viernes, marzo 27, 2009

"El escritor es un esquizofrénico". Perfil de Pedro Ángel Palou (El Universal/Cultura 27/03/09). Textos de Sandra Licona

Hallar a los ocho años los textos de Borges y los Contemporáneos en la Biblioteca Palafoxiana de Puebla, fue el germen de su vocación literaria.
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Pedro Ángel Palou (1966) hizo su catecismo literario en la Biblioteca Palafoxiana de Puebla, entre los 8 y los 11 años, leyendo la poesía de Jorge Luis Borges y Los Contemporáneos, entre otros autores, en hojas mecanografiadas por la directora del lugar, Estela Galicia, quien lo introdujo en las letras y lo enseñó a leer en voz alta.
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Nació en la ciudad de Puebla, en medio de un pasado colonial que aún se hace presente a través de sus edificios, iglesias y conventos. De hecho estudió en un colegio de jesuitas hasta la preparatoria, en el Instituto Oriente.
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A los 8 años “me impresionó llegar a la Palafoxiana y ver en esa enorme mesa de marquetería a una mujer que me llama y me pregunta si sé leer. Fui durante más de dos años, todos los sábados a leer con ella, a aprender eso que a veces en las escuelas primarias no se enseña, y que es apreciar la poesía antes incluso de la compresión de lectura”.
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Luego, como todos los niños curiosos que se acercan a la literatura y tienen acceso a una buena biblioteca familiar, Palou empezó a leer prácticamente toda la literatura de aventuras: Salgari, Verne, Dickens, desde Oliver Twist hasta Historia de dos ciudades y Club Pickwick. Más tarde se apasionaría por las letras mexicanas y la literatura policiaca.
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Este historiador, cronista, periodista y escritor, que también ha sido secretario de Cultura de Puebla y ex rector de la Universidad de las Américas, fue un adolescente atípico, que cambió las “cascaritas de futbol” por la lectura de Proust y Joyce, y terminó siendo árbitro, pero más por una pertenencia familiar que por otra cosa.
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“Yo lo viví con mucha naturalidad porque venía de una familia en donde los libros eran fundamentales. Mi padre era historiador, había sido promotor cultural y secretario de Cultura de Puebla, pero también tenía una pasión por el futbol, uno de mis hermanos se dedicó profesionalmente al futbol, como portero, para mí era una salvación tener la literatura cerca en lugar de dedicarme mal al juego”.
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En Puebla había un taller literario, muy clásico e importante, que lo mismo estaba en Aguascalientes y en la UNAM: Punto de partida, que dirigía Miguel Donoso Pareja. A Palou le tocó, muy joven, trabajar dos cuentos en este espacio, antes de que Donoso regresara a su natal Guayaquil.
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“Retomó el taller David Ojeda yo me quedé como escritor en ciernes, escribiendo cuento y de ese periodo viene un libro que publica Premia Editora, en coedición con la Universidad de Zacatecas y con la revista Dos hilos: Música de adiós, de manera que publico en una editorial local, mucho antes de publicar en editoriales comerciales”.
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Hoy en día, Pedro Ángel Palou es autor de más de 30 libros, entre ellos destacan las novelas En la alcoba de un mundo. Una vida de Xavier Villaurrutia (finalista del Premio Internacional Pegaso), Memoria de los días y El diván del diablo, así como los libros de cuentos Amores enormes y Los placeres del dolor. Recientemente concluyó una trilogía de héroes mexicanos: Cuauhtémoc: La defensa del Quinto Sol, Zapata y Morelos.
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“Estoy convencido de que hay varios tipos de narradores: el que va decantando su literatura en una especie de ejercicio de destilación permanente, un ejercicio en los mismos temas, en el estilo o en el trabajo del lenguaje, sin embargo, yo pertenezco a otra estirpe, una donde el narrador pone toda su sabiduría para el tema, una en la que el libro se parece al libro y no al autor.
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“Para mí el estilo es más que una marca, es una negación de la condición del narrador, el escritor es un personaje que se desdobla, un esquizofrénico que deja que las voces lo habiten y que éstas hablen en el libro”.
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“Empecé a escribir novela casi a la par de cuentos, eran muy experimentales, de la época. Escribí una muy corta, llena de juegos, una especie de ‘Rayuela’ mexicana”
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La mayor parte de sus novelas ocurren a partir de un personaje, puede ser ficticio o real, pero que empieza a habitar al narrador y éste a servirse de él, a escucharlo y a darle voz.
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La puntada del Crack
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En el verano de 1996 Palou, junto con otros cinco amigos escritores: Ignacio Padilla, Jorge Volpi, Eloy Urroz, Vicente Herrasti y Ricardo Chávez Castañeda, se aventaron la puntada de firmar, cada uno por separado, un manifiesto literario, en el que abogaban por dejar la literatura “bananera” y volver a las raíces del boom latinoamericano: recuperar el respeto que por el lector inteligente tenían las primeras obras de aquel mítico momento de las letras hispanoamericanas, y que supusieron un soplo de aire fresco para la anquilosada escena literaria española.
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Pedro Ángel recuerda aquella aventura, que enfureció a muchos intelectuales, como una “payasada”, más que como un manifiesto formal.
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“Independientemente de que en sus primeros años el Crack fue malinterpretado, en el mismo manifiesto había una broma absoluta que difícilmente se entendió, y es que cada quien firmaba su parte del manifiesto, algo que no sucede en ningún manifiesto literario original, como los históricos de las vanguardias.
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“Yo mismo en las líneas finales del manifiesto dije: quizá las siguientes novelas sean las novelas del anticrack. Desde entonces hablaba de que el Crack había sido más una confluencia de intereses que un grupo literario”.
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Sin embargo, Palou reconoce que de aquellos años queda la amistad, “que se ha ido profundizando con el tiempo”, y un ejercicio permanente, en todos, de mandarse los manuscritos, “de criticarnos ferozmente, de juntarnos a ver esos escritos y de no tener complacencias el uno con el otro”.
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A la fecha, este escritor sigue siendo un lector asiduo de William Faulkner, y cada vez que termina de escribir una novela, ya sea a mano o en computadora, la imprime y en ese momento se fuma una pipa y se toma un vaso de whisky, “como una celebración personal por el final de la escritura”.

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