jueves, septiembre 24, 2009

I (Fragmento de Los amantes se separan, parte de la novela "Sanar tu piel amarga" de Jorge Volpi)

El amor existe, sí pero es necesario aceptar que, a veces, el amor se acaba. O se interrumpe. O se marchita. ¿En cuántas ocasiones no les ha ocurrido imaginar que su amor se ha agotado, que ha muerto, que sido víctima de un innoble suicidio? Y entonces vienen las dudas obvias: si el amor se termina, ¿en realidad fue amor lo que ha terminado? ¿No sería acaso un engaño del sentido, una trampa vana, una ilusión, una demencia? Mientras uno instaura la pasión en su vida, cualquier debilidad le parece imposible. El final ni siquiera se vislumbra; se vuelve mito incierto, una perversión que sólo les ocurre a los otros. Habitado por su seguridad, uno se cree a salvo. Paradójicamente, quien yace en la otra orilla -la del desencanto, la del hartazgo- posee una incredulidad idéntica: ¿cómo pude, cómo asumí, cómo no hice nada? En tanto se vive, el amor se antoja inexistente: se miran tan natural como una enfermedad antigua, como una mutilación olvidada. Sólo cuanndo uno lo cuestiona le otorga vida real y, al mismo tiempo, inicia el camino de su destrucción.
¿Cuándo se inicia este deslumbramiento, esta tristeza, esta apatía? La respuesta sería la misma que si preguntásemos cuándo comienza el amor. No obstante, amigas y amigos, he de insistir: el amor existe.

No hay comentarios.: