu, te hacen sentir incómodo.
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Mi numerología
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Tu número del camino de la vida es probablemente el aspecto numerológico más influyente que hay que considerar. Tu fecha de nacimiento determina este número y representa quién eres en el momento del nacimiento. Indica rasgos específicos que están presentes y que estarán activos e influirán a lo largo de tu vida. Es el número global que determina gran parte de lo que va a ser importante para ti y cómo vas a resolver las situaciones a medida que surjan.
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Si tu número del camino de la vida es UNO, es probable que tu vida se caracterice por la necesidad de logro personal, independencia, innovación y deseos individualistas. Las cualidades de las personas con el número del camino de la vida UNO son: exitosas, iniciadoras de acciones, independientes, innovadoras, líderes e individualistas.
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Como persona con el número UNO, tu propósito en la vida consistirá en lograr la independencia verdadera. Será muy importante que aprendas a valerte por ti mismo(a) y que permitas que tu singularidad prospere. Si por alguna razón las circunstancias de la vida requieren que dependas de otras personas, esto te resultará poco satisfactorio y deprimente. Muchas personas con el número UNO se pasan años luchando con gran esfuerzo para lograr el entorno ideal. Nunca serás el tipo de persona que sigue a otras, al menos no lo aceptarás fácilmente. A lo largo de tu vida, tu principal objetivo será lograr tu independencia. Si estás consciente de esto, sentirás mayor satisfacción y te acercarás a la naturaleza verdadera de un número UNO.
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Una vez lograda la verdadera independencia, el paso natural siguiente para ti, como número UNO, es el liderazgo. Muchos líderes corporativos, políticos y los líderes en general tienen como número del camino de la vida el UNO. Una vez te sientas libre para liderar y dirigir con tu talento único, tu capacidad de innovación y creatividad prosperarán. La confianza en ti mismo(a) y en tus aptitudes te permitirán dirigir a las personas con pasión y convicción. Otros aprenderán de ti y estarán dispuestos a recibir instrucciones. Con paciencia y la confianza necesaria para promover tus ideas, tu tipo de liderazgo será de gran valor para tus seguidores.
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Otro de los rasgos asociados con el número UNO es el de tener una fuerza tremenda - tanto en el aspecto físico como en el de la personalidad. Esta fuerza te permite hacerte cargo de casi cualquier situación y resolver las situaciones más desafiantes. Incluso es muy posible que tus soluciones sean muy originales. Muchas personas con número del camino de la vida UNO disfrutan de una larga vida con una salud excelente.
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Entre los desafíos que aguardan al número UNO se incluyen el egocentrismo, el egoísmo y un sentido de superioridad. También pueden ser impacientes y tener confianza excesiva en si mismos. Aun cuando puedes hacer las cosas a tu manera, sin importarte que otros no estén de acuerdo, tendrás que moderar esta actitud y permitir que otros expresen sus ideas si deseas realizar un liderazgo efectivo. El reto más grande para una persona con número UNO es tener que depender de otros. Aunque parezca raro, muchos se ven atrapados en tales circunstancias y tienen que luchar para lograr esa independencia que es partes de su naturaleza.
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miércoles, abril 01, 2009

Sufre caída José Agustín en el Teatro de la Ciudad; evalúan condición (E-consulta/Puebla 01/04/09) por Fernando Pérez Corona

Con fractura de cráneo y tabique nasal, ingresó el escritor José Agustín esta noche al Hospital Beneficencia Española, después que cayó de cabeza del foro del Teatro de la Ciudad, donde realizaba una firma de autógrafos.
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Cruz Roja reportó como “grave” el estado de salud del oriundo de Acapulco, Guerrero, y ganador de los premios Latinoamericano de Narrativa Colima/Instituto Nacional de Bellas Artes y Nacional de Literatura Juan Ruiz de Alarcón, ambos en 1993.
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Según la información recabada por e-consulta, el autor de las novelas La tumba (1964); De perfil (1966); Se está haciendo tarde (1973); Cerca del fuego (1986) Luz interna (1989) y Luz externa (1990), estaba en una firma de autógrafos, cuando paso a paso se alejó del foro y cayó de una altura de casi 3 metros
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El narrador, guionista de cine, periodista, traductor y dramaturgo de 65 años de edad fue trasladado por la unidad 299 de la Cruz Roja del inmueble municipal al nosocomio, a donde llegó a las 20:23 horas, con una actitud “combativa”.
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De acuerdo con el responsable de la atención Omar Albarrán, el ex profesor de la Universidad de Denver, conductor y productor de programas culturales de radio y televisión, agredió a los paramédicos, como consecuencia de haber perdido el conocimiento y despertar en forma súbita. José Agustín Ramírez Gómez ha colaborado en distintos suplementos y revistas. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores de 1966 a 1967 y de la Fundación Guggenheim, en 1978.

