lunes, abril 06, 2009

Pedro Ángel Palou: consistencia literaria (publicado en Virtud y Fortuna. Suplemento Eventual Omniscio de El Columnista 06/04/09)

I
¿Cómo acercarse o referirse a Pedro Ángel Palou? ¿De quién debo hablar ante el lector: del amigo, del novelista, del poeta o del promotor cultural? Son preguntas que me he hecho durante dos horas para encontrar la mejor forma de escribir unas pequeñas líneas que sólo buscan reconocer su trayectoria. Para mí hablar de Pedro Ángel es hablar al mismo tiempo del lector, del escritor, del promotor cultural y del amigo. Todas esas fases aparecieron ante mí de forma intempestiva un marzo de 2004 en la Casa del Escritor.
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II
Hablar públicamente sobre un amigo es una ardua tarea, más cuando éste se dedica a la escritura y tiene una vasta producción literaria que comprende los géneros de novela, cuento, ensayo y poesía, aunque este último género sólo lo conocen sus allegados. Dentro del mapa literario, Pedro Ángel Palou está ubicado dentro de la “generación del Crack”, nacida en 1997 y conformada primordialmente por sus amigos: Ignacio Padilla, Jorge Volpi, Eloy Urroz, Vicente Herrasti y Ricardo Chávez Castañeda. Aunque pueden entrar autores como: Santiago Gamboa, Fernando Iwasaki, Edmundo Paz Soldán, Rosa Beltrán, Cristina Rivera Garza, Mario Bellatin, Rodrigo Fresán, entre otros. Ha recibido un sinfín de premios como: Premio Nacional de Historia, Francisco Javier Clavijero, 1998; Premio Nacional de Literatura Jorge Ibargüengoitia 1991; Premio Latinoamericano de Ensayo René Uribe Ferrer. Medellín 1996; Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2003 y ha sido finalista de otros más: con “En la alcoba de un mundo”, nuevamente finalista del Premio Internacional Pegaso en 1993, para obra publicada en Colombia; Finalista del Premio Internacional Novedades-Diana con la novela “Memoria de los Días”, que fue también finalista del Premio Nacional de Novela José Rubén Romero 1994 y recientemente su novela “El dinero del Diablo” ha sido finalista del I Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero y del III Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casa de América.
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III
Pero escribir sobre Pedro Ángel Palou es hablar de sus pasiones literarias como Faulkner, Kafka, Melville, Coetzee, Mankell, Pitol, Tabucchi, Camus, Calvino, Nabokov, Capote, Conrad, Naipul, Balzac, Stendhal, Chéjov, Carroll y Cirlot. A los que poco a poco he leído a partir de que soy, fui, su alumno. Escritores que, estoy seguro, lo han influenciado en su escritura considerablemente. A la mayoría de ellos les preocupó y les preocupa la relación del escritor/novela y a casi todos ellos no les incomodaba dejar en cada texto visos de su vida personal.
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Dos ejemplos pueden ser Pitol cuyos textos, quizá, no podría explicarse si éste no plasmara en cada página el mar de conocimientos y experiencias que la vida le ha dado gracias a las veces que ha ejercido como embajador. Lo carnavalesco y lo cosmopolita siempre han acompañado a cada uno de sus escritos, dándole un toque particular a su escritura. El otro es Juan Eduardo Cirlot –poeta que conocí gracias a él- que siempre se ha preocupado por mostrar una consistencia a lo largo de la obra producida. Me explico, Cirlot es un poeta que lo mismo escribió todo un ciclo poético: “Bronwyn” la gran obra poética de Cirlot concebida bajo el augurio del movimiento surrealista, donde el lector que se acerque a tal –personaje que interpreta Rosemary Forsyth en la película “El señor de la guerra” de Franklin Schaffner-, podrá ver cómo Cirlot experimenta con la sonoridad de las letras que conforman el nombre del personaje femenino, cómo crea imágenes poéticas con tan pocas palabras, la brevedad en todo su esplendor. Pero también era un poeta que escribió innumerable número de homenajes poéticos, aforismos, oraciones y demás; siempre bajo la línea de lo místico, lo esotérico y lo conversacional. Era un poeta que buscaba el diálogo con ese “otro” que bien puede ser carnalizado por lector.
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Así la obra de Palou. A lo largo de su producción novelística uno se puede encontrar con temas variados, aparentemente una falta de linealidad como reclamó alguna vez el colérico Lemus, pero en Pedro existe una linealidad que rompe y altera el orden canónico: consistencia en la voz narrativa, esa es su linealidad. Años atrás, en Profética, David Toscana dijo que existían muchos lectores de Pedro, rara vez uno constante, debido a la diversidad temática. Soy de esos pocos, por amistad y por disfrute, pues cada texto me transmite cosas dignas de llevar a la cama y a la vida diaria. Es cierto, puede haber una novela mejor que otra, pero esa cierta extrañeza que me provoca el leer a una misma voz narrativa, personificada o adecuada a distintos personajes, me llena y atrae. Como se puede ver en su reciente trilogía histórica. Se abordaban tres personajes, cada uno contaba con su propio narrador, pero el fondo deja ver una voz con mucha similitud y para mí ésa es su gran logro. Hacer una voz múltiple, consistente.
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IV
Véanlo ahí, a “ese hombre de cabellera dispersa, no es otra cosa que el exhumador de un mundo antes irredento. Ha aprendido, sufriendo, fórmulas mágicas que los otros desconocen: conjuros para evocar y recrear las danzas anteriores. Razas sordomudas, perdidas en sus parajes profundos, cobran voz bruscamente y, desde el valle dormido bajo la niebla, ese coral suena iluminando regiones desoladas o magníficas. Así, hasta que toda la tierra se convierte en eco”[1]. Eco que le invade por todo el cuerpo cuando se da cuenta que “todas las noches es igual. Él se sienta a escribir hasta muy tarde. Nada queda al amanecer. Todo permanece al ocultarse el sol. Monótono e irremediable, el tiempo pasa sin detenerse”. Siempre creyéndose Dios al escribir, nada al abandonar el teclado o la pluma. Así se le va la vida y el tiempo. Por eso escribe de noche, porque de día sería difícil sentirse Dios, él no está para esas chanzas, además eso le permite alejarse de sus sueños pues teme soñar con “la frase de su abuelo: en un día del hombre están los días del tiempo, hecha de palabras, que a la vez que nos contienen nos mutilan, se dice, palabras como único de percibir las cosas, y paradójicamente, de cercenarlas, lo que, piensa, nos convierte en náufragos de la realidad, dueños de un único asidero que igual ahoga”[2].
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Y al final, cuando los días hagan memoria, quizá no haya nada que valga la pena, todos lo sabemos, Pedro lo sabe; pero escribe, escribimos, para dejar constancia de nuestra vida. Y leemos para darle sentido a la misma. Entonces habrá que agradecerle al amigo ser parte de esa contribución.
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En la Puebla de la Franja, el Chelis y el Crack literario.
El poeta neo dark y super-fugado Ho Chi Min.
Alfredo Godínez
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[1] El poeta” de Juan Eduardo Cirlot. Aparece publicado en “Árbol Agónico” (1945) y recopilado en el libro “En la llama” (Siruela, 2005)
[2] “Qliphoth” de Pedro ángel Palou (Sudamericana, 2003)

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