martes, mayo 19, 2009

La página cruda

Diario Milenio-México (19/05/09)
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De los cerros altos del sur, el de Luvina es el más alto y el más pedregoso. Está plagado de esa piedra gris con la que hacen la cal, pero en Luvina no hacen cal con ella ni le sacan ningún provecho. Allí la llaman piedra cruda, y la loma que sube hacia Luvina la nombran Cuesta de la Piedra Cruda.Juan Rulfo, Luvina
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No ha pasado por el fuego, se entiende. Como la fruta, está verde y, en términos de los alimentos, es de difícil digestión. Si se refiere a la seda o a un lienzo, quiere decir que no está curado. Cuando en relación con los negocios, se conecta a algo que no está todavía bien elaborado. En lingüística, en lo tocante a los extranjerismos, quiere decir que no ha sido sometido a la adaptación formal. Nadie la ha cazado en los bosques de las palabras juntas ni la ha puesto, luego de desplumarla o de destajarla, según sea el caso, en un cazo de agua hirviendo. Nadie la ha visto morir, poco a poco, en medio de lastimeros estertores. La página cruda. Lo que sigue, esto:
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a) ESCRITURA DE LO INMEDIATO: La novela es una estructura (flexible y variable, es decir, histórica) que construimos para que por ahí se filtre la vida cotidiana. El tema de la novela —el que subyace por debajo o el que levita por encima de cada supuesta anécdota— es siempre el aquí y el ahora que, en toda su densidad y falta de claridad, emerge en un desorden o en un orden peculiar a cada paso. De ahí que se diga, como usualmente se dice, que escribir es la atención más extrema. De ahí que se diga, también, que toda novela es una estructura ligada al cuerpo y su modo de percepción.
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b) ESCRITURA SIN SENTIDO: Hace muchos años leí un libro de historia que todavía recuerdo hasta la fecha: La Gran Masacre de Gatos de Robert Darnton. Hay muchas cosas interesantes en ese libro, pero la que recuerdo tiene que ver más con la metodología del escrito que con el tema en sí. Recomendaba Darnton a los jóvenes historiadores que leían documentos históricos detenerse sobre todo en aquellos aspectos de los escritos que escapaban a su entendimiento. Tal resistencia al entendimiento era, según Darton, la señal más clara de que ahí residía ese “algo” de la época que, por pertenecerle de manera tan orgánica, por ser en sí misma “la época”, la constituía. Ese consejo yo lo he tomado no sólo para mi trabajo como historiadora sino también, acaso sobre todo, para mi trabajo con la escritura. Sólo eso que no entiendo, sólo eso que representa una resistencia a mi lógica o mi entendimiento o mi poder de normalización, vale la pena de ser escrito. Y por eso, por que presenta esa resistencia a mi lógica —que es una lógica de mi época— sólo puedo acabar escribiendo sin sentido sobre lo que no muestra su sentido. Aclaro, no se trata únicamente de identificar el sin sentido, sino también de utilizar todas las herramientas gramaticales y sintácticas y semánticas que están a mano para capturar eso que es lo único que vale la pena escribir a su manera y no la mía.
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c) ESCRITURA EN SUCIO: Si algo he aprendido en mi constante ejercicio de la escritura electrónica es a desconfiar de las versiones finales. Aclaro de antemano: no es ésta una defensa de la negligencia o una apología de la flojera. Más bien, es un llamado de atención acerca de la riqueza que conlleva trabajar —cuidar y revisar un texto— para producir en éste lo que le pertenece a lo inmediato, es decir al aquí y ahora que se alerta ante todos nuestros sentidos de la percepción. Hay que trabajar mucho para producir una escritura en sucio. Hay que evitar el proceso convencional que lleva a la página cocida: matar a la presa (lo real) y cocinarlo (sacarle el jugo) de tal modo que se convierta en una entidad perfecta sí, pero inerte y sin vida. Hay que resistir la versión final y conservar, siempre, la posibilidad de que eso que saltó una vez hacia la percepción lo vuelva a hacer desde la página.
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d) ESCRITURA FUERA DEL CIRCUITO DE LA COMUNICACIÓN: Un libro escrito con este sentido de la escritura del aquí y ahora, es decir, sin sentido y en sucio, no puede constituirse como un libro comunicativo. Pero un verdadero libro no tiene por qué comunicar un mensaje, puesto que para eso ya están los anuncios de la televisión, los manuales de instrucciones, los manifiestos políticos. La claridad y el entendimiento no son responsabilidad de la escritura. Tengo la sospecha que un escritor que verdaderamente escribe, escribe siempre sobre algo que no sabe (es lo inmediato, es lo que saltó a los sentidos, es lo que no se entiende y no tiene sentido, después de todo), de ahí que lo que requiere del lector no es una recepción pasiva y clara del mensaje (desconocido), sino la implicación audaz y dinámica en un juego de acertijos. La frase, “el lector es quien concluye el libro”, no podría ser más cierta en este tipo de libros. Es el lector quien, después de un trabajo consigo mismo a través del texto, terminará por entregarle al autor de la estructura que llamamos novela, el mensaje del mismo.
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e) ESCRITURA QUE IRRITA: ¿Y quién te dijo que la escritura te haría feliz?, ¿Y quién te dijo que un libro te aclararía el mundo en un acto de epifánica pasividad? Y para terminar, ¿y quién te dijo que la lectura te confirmaría y, al confirmarte, te daría la paz?

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