Palou, finalista del premio Casa de América


(Intolerancia/Cultura 01/04/09)
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La colombiana Ángela Becerra es la ganadora del certamen iberoamericano de narrativa con la novela La mitad perdida.
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La colombiana Ángela Becerra y el mexicano Pedro Ángel Palou fueron anunciados hoy como ganadores del premio iberoamericano Planeta-Casa de América de Narrativa 2009: la primera como autora de la obra ganadora, dotada con 200 mil dólares; y el segundo como finalista, acreedor a 5 mil dólares.
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Ambos escritores estuvieron presentes en el anuncio, realizado en un hotel de la ciudad de México, donde ofrecieron sus primeras impresiones acerca del galardón recibido y comentaron la trama de la novela que los llevó a ganar este premio considerado como el más cuantioso en América Latina para la literatura.
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Ángela Becerra señaló que desde que envió el manuscrito para participar en el concurso, estaba muy satisfecha de lo que había escrito, porque fue un trabajo de vida y muerte, una obra muy ardua de escribir, pues inició en 2004 y no vio la luz sino hasta ahora. La colombiana, radicada en España, participó con La mitad perdida, bajo el seudónimo de Bonaventura.
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“El trasfondo de la novela son las soledades acompañadas que cada día vive el ser humano, soledades que se van rozando, que se acercan y alejan como en una danza, en una búsqueda por encontrarse a sí mismos y, en la medida en que va evolucionando la historia, estas soledades se van encontrando y aparece la comprensión y la compasión entre los seres humanos para encontrar en el otro su plenitud”, dijo.
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Policiaca
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Pedro Ángel Palou, por su parte, quien firmó con el seudónimo de Jean La Fargue explicó que su obra, titulada El dinero del diablo, es un thriller histórico-político con dos tiempos. Uno de ellos es actual, donde suceden una serie de asesinatos que debe resolver un jesuita, en una época en el mundo en el que se está a punto de vivir la beatificación de Eugenio Pacelli, Pío XII, que es el personaje histórico de su texto.
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“La novela cuenta todos los actos de espionaje y sabotaje que este hombre, siendo nuncio en Alemania, luego secretario de Estado en el Vaticano y finalmente papa, hizo para que El Vaticano firmara, primero con Mussolini, un concordato cediendo los estados italianos a cambio de una serie de prebendas", comentó. “Posteriormente también es central para que El Vaticano firme un concordato similar con Hitler. La novela sostiene, con base en una investigación histórica, que Pacelli no es solamente alguien que guardó silencio durante la Segunda Guerra Mundial con respecto al Holocausto, sino que fue decisivo y central para que Hitler llegara al poder”, agregó Palou.
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En esta ocasión, el jurado del premio convocado conjuntamente por editorial Planeta y Casa de América, estuvo integrado por los escritores Federico Andahazi (Argentina), Juan Eslava Galán (España) y Paco Ignacio Taibo II (México). A ellos se unieron Imma Turbau, directora general de Casa de América; Gabriel Sandoval, director editorial de Planeta México; y Ricardo Sabanes, director editorial de la División Internacional del Grupo Planeta, quien participó como secretario sin voto. Previo al anuncio de los premiados, José Creuheras, vicepresidente del Grupo Planeta, informó que la entrega de este reconocimiento está garantizada hasta 2012, toda vez que se firmó un acuerdo de colaboración entre esa editorial y Casa de América. “El objetivo es intentar ganar lectores más allá de las fronteras, trascender el mar y lo estamos consiguiendo. Los más de 300 mil ejemplares que se han vendido de las dos ediciones anteriores del premio demuestran la salud de este certamen”, dijo. Los organizadores anunciaron que en esta edición del premio participaron 493 obras procedentes de 22 países iberoamericanos, de entre las cuales fueron seleccionadas diez finalistas y en última instancia se premió a dos escritores.
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El Universal/Cultura -01/04/09
Yanet Aguilar Sosa
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Premio Planeta para Ángela Becerra. Colombiana atrapa a los lectores y al jurado.
Queda como finalista el escritor mexicano Pedro Ángel Palou con “El dinero del diablo”
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Considerada por algunos críticos como la precursora del “idealismo mágico” —en sus palabras: “la magia al servicio de las emociones”—, la escritora Ángela Becerra resultó la ganadora del tercer Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta Casamérica 2009 por su novela Ella que todo lo tuvo, mientras que el finalista fue el mexicano Pedro Ángel Palou con El dinero del diablo, una novela que documenta la corrupción vaticana en tiempos del Papa Pío XI.
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Nacida en Cali, Colombia en 1957, la narradora que entró al premio con el seudónimo Bonaventura procedente de España y no de Colombia, antes de publicar su primer libro en 2001 se dedicaba a la publicidad. Con sus cuatro libros publicados en cinco años ha alcanzado altas ventas y desde 2008 ya anunciaba una novela cuya “columna vertebral es la soledad” que presentaría en 2009.
