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Los anecdotarios funcionan a veces para las páginas de un diario. ¿Cuántas veces he suspendido mi muy humilde Minutario? Muchas y por causas distintas.
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Sin embargo, pese a que hay días, horas y minutos que no he registrado ahí, me ha llegado la testaruda idea en la cabeza de terminarlo este mismo año.
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He estado en una especie de examen reflexivo sobre muchas cosas y parece que todo está funcionando bien.
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Le doy las gracias de nuevo a mi amigo y poeta psicoterapeuta Efraín Bartolomé, quien me ha despejado muchas dudas que mantenía sobre la ansiedad y la angustia, los grandes males de nuestro tiempo.
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La angustia, el miedo y la ansiedad provocan nocivos efectos en el organismo.
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Quizá estas líneas vayan con la idea de que cualquier lector que esté pasando por una experiencia similar busque de inmediato la ayuda necesaria.
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No trato de escribir textos de autoayuda: no soy el padre Galván, que curaba paralíticos a través de los mensajes que enviaba en una estación radiofónica.
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Yo no recuerdo si alguna vez dije que, cuando me costaba conciliar el sueño, me arrullaba escuchando al Padre Galván y a los locutores de la T Grande de Monterrey.
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Yo por esa estación supe que en Puebla estaban los Laboratorios Mayo, y que uno podía pedir sus productos al Apartado Postal 1000.
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Ya esa estación radiofónica no llega hasta donde vivo, y no sé si pueda encontrarse en la Internet.
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He buscado todos los temas que tengan algo que ver con el asunto.
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Por ejemplo, apenas leí un libro que había visto desde hace mucho tiempo y al que no le presté la menor atención.
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Es un libro que se llama La vida después de la muerte, editado por Hermes / Sudamericana de Arnold Toynbee y Arthur Koestler.
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Aquí –es una lástima– los autores no tocan ni de pasada la Ley del Karma. Menciono esta lectura, porque muchos reaccionan con angustia y ansiedad ante la sola idea de la muerte.
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En 1993 se reimprimió La vida después de la muerte, pero no ha perdido actualidad.
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Hay algo que me llama la atención y que los autores tocan muy de pasada: la muerte no es algo doloroso.
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La agonía es una película en blanco y negro que nos proyecta nuestra vida. Aquí traigo las palabras de Alan Watts: la muerte es el gran acontecimiento.
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Hoy mismo abriré mi página del Minutario para dar cuenta de lo que Arnold Toynbee y Arthur Koestler piensan de ese asunto solitario que es la muerte.
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Aunque estemos rodeados de personas, hemos de morir solos. Es un principio que hay que tomar en cuenta.
Aunque estemos rodeados de personas, hemos de morir solos. Es un principio que hay que tomar en cuenta.
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Dice una de las páginas de este libro del que he hablado que la experiencia de la muerte no es traumática, como mucha gente lo piensa.
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Yo no lo sé, ésa es una experiencia que nadie puede compartir. Pero he de dejar un registro de esa lectura en mi Minutario, que he de retomar tan pronto me sea posible.
Yo no lo sé, ésa es una experiencia que nadie puede compartir. Pero he de dejar un registro de esa lectura en mi Minutario, que he de retomar tan pronto me sea posible.
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A lo mejor no es nada traumática si reproducimos el sonido de la lluvia, o redactamos un minutario. Quién puede saberlo. Por lo pronto, dicen los psicoterapeutas, hay que vivir el presente, porque el ayer ya se fue y el mañana aún no existe. No puedo rebatir esa idea.
A lo mejor no es nada traumática si reproducimos el sonido de la lluvia, o redactamos un minutario. Quién puede saberlo. Por lo pronto, dicen los psicoterapeutas, hay que vivir el presente, porque el ayer ya se fue y el mañana aún no existe. No puedo rebatir esa idea.