viernes, abril 04, 2008

La sheaffer de Enrique Aguirre Carrasco (1915-2000)

Bajo el Sol- (Diario Cambio y E-consulta, Puebla 03/04/08)
Roberto Martínez Garcilazo
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Es de plata el barril y el capuchón.
Labrada en rombos y ligera de peso.
El plumín de oro y el trazo excepcionalmente consistente y ágil.
Este bellísimo objeto es parte del legado del Maestro para mí (la otra, la mayor, es el privilegio de haber sido su alumno).
Me abismo pensando en las miles de horas que con ella escribió –caligrafía alta y delgada.
En las miles de oraciones que con ella construyó.
En el pensamiento que edificó en el papel con esta estilográfica que hoy, de manera orgullosa poseo.
Misteriosa es la vida de los objetos: súbitos sus cambios de aparente dueño -¿no son más bien ellos los que nos poseen hasta agotarnos la breve vida?
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La sheaffer de plata es mi talismán.
La joya que escribe es oráculo infalible.
Es brújula de certezas en días oscuros.
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Porque hay días en los que de pronto, como si abrieras los ojos después de caminar a ciegas, te descubres respirando en territorio canalla y cercado de malignidad y tontería y es necesario, urgente escribo, recuperarse uno mismo,y regresar (¿A Itaca?) y reanudar la vida.
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Hoy recuerdo a Aguirre hablando de Epicteto.
La de Aguirre era una prosa verbal de artista.
Lo veo diciendo que el filósofo que nació esclavo era paradigma y alegoría de la única vida posible para el hombre.
Esfuérzate y se libre, decía Aguirre que preconizaba el estoico griego.
Hoy descubro que el aforismo es suyo.
La sheaffer de Aguirre es la herramienta extraordinaria con la que forjo mi redención ahora.

jueves, abril 03, 2008

Literatura en la UAP

De Letras-María Torres Ponce
Diario Milenio-Puebla (03/04/08)
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La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla organiza el XXXVII Congreso Internacional del Instituto de Literatura Iberoamericana del 24 al 28 de junio de este año, con el fin de darle continuidad a este congreso que se celebra cada dos años en diferentes sedes como en la Universidad de Salamanca, la University of Iowa, la Universidad de Poitiers en Francia y la Universidad de Génova en Italia, entre otras.
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En esta ocasión la organización del Congreso se enfrentó a circunstancias adversas por razones ajenas que no competen a la Universidad Autónoma de Puebla, por lo que el doctor Alejandro Palma Castro, director de la Facultad de Filosofía y Letras, se da a la tarea de rescatarlo, como un acto de amor a la literatura, sin soslayar, desde luego, el valor académico y cultural que representa para nuestra universidad y para nuestra ciudad ser la sede de tan relevante evento.
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El Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana fue fundado en 1938 en la ciudad de México, a instancias de personalidades tales como Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, como un intento de reafirmación de la unidad hispánica en tiempos de la Guerra Civil Española. A partir de entonces, durante casi seis décadas y sin interrupciones, este instituto se ha dedicado a la tarea de difundir internacionalmente la literatura, la cultura y la crítica literaria latinoamericanas a través de sus congresos, de la reconocida Revista Iberoamericana y de sus líneas editoriales. En la actualidad cuenta con más de 250 socios alrededor del mundo, quienes en su mayoría ocupan puestos académicos relevantes en la enseñanza y difusión de la cultura iberoamericana.
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La Comisión de honor de dicho Congreso estará presidida por destacadas personalidades: Margo Glantz, presidenta honoraria (UNAM), Renato Prada Oropeza (UAP), Aída Gambetta (UAP), Aurelio González (Colmex), Ana Rosa Domenella (UAM), Lucía Melgar (UNAM, Universidad Veracruzana), Rita Plancarte Martínez (Universidad de Sonora), Dulce María Zúñiga (Universidad de Guadalajara), Frank Loveland (Iberoamericana Puebla), Sandra Lorenzano (Universidad del Claustro de Sor Juana), Evodio Escalante (UAM) y María Isabel Belausteguigoitia Rius (UNAM).
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Los ponentes, que vienen de diversos países, expondrán temas interesantes para la comunidad: Nacionalismo frontera y globalización; Estudios trasatlánticos y transpacíficos; Paradigmas de interpretación de la literatura colonial; Brasil: historia y proyecciones en el nuevo milenio; Literatura y culturas indígenas; La literatura y las artes; Debates de género (literatura gay); estudios transgenéricos (feminismo, etc); Estudios latinos y chicanos; Literatura policiaca, ciencia ficción y ciberculturas; Nación, estado y modernización en el siglo XIX; Subculturas urbanas en la literatura; Discurso cultural y discurso visual; Nuevas subjetividades y nuevas agendas sociales; Relecturas del canon latinoamericanista; Historia del IILI y la Revista Iberoamericana, en sesiones plenarias y conferencias, así como en eventos especiales.
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Gracias a este tipo de actividades culturales que se desarrollan en nuestra Alma Mater, se brinda la oportunidad no sólo de proyectar la cultura de nuestra ciudad, sino también de consolidar la imagen de nuestra universidad con el interés necesariamente académico, que formaliza y distingue el quehacer fundamental de la educación, además de lograr una posición internacional de la Facultad de Filosofía y Letras de nuestra universidad, así como la difusión del trabajo de investigación en las humanidades de académicos y estudiantes, amén de la proyección nacional de la Maestría en Literatura Mexicana y el Colegio de Lingüística y Literaturas Hispánicas.

Página del Minutario

Diario Milenio-Puebla (03/04/08)
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Estoy tratando de retomar el minutario que he prometido terminar a finales de este 2008. En realidad no sé si pueda lograrlo, he dejado muchos vacíos. Hace unos días escribí algunas cosas, sobre todo porque me interesaba dejar constancia de un hecho escalofriante que transmitieron en la televisión, en el noticiero de López Dóriga: la matanza de focas en Canadá. Parece que son actos que se permiten, así tan fácil como barrer una calle o ir al cine. Cada año pasan las mismas escenas en los noticiosos y creo que a la gente ya no le causa la mínima sorpresa. Nos han acostumbrado a tanta violencia. Pero la ley del Karma existe, y esos que matan con tanto placer a las focas del Canadá se quedarán, como escribía un poeta que leí allá por los setenta, “Sin lágrimas/ sin agonía corta/ sin mamá”. Si me piden el nombre del poeta, tendré que confesarles que no lo recuerdo, pero los versos sí se me quedaron en la cabeza.
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No se puede hacer daño impunemente. Me da horror el hecho de que circulen por la Internet esas ingratas acciones. Dijo el reporterito del medio electrónico que a partir de este año se seguiría permitiendo la matanza de las focas, pero que se recomendaría que no les provocaran tanto sufrimiento. Pues nadie atendió esa recomendación. ¿Por qué se permite la caza de focas? Simplemente –dicen— porque hay una gran sobrepoblación. Son como una plaga, aunque no sé quiénes hagan daño, quienes las matan lucran con su piel.
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Me preocupa mucho más lo que pasa con las indefensas focas de Canadá que el caso Mouriño, el recuento de los votos del PRD o el asunto del ex presidente municipal de Izúcar de Matamoros.
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Mucho más me preocupa lo de las focas del Canadá que el cese fulminante de Hugo Sánchez como director técnico de la Selección Nacional. Entre paréntesis, sólo entre paréntesis y para que no se olvide: hace ocho días, en esta misma columna, dije que “Hubo” Sánchez renunciaría; pero no, lo echaron y ahora él se ha comido sus propias palabras que declaró contra Lavolpe. Ya ven: el Karma. El gran jugador que hizo lo que nunca antes jugador mexicano ha hecho en Europa, se va humillado. Hace ocho días dije que Hugo se iría, pero ahora falta que se vaya otro personajazo de la cultura de Puebla que está utilizando su cargo para su beneficio personal. Sería una necedad de mi parte dar su nombre.
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He de retomar ahora este Minutario que tanto he prometido. Y he de terminarlo. Recomienzo extrayendo esta breve página sobre el horror que me ha causado la matanza de las focas en Canadá. Un buen amigo mío me dijo que el mundo siempre ha sido medio loco e insensible, y me pidió que pensara en cómo matan a los pollos o las reses que termina comiéndose.
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Pues sí, pero ahí está el Karma. En palabras de Swami Vivenkananda: “Karma designa las consecuencias de las acciones, los efectos de nuestras acciones pasadas.” Yo sólo lo apunto en este Minutario.