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La novela de Ángela Becerra, con la que se hizo acreedora a 200 mil dólares, fue definida por el escritor Paco Ignacio Taibo II como una historia atractiva por los muchos planos que tiene dentro, “desde un enigma de arranque que luego se va disolviendo, hasta un doble juego de la historia y una serie de obsesiones e inquietudes que la convierten de una novela de reflexión a una novela de acción”.
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El integrante del jurado, junto con los escritores Federico Andahazi, Juan Eslava Galán, además de Imma Turbau, directora general de Casa de América; Gabriel Sandoval y Ricardo Sabanes, directivos del Grupo Planeta, afirmó que el jurado votó dividido por las dos novelas finalistas: “Votamos tres por una y dos por otra”, y destacó que las dos novelas tienen “un tremendo gancho anecdótico”.
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Gabriel Sandoval, por su parte, reconoció que la novela de Becerra tiene varios atributos: “Es una novela de códigos, parece un thriller y termina siendo mucho más sicológica; es una novela que atrapa al lector desde un primer momento, viaja muy bien, al igual que la de Pedro Ángel. Eso es lo que busca un premio con la vocación del Planeta Casamérica, novelas de autores hispanoamericanos que sean capaces de leerse en cualquier capital del mundo de habla hispana”.
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Intrigados por el reconocimiento que pueda tener en Colombia la narrativa de Ángela Becerra, buscamos a Marianne Ponsford, directora de la revista A rca d i a , dedicada a la cultura, los libros, el cine y la música. Señaló que el Premio Planeta, como todos los premios que dan las editoriales, están motivados por intereses comerciales, lo que no es una ofensa ni un insulto porque ellos están en el mercado y están jugando con un producto como cualquier otro empresario. “Ellos se han sorprendido por las cifras de venta de los libros de Ángela Becerra, es muy claro y perfectamente respetable que decidan dar un premio basado exclusivamente en las ventas”. Además, afirma que “hay muchos libros o escritores absolutamente intrascendentes que son best sellers en su tiempo y luego se olvidan”.
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El editor Gabriel Sandoval, director editorial de Planeta México, aseguró que la vocación de este galardón “es premiar una novela que sea masiva y que sea un premio al lector, no solamente al escritor. Ambas novelas son las más internacionales que hemos premiado en estos tres años del concurso”; también dijo que pensar que se le dio el premio a Ángela Becerra por sus ventas “involucraría a pensar que nosotros sabíamos que era ella”.
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Ángela Becerra, autora de Alma abierta, De los amores negadosyEl penúltimo sueño, aceptó que le gusta vender porque le interesa llegar a mucha gente. “Yo estoy muy feliz de vender, me siento muy orgullosa de poder llegar a la gente, de conectar desde el alma”.
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Palou descobija corrupción del Vaticano
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El escritor Paco Ignacio Taibo II reconoció que en la novela El dinero del diablo con la que Pedro Ángel Palou fue designado finalista del tercer Premio Iberoamericano Planeta Casamérica, el autor no sólo documenta las interioridades de la corrupción vaticana, “que no dejan nada que desear a la corrupción del gobierno mexicano”, pero además sugiere y sostiene que Eugenio Pacelli (el papa Pío XII) es el autor intelectual del asesinato de su antecesor Pío XI.
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“La novela te deja prendido de esta base histórica muy potente y documentada, pero además porque está combinada con una novela policiaca, con un jesuita como héroe que recorre calles, maneja a toda velocidad y anda con pistola”, aseguró Taibo II, quien fue miembro del jurado.
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Pedro Ángel Palou, autor de Cuauhtémoc, Zapata y Morelos , relató que la obra finalista, con la que obtuvo 50 mil dólares y se publicará en 22 países al igual que la novela ganadora, es un thriller histórico político con dos tiempos: el actual en el que suceden una serie de asesinatos y hay un detective jesuita que va descubriendo y desenmarañando la trama, y el tiempo pasado, que es una trama histórica protagonizada por Eugenio Pacelli, conocido como el papa Pío XII.
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“Eugenio Pacelli —que ha sido propuesto para ser beatificado por El Vaticano— es el personaje histórico de la novela que cuenta todos los actos de espionaje y sabotaje que este hombre realizó, primero como nuncio apostólico en Alemania y luego en su papel de secretario de Estado en El Vaticano”, afirmó Palou.
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El narrador, que lo mismo que Ángela Becerra es autor del Grupo Planeta, recrea en la novela cómo Pacelli logró que El Vaticano firmara un concordato con Mussolini cediendo los estados italianos a cambio de una serie de prebendas y cómo posteriormente fue pieza clave para que El Vaticano firmara un concordato similar con Hitler. “La novela sostiene, con base en una seria investigación histórica, que Pacelli no es solamente alguien que guarda silencio durante la Segunda Guerra Mundial respecto del Holocausto, sino que fue decisivo y central en la carrera de Hitler”.

martes, marzo 31, 2009

La guerra y la imaginación 1

Diario Milenio-México (31/03/09)
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En uno de los capítulos que componen El legado de la pérdida, la novela que Kiran Desai —escritora nacida en India con residencia en Estados Unidos e Inglaterra—publicó en 2006, Gyan, un joven e improvisado tutor de matemáticas, se une casi por casualidad al Ejército de Liberación de Gorkha. Como muchos habitantes de Nepal, Gyan ha resentido tanto el colonialismo británico como el de la India, pero la tarde en que llegará a formar parte de una marcha de protesta, la decisión se debe más a que conoce a muchos de sus integrantes —antiguos compañeros de colegio— que a convicciones netamente políticas. Mientras avanza con ellos por las calles de Kalimpong, alzando su voz junto a las otras voces, llega primero la sensación vertiginosa de estar haciendo historia y, luego, casi de inmediato, la sensación de estar actuando a estar haciendo historia. El desdoblamiento lo abate. De pronto, mirándose desde afuera, no puede dejar de notar los elementos cotidianos de sus calles con una melancolía que en mucho se parece al cariño: el tráfico de las calles, los comercios locales (los sastres sordos, los herreros, la farmacia homeopática), la loca que pasa corriendo. “Y luego, viendo hacia las montañas, se salió de la experiencia otra vez. ¿Cómo puede cambiarse lo ordinario?”, se pregunta. Mientras recuerda la manera en que los pobladores de la India se unieron para demandar el desalojo de la presencia británica en la península, recordando la gloria y el riesgo que forma parte de la médula latiente de la India liberada, Gyan reflexiona: “¿Si una nación ha tenido tal clímax en su historia, en su corazón, no tendrá hambre de eso otra vez?”.
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Suelo hacerme preguntas similares de cuando en cuando, especialmente en un año que, como 2009, se aproxima al cierre de los ciclos de 100 años que marcan el surgimiento de los movimientos de independencia y de revolución en México, iniciados cada uno, al menos formalmente, en el número 10 del nuevo siglo. Me hago esas preguntas de manera por demás ahistórica, pues, en un año que ha comenzado con una ola de violencia que las generaciones urbanas nacidas hacia finales del siglo XX sólo hemos conocido de oídas, en los relatos de los abuelos o en ciertas novelas o ciertos libros de historia o, incluso, en películas. La historia, todo parece indicarlo, ya está de regreso de su sueño de progreso y globalización. Despierta, la historia se pasea por las calles de la ciudad o las veredas de los campos con su hambre a cuestas. Fauces en vela. La historia nos recuerda, como siempre, que somos mortales. Que hay cosas irresueltas.
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En Los grandes problemas nacionales, el detallado análisis de la historia mexicana que Andrés Molina Enríquez publicara en 1909, éste argumentaba que el gran problema de México no era, como decía Francisco I. Madero en su libro La sucesión presidencial, la democracia o, más precisamente, la falta de democracia, sino la tierra. En su opinión y con base en datos históricos de larga duración, el problema de México no era, luego entonces, meramente político sino profundamente material: la propiedad de la tierra. A mayor concentración de la tierra, mayor desigualdad. A mayor concentración de la riqueza en pocas manos, mayor explotación del trabajo. A mayor explotación del trabajo, mayor posibilidad de violencia popular. Al contrario de lo que esgrimía el hijo de hacendados norteños educado en París, Molina Enríquez creía que, de no resolverse, esta desigualdad seguiría llevando al país una y otra vez a los ciclos de violencia ancestral. El problema no se resolvía, pues, en las urnas, sino en el contexto en que se producían esas urnas.
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Habrá que recordar que, de acuerdo con algunos historiadores, la conquista de México coincidió, de hecho, con una ola de sublevaciones populares contra el poderío azteca, cada vez más distante de sus gobernados. Si las crónicas indígenas de la época son dignas de confianza, habrá que recordar que no sólo los españoles le llamaron “perro” a Moctezuma, y que fueron sus propios congéneres quienes le arrojaron las piedras que lo acabarían. Habrá que recordar también que, de entre todas las movilizaciones que resultaron en las independencias de Latinoamérica, sólo la mexicana se convirtió, al menos entre 1910 y 1915, bajo el liderazgo de Hidalgo y de Morelos, en un verdadero intento de revolución estructural. Basta leer ese maravilloso documento que es Los sentimientos de la nación (somos una nación en cuyas letras iniciales se desliza, en efecto, la palabra sentimiento) para darse cuenta de lo se reside en la médula misma de este país: igualdad entre las razas, distribución de la tierra, devoción a la Virgen de Guadalupe. Y habrá que recordar que, justo como lo argumentaba Molina Enríquez en su grueso tratado, aún cuando Madero llegó a ser presidente de México, la falta de apoyo popular marcado por la distancia establecida por Zapata en el Plan de Ayala, lo llevó directamente, y sin metáfora de por medio, a la muerte.
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¿Qué se sentía vivir en esos tiempos? ¿De qué manera se fragua, desde la vida cotidiana, una revolución? En palabras de Gyan, el personaje de Kiran Desai: “¿Cómo es posible cambiar lo ordinario?” Según algunos, aquellos que mantienen la teoría de “la bola”, todo se resume con frecuencia en el efecto de la bola de nieve —un proceso acaso “natural” y en todo caso irracional al que son afectas las clases populares de un país. Alguien empieza sabiendo poco o muy poco, y otros, sabiendo todavía menos, lo siguen. ¿Por qué? Por seguir a La bola. Algunos historiadores han trabajado de manera más o menos explícita con este tipo de nociones. Y la misma idea no deja de estar presente en Los de abajo, la famosa novela de Mariano Azuela en la que un doctor civilizado de la clase media citadina llega a asquearse ante la ferocidad sin agenda de los campesinos y soldaderas con los que convive durante los años de la gesta revolucionaria. No todas las visiones de la revolución, sin embargo, son tan clasistas (y racistas y chouvinistas). Hay también los que han argumentado que son las disparidades estructurales, ya económicas o políticas o culturales, las que palpitan en el corazón de un levantamiento. Eso, por supuesto, y la esperanza. ¿Quién que no crea que hay algo mejor adelante, en ese otro lugar que no es el aquí, puede dejar su casa una mañana y levantarse en armas? ¿Quién que no crea que hay algo más por ganar, porque en lo que hay todo está perdido, puede empuñar el arma que terminará con esa otra vida que representa todo un sistema de muerte?

lunes, marzo 30, 2009

La hora desierta (43) (Del Libro de las horas) por Pedro Ángel Palou

Tropezarás en luces. Y al fin de tu osadía,
sólo hallarás, cerrada, una ciudad que llora

JRJ

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I
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Ha llegado el momento de mirar tu vida
después del arduo año de la limpieza
de la roza y quema de tus antiguos campos.
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Ya es otro tu lugar aunque parezca el mismo
Largas nubes negras y alegres rosas,
desvanecidas notas mientras el corazón salta.
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¿A qué huele el agua de la lluvia en la tarde untuosa?
Todo, hasta el misterio, vagamente retorna.
Un pájaro y tres niños fantásticos. Una mujer llora.
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Ante el sol violeta tiemblan helados los volcanes:
no te queda más que el alma. Y el viento, furioso.
¿Quién demonios cumple sus promesas?
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II
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Y entra la noche como un entierro enlutado.
¿A quién miras, helado? Eres tú, también de piedra.
Juegan tus dedos sobre la urna sellada. Pétalos quemados.
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Quieto el jardín, con su luna desnuda y cínica.
Escribes: No añoro, sólo aguardo. La dicha es pobre.
La lluvia llora sobre tu cuerpo sus lágrimas de sangre.
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Lloverá también en la memoria. Y olerá a tierra y a silencio.
Amanecerá con un cielo transido de amarillo. En el pasado.
Estarás tú, -¿recuerdas?- y tu piel, tus ojos y mis besos blancos.
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Mientras más frondosos los árboles más sin hojas tus brazos.
Cansado de apretar todo tu cuerpo laxo. Anochece al fin.
Reposan el jardín y sus aves, tu alma y sus sollozos.
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III
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¿Siempre serán de otro las rosas reidoras?
¿O habrá nuevos amaneceres en estás tierras viejas?
Nada sino un océano de preguntas. Bebe su agua, transparente.
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La hora viuda (43 bis)
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Olvidar es vencer, decía el poeta.
Pírrica victoria, la del olvido, pero permanente.
Hemos vuelto, andado el mar de regreso
La barca ha resistido, ningún tripulante enfermo.
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Hay, lo percibo, un dolor sin nombre que nos ronda
Es como la respiración del moribundo, o el imaginario
Acúfeno del hipocondríaco. Pero allí está.
Es una voz que de cuando en cuando reaparece.
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Sobrevivimos convencidos de que la decisión fue buena
Los pequeños roncan en sus camas, mi mujer lee un libro
Yo creo que duermo, que los estoy soñando
La noche es la gran presencia: nosotros no tenemos rostro.
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El mayor se hace hombre. El otro, que le sigue, ríe
Y la pequeña nos dibuja largos y delgados como sombras
Voy y vengo de mis trabajos y sus días. Allí están siempre
No necesitamos decirnos que nos amamos, pero cómo conforta.
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Alguno piensa en dios, o lo descubre entre sus dudas. Otro sufre
La primera pérdida. Una más siente que se le acaban las fuerzas
Un tiempo creí llevar el timón del barco, su dirección.
Hoy me doy cuenta de que es trabajo de las olas y del tiempo.

Tiempos de barbajanes

Diario Milenio-México (30/03/09)
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1. Antiguamente las llamaban raposas
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Aseguran algunos suspicaces que el galán encarnado por Mauricio Garcés en cine y televisión solía echar mano de la expresión arroz para acusar la entrada en su radar erótico de lo que, leído por el revés, habría venido a ser una zorra. Pero un galán de entonces no decía esas cosas, que en tal caso lo habrían señalado no como un casanova desdeñoso, sino como un cochino barbaján. Hoy día, cuando la corrección política reinante permite a las conciencias acomodadas mirar hacia el pasado con ojos regañones, llamar zorra a una chica complaciente puede ser traducido como acoso y convertido en infracción legal, pero en la práctica parece un requiebro. Fascina y horroriza sumergirse en el mundo de una serie como Mad Men, cuyos protagonistas, una cuadrilla de trogloditas elegantes, escenifican el catálogo de patanerías machistas que en los tempranos sesenta eran parte del paisaje. La idea de elegancia consistía en jamás llamar zorra a una zorra, pero en cambio asumirlo con alguna quijotería de caricatura, más similar a la padrotería e escaparate. Que es un poco lo que hacía el personaje de Mauricio Garcés, acostumbrado a redimirse a través del ingenio del pícaro de alcoba, cuyo pellejo en juego suscita cierta solidaridad en los espectadores, que ya encuentran graciosos los trapecismos del mancornador y a carcajadas premian sus ocurrencias.
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De pronto no celebra uno tanto el ingenio como la ingenuidad de ciertos chistes viejos. El avance de la tecnología permite la ilusión de ver hacia el pasado como un tiempo borroso y primitivo, cuya low definition lo hace indigno de consideración. ¿Qué se le puede ver a un mundo en Betamax, por decir algo y no tener que ir tan lejos? ¿Quién querría ver Mad Men sin la resolución espectacular que le deja mirar hacia el pasado como éste jamás pudo verse a sí mismo? Qué sencillo sería horrorizarse de aquí al fin de estas líneas por esos tiempos rudos y olvidados, cuando un obstetra podía ensañarse con su paciente, y darle en realidad trato de zorra, si ésta era soltera y se interesaba por un método anticonceptivo. A casi medio siglo de distancia, nos asusta que un hombre pulcro en apariencia resulte, ya en privado, un barbaján. Hipocresía a todas luces innecesaria, si hoy a los barbajanes se les quiere, admira y condecora.
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2. La moda del denuedo
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Sucedió hace unos pocos años. Saltaba, como tantos insomnes, de canal en canal, cuando apareció un viejo rockero local, apuntando el micrófono hacia la curvatura de sus nalgas, al tiempo que pujaba por parir cierto flato de ímpetus estelares. Un gesto muy gracioso en los años tempranos, ciertamente estrambótico más allá de los ¿quince, veinte? Un instante más tarde el cantante, casi un sesentón, solicitaba al público del programa “un aplauso para mi yoyito”, mismo que acto seguido le fue prodigado para delicia de los programadores, que en otra época se habrían persignado y ahora entienden que la osadía barata es rica en clientes fáciles. Ya entrados en el tema de la sencillez, justo es decir que no hay osadía más fácil que la del barbaján, que no tiene siquiera que entrar en personaje para representar al silvestre garrafal que es. El que a todo se atreve porque así se le hincha, y a ver quién se le va a plantar enfrente. Nadie quiere ser visto como cuadrado, antes que eso parece preferible celebrar el arrojo del pedorro atrevido con una salva de aires solidarios.
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Sufre y gana congoja el genuino espíritu aventurero cuando pasa que está de moda atreverse. Situación muy propicia para que cualquier bembo se atreva a cualquier cosa y cualquier día sea aplaudido por eso. Atreverse en manada, en tropel, en un tris. Pasarle por encima a los preceptos que ya antes pisotearon millones de hijos de vecino, pretendiendo que se es el primero, cuando más el segundo. Jugando a ser osado trasgresor igual que se asesina a los contrarios en un videojuego. Sin riesgo alguno, pues. A cubierto contra esa adversidad que a menudo se ensaña con tantos atrevidos freelance. Asumir por principio que se es un patán y en cualquier situación se actúa en consecuencia, garantiza el respeto de los pusilánimes. Cada uno, con esto de las modas, barbaján en potencia, y por tanto renuente a entrar en conflicto con un colega de mayor jerarquía.
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3. Anónimos incómodos
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Hará un par de semanas que me lo topé. Volvía, como muchos, del trabajo, y yo quería inmiscuirme en su camino. Lleno de enjundia en medio embotellamiento, el tipo dió un acelerón violento para pegarse al coche de adelante y cerrarme el acceso a la fila que iba por la avenida. Nada que sea raro a las siete de la tarde en la Ciudad de México, pero me sorprendió la enjundia del sujeto, que no bien observó mi teatral extrañeza —moví incluso las manos, asumiendo el papel de civilizado que no siempre me sale, en estas circunstancias— bajó la ventanilla derecha y procedió a gritarme: “¡No es a huevo!”. Una vez en la fila, detrás de él, no pude ya por menos de darle la razón, entre risas que habría querido compartirle. En el tráfico duro de la Ciudad de México, la decencia es equipo opcional.
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Confieso que pensé en darle un rebasón, pero no hubo manera durante los dos kilómetros que avancé detrás de él, a vuelta de rueda. Hasta que, para mi sorpresa, el extraño dio vuelta en mi calle y se estacionó a pocos metros de mi casa. No era su día, claro. Uno sale a la calle listo para pelearse con perfectos extraños y el último resulta ser su vecino. Creemos que sabemos a qué nos arriesgamos, sin calcular que incluso la osadía más predecible no tiene precio fijo en el mercado. Diríase que no hay dados más riesgosos que aquellos que se anuncian cien por ciento seguros. Vi de reojo al vecino, al rebasar su coche estacionado. Si otras veces jugué el papel del gritón, esta vez me tocaba el del caballero. Como un último gesto de diplomacia, entré sin acusar su incómoda presencia. Desde entonces no lo volví a ver, pero sospecho que al final de esa tarde tuvimos que arreglárnoslas para matar a un par de barbajanes.

Cirugía mayor

Diario Milenio-México (30/03/09)
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A caso la escena paradigmática de la nueva novela de Carmen Boullosa, El complot de los Románticos (Siruela), sea aquella en la que departen en un restaurante Ramón López Velarde, Catherine Zeta-Jones y un Dante Alligheri vestido con gorra de merchandising de Britney Spears y camiseta estampada con la leyenda “Don’t fuck with me!”. En efecto: es éste un libro desmesurado y delirante. ¿Posmoderno? Sí: tanto como Si una noche de invierno un viajero pero también como El Quijote.
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Su premisa ha sido ya referida en esta misma sección: un encuentro de escritores consagrados y (acaso por tanto) muertos, narrado casi siempre (pero no siempre) por una escritora viva y, sobre todo, loser. Anticipo ya lo que se dirá de él. Muchos lo pronunciarán el libro más literario de Boullosa y tendrán razón. Otros tantos afirmarán que se trata del libro más metaliterario de Boullosa y también tendrán razón. Y no faltará quien diga que El complot de los Románticos es un libro profundamente antiliterario; cosa curiosa, tampoco se equivocará.
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Es, en efecto, una novela particularmente literaria, una en la que Carmen Borracha se pone boullosísima de literatura. Primero, y de manera más evidente, por sus personajes: todos escritores que piensan en lo que escriben y en lo que no escriben (incluso en lo que podrían escribir una vez muertos), en su relación con otros escritores, en la pertenencia o no a una tradición, en esas cosas que sólo nos importan a los escritores. Después, por quiénes son esos personajes: si no todo el canon occidental, cuando menos el canon personalísimo de Boullosa, de Sócrates a Kafka, figuras icónicas a las que la autora saca a pasear a las calles y a los cafés, a los lobbys hoteleros y a los centros comerciales, un poco como en campaña publicitaria de promoción de la lectura. (Apunte al margen: alguien debería proponer esta práctica a la FIL; sería un exitazo.)
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Y es, claro, evidentemente metaliterario. No sólo por la manera en que Boullosa cuestiona las convenciones mismas de la ficción sino por la forma (más bien amorfa) en que se divierte con ellas. Lo es, de entrada, por sus múltiples narradores: una tal Carmen Boullosa, refulgente pero hierática, un autor anónimo y francamente farragoso, algunos pastiches pertinaces (uno de Rosario Castellanos admirable, uno de Humboldt de una deliciosa crueldad), y, sobre todo, su narradora en jefe, especie de hija bastarda de la propia Boullosa y de Blanca de Castejón, despistada y autocompasiva y caótica y (otra vez) desmesurada pero también lúcida y gozosísima. Pero también lo es por la pésima relación entre todos esos narradores, que se socavan, se mofan unos de otros, se detestan… pero ahí siguen narrando juntos. Y, finalmente, lo es por la plétora de géneros de los que abreva (del poema al prólogo al torneo de spoken word) y por el juego de plano absurdo con el tiempo y el espacio.
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Lo que, sin embargo, es sobre todo El complot de los Románticos es una novela antiliteraria.
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Caricatura malora de este mundo de presentaciones y capillas y encuentros y premios y grillas y poetitas gringuis que escriben como autoras del Cono Sur (¿o será del Coño Sur?), ha sido esbozada por alguien que conoce a los escritores y se reconoce como uno de ellos, que profesa odio entrañable al gremio y a sus mores. Y no solo en sus trazos más epidérmicamente reconocibles sino también en puntos como la angustia por la trascendencia o el peso de los méritos y deméritos políticos.
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De detenerse ahí, El complot de los Románticos sería un divertimento, un juguete tímidamente, tiernamente antiliterario (y al mismo tiempo hinchado y henchido de literatura). Pero tiene un apéndice: un cuento que a priori nada tendría que ver con el resto de la novela, que pasaría por otro indicador de mera desmesura si no viniera a resignificar la novela toda. Su anécdota es sencilla: la crisis de un hombre que abjura de la literatura para hacerse crítico de arte, todo a raíz de un sueño. En ese sueño, un puñado de grandes, de Scherezada a Bioy, devienen crueles cirujanos, empeñados en arrancar los ojos a un grupo de chicas guapas. “Esto es lo que hacemos”, espetan al azorado soñante. “Te llamamos para iniciarte en el oficio; ¿quieres como nosotros fabular?”.
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Es en esas líneas que Boullosa postula que lo atroz, lo maligno, no son los escritores sino la literatura misma. Y en esa idea —y en la manera literaria y metaliteraria y antiliteraria de exponerla— hay espléndida literatura.