jueves, junio 04, 2009

Sociopatía de lo cotidiano

Diario Milenio-Puebla (04/06/09)
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Es posible (muy probable) que los llamados sociópatas realmente no conozcan la culpa. Había postergado este tema que me andaba desde hace tiempo rondando en mi cabeza hasta que releí el prólogo del libro Celebridades del crimen de Ángeles Pérez Aguirre y una nota que apareció en una página roja donde se da cuenta, con fotos y señales reales, de unos malandrines que defraudaban a la gente vendiéndoles terrenos que por supuesto no eran de ellos.
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En el prólogo de Celebridades del crimen se refiere el autor a la sociopatía relacionada solamente al caso de los asesinos en serie. Yo amplío el concepto para todos aquellos que andan por ahí cometiendo todo acto de pillerías y traicionando a sus amigos sin que el sentimiento de la culpa (efectivamente) pase por su conciencia.
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Es difícil imaginarse a personajes como éstos, pero los hay. Esta banda a la que me refiero cayó con todos sus cinco miembros hace días. Según la averiguación previa, ellos se dedicaban a la venta de terrenos que, tal como lo dije antes, no eran de su propiedad.
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Pero ahí no terminan los límites que puede tocar un sociópata. Estamos, casi sin saberlo, rodeados de ellos. Es simple: si no hay culpa ante el daño y ante el dolor ajeno, hay indudablemente un sociópata asomando la nariz.
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En el prólogo a Celebridades del crimen de Antonio Sánchez Galindo (David Ojeda, mi amigo y maestro de muchos años, me ha aclarado que Antonio es hermano de Sánchez Galindo, el jugador que militó en las líneas del Cruz Azul en los setenta), escribe acertadamente que la sociopatía se aprende porque se vende.
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¿Pero en dónde están los sociópatas? En todos lados: en la traición, en los malos diagnósticos médicos (sabiendo que engañan a sus pacientes), en la venta de casas, terrenos y departamentos previamente embargados, en las peluquerías, etcétera.
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En la vida cotidiana el sociópata cree que lo que hace es lo correcto, no le interesa en lo más mínimo que el otro se sienta mal o que termine arrastrándose y en la miseria. Lo recalco: no hay culpa y sí complicidades.
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En síntesis: el concepto de sociopatía no es aplicable solamente a los asesinos seriales. Sociópatas también son aquellos que en algún momento de su vida han asesinado animales y andan por ahí como si nada. Sociópatas: poetillas burócratas que organizaron, cuando se sintieron afectados, el fuego amigo en contra de sus superiores jerárquicos y luego les fueron con el rastrero cuento de “ya te paré a la maldita prensa, jefecito”.
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De esta última clase de sociópatas hay que esconderse como de la influenza humana. Son muy peligrosos.

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