sábado, mayo 23, 2009

Celebridades del crimen

Diario Milenio-Puebla (21/05/09)
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Los temas llegan solos. Ahora y por mera casualidad me encontré con un libro editado por Más+Libros, de una autora a quien yo por lo menos no conocía que tratara el siempre enigmático caso de los asesinos en serie.
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Me ha causado (desde el mismo título) una grata impresión: Celebridades del crimen. Y como es mi larga costumbre leer todo lo referente al tema, en un par de horas había leído la investigación de Ángeles Pérez Aguirre con un prólogo de Antonio Sánchez Galindo.
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La edición no es de lo más cuidado que pudiera estar: fotos un tanto borrosas y una tipografía convencional, aparte de un diseño que no envidiaría nadie que estudie los primeros cuatrimestres de la carrera.
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Sin embargo (aparte de los ya clásicos casos de Landrú, el “Barba Azul” o de Peter Kürter “El Vampiro de Düsseldorf”, aparecen otros más que se agregan a mi biblioteca para la imprescindible consulta, como los casos de otro Chacal de Tacubaya, que no es por supuesto Goyo Cárdenas, sino Joaquín Rodríguez Silva, quien al ser sorprendido allá por los años treinta del siglo pasado al intentar violentar a una jovencita de 13 años de edad, dio muerte con una navaja a dos mujeres que quisieron defender a la joven.
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Declaró después, con toda la saña del mundo: “Me hice un lío… cuando ellas me querían matar y yo me defendía tratando de desarmarlas, les di los golpes que Dios me permitió”.
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Aquí también está el caso de Edmund Emil Kemper, un hombre que fantaseaba con matar a sus padres. Todos sus juegos –dice la autora— en relación con la muerte. Su madre lo mandaba a dormir al sótano, para que no abusara de sus propias hermanas. Las víctimas de Ed, como era popularmente conocido, eran mujeres que levantaba en las paradas de los autobuses para luego acuchillarlas.
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Luego guardaba las cabezas como fetiche, las colocaba delante de él y así se masturbaba. Fue enviado a un sanatorio mental de los Estados Unidos.
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En la introducción se advierte que este libro trata de los asesinos seriales, pero también de los brutales como Higinio Sobera de la Flor.
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El libro omite por descuido quizá los datos de la autora, pero proporciona los datos del autor del prólogo, quien es director general de los Sistemas de Prevención del Delito y Tratamiento al Delincuente en los estados de México, Jalisco y en el Distrito Federal.
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La otra hipótesis que maneja la autora Ángeles Pérez Aguirre es que los criminales pueden servir, como cualquier otro gran maestro, de ídolos a las nuevas generaciones.
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Se pregunta (la misma pregunta que aparece cuando se habla de los asesinos en serie), ¿cuáles son los factores que influyen en quien comete un crimen?
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Y agrega datos tecnológicos recientes, aparte de la falta de amor y el desapego emocional, como el uso de la Internet, la música, el cine y (hay que decirlo) los genes.
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Sociopatía consumada: es el concepto.

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