martes, abril 01, 2008

Historiar y ficcionar / 1



Diario Milenio-México (10/04/08)
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Las siguientes son notas para leer documentos históricos en modo etnográfico. Una escritura histórica tendría que proponerse encarnar ese sentido de composición competitiva y tensa
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Todo junto, todo a la vez: el collage como principio de construcción de la página. Desde que escribo historia, que es mucho después de que empezara a escribir novelas, he tenido la sospecha de que el público en general no lee libros de historia porque la gran mayoría, independientemente del tema que traten o la anécdota que intenten desarrollar, van escritos de la misma forma. Me refiero, por supuesto, a los libros de historia académica, a los libros académicos de historia que suelen explorar, por cierto, temas de suyo interesantes y anécdotas por demás amenas o escandalosas. Sin embargo, organizados de acuerdo a principios inculcados, ya subrepticia o ya de manera evidente, por manuales de reglas metodológicas o libros de consejos acerca de cómo escribir una tesis, muchos de estos textos se conforman de acuerdo a, y de paso confirman, una narrativa lineal en modo aristotélico, la cual incluye, a saber, tres pasos: la elaboración de un contexto estable y debidamente documentado; la descripción, de preferencia en gran detalle, del conflicto y/o hecho que ocurre en dicho contexto; y la producción de una resolución final. Esta narrativa, que tiende a reproducir una idea lineal, es decir, secuencial, es decir visual, de lo narrado, tiene como consecuencia el ocluir el sentido de impermanencia y de simultaneidad tan asociadas a las labores del oído y la presencia. Una escritura histórica en modo etnográfico, luego entonces, precisará de estrategias narrativas que contrarresten este fenómeno y abran las posibilidades dialógicas del texto. Y aquí es donde los consejos de Walter Benjamín, y sus peculiares notas para una filosofía de la historia, vuelven a hacer su aparición: el collage como estrategia para componer una página de alto contraste cuyo resultado es el conocimiento no como explicación del “objeto de estudio” sino como redención del mismo.
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El expediente de Matilda Burgos, como otros tantos del Manicomio General La Castañeda, está compuesto, de hecho, de acuerdo a un principio semejante. Aunque firmado por un médico, el diagnóstico no es ni lineal ni definitivo. Todo lo contrario: una lectura detallada de este material textual pone en evidencia que el diagnóstico, como el expediente mismo, es un constructo multi-vocal y, además, contradictorio. Para muestra basta un botón. En la boleta de admisión, la primera hoja del expediente de Matilda Burgos, se responde a la pregunta acerca de la causa de su admisión con las siguientes dos alternativas: Confusión mental amoralidad. Demencia precoz hebefrénica. La primera de estas anotaciones está conspicua y significativamente tachada. A manera de palimpsesto o de capa geológica, el expediente acoge ésta y otras revisiones pero sin borrar las notas precedentes y, de más importancia para el lector en modo etno-historiográfico, sin incorporar las nuevas versiones a las anteriores, es decir, sin normalizarlas. El texto, en este sentido, no sólo es una colección de marcas sino una colección de marcas o inscripciones en permanente y perpetua competencia. Una escritura histórica en modo etnográfico, una escritura histórica que se pensara ante todo como escritura, tendría que proponerse como reto el encarnar en la página del libro este sentido de composición competitiva y tensa, esta estructura dialógica propia de e interna al documento mismo. El collage, así, no sería una medida de representación arbitraria o externa al documento, sino una estrategia que, en ciertos casos, en casos como el de Matilda Burgos, contribuiría a llevar al papel su historia y la manera en que esa historia fue compuesta a inicios de siglo XX dentro de las instalaciones del Manicomio General La Castañeda. Así entonces, no basta con identificar “todas” las versiones posibles y rechazar sólo una, la versión final, sino que habría que mostrarlo.
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La función el collage es sostener tantas versiones como sea posible, colocándolas tan cerca una de la otra como para provocar el contraste, el asombro, el gozo –ese conocimiento producido por la epifanía no enunciada sino compuesta o fabricada por el mero tendido del texto, su arquitectura.
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Lo que esto significa en términos de la posición del autor dentro del texto, especialmente en una era en que se experimenta con la muerte de la muerte del autor, es importante. El historiador en modo etnográfico que escribe de acuerdo a los principios del collage no puede preservar su posición hermenéutica como intérprete de documentos o como descifrador de signos. No se trata de un historiador que ande en busca de la verdad escondida de las cosas. Este otro historiador, y aquí utilizo un símil del mundo de la música contemporánea, cumplirá más bien las funciones de compositor o, aún mejor, de director de orquesta gestual muy a la Boulez. Lo cito: “El director debe tener en todo momento disponible en su cabeza, y de manera instantánea, el dibujo de la disposición, tanto más cuanto que los acontecimientos que se quieren suscitar no se producen de raíz de una secuