lunes, junio 01, 2009

Ignacio Padilla: «Creemos en la vida de los objetos para no sentirnos solos» (El sur/Cultura y espectáculos-España 02/06/09)

El autor mexicano recibe el II Premio Málaga de Ensayo por su reflexión sobre el animismo
Marina Martínez
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No estaría mal contarle las penas al tostador al llegar a casa tras el trabajo o pedirle consejo al espejo sobre qué ropa sienta mejor. Quizás fuera posible. ¿O no? Ignacio Padilla (México D.F., 1968) no tiene dudas: «Lo mismo que a lo largo de la historia hemos creído en duendes o gnomos, necesitamos creer en la vida de los objetos para no sentirnos solos en el universo». Eso le ha servido al escritor mexicano para trazar 'La vida íntima de los encendedores. Animismo en la sociedad ultramoderna', que le ha valido el II Premio Málaga de Ensayo, convocado por el Instituto Municipal del Libro y la editorial Páginas de Espuma. Ayer lo recibía de manos del alcalde de la ciudad, Francisco de la Torre.
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Partiendo de los numerosos contextos en los que se puede mover un encendedor, Padilla reflexiona sobre la actualidad del animismo. «Siempre se ha pensado que el animismo es una característica del mundo infantil y de las sociedades primitivas pero hoy, en pleno siglo XXI, seguimos pensando que los objetos están vivos», advierte el autor, que recurre al cine de ciencia-ficción, con sus correspondientes robots y androides, para demostrar que el animismo no es un eco del pasado. «El autómata es la antítesis de lo humano», dice.
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Y, en esa línea, el conocido miembro de la denominada 'generación del crack' -a la que también pertenecen Jorge Volpi y Eloy Urroz, entre otros autores- atribuye un motivo religioso a la vinculación entre del hombre y el objeto -ahora, la máquina-.
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«Detrás de la religión está el miedo, pero también la incomprensión, como sigue existiendo ante el ordenador. Necesitamos pensar que hay un duende o un espíritu dentro para entenderlo», detalla. Pero, al mismo tiempo, ese misterio lleva al temor. Concretamente, según Padilla, a que la máquina «se rebele y domine al ser humano».
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Relación amor-odio
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Se trata, en su opinión, de una relación amor-odio. «Somos presos de una cárcel material con la que no acabamos de conciliarnos», considera Ignacio Padilla, que incluso se pregunta en su ensayo cómo sería el infierno de los objetos.
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Cree que la explicación está en el Más Allá que también existe para el espíritu de la materia. En ese caso, entiende que las cosas «significan tan poco como los hombres». «Lo que queda de ellas es sólo un cuerpo inútil que acrecentará una cordillera de basura sin que nadie sepa o pueda devolverle la vida», añade en referencia a la cultura del reciclaje.
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«Nuestro eufórico consumir y desechar es una labor interminable, una batalla ilusoria contra las cosas», aclara. Y de ahí su certeza: «Sólo nosotros somos volátiles y efímeros». Pero el animismo es una más de las «obsesiones personales» que Ignacio Padilla convierte en ensayo «e incluso en teatro», reconoce el autor, que confiesa estar «siempre trabajando en el cuento».
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No en vano, el autor ha sido merecedor de numerosos premios en el ámbito de la narrativa, por ejemplo, el Nacional Juan Rulfo para Primera Novela (1994), por 'La catedral de los ahogados'; el Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada (1994), por 'Las tormentas del mar embotellado'; o el Primavera de Novela (2000) por 'Amphitryon'. También posee el Premio Nacional de Ensayo Literario Malcolm Lowry (1994) y el Nacional de Ensayo José Revueltas (1999).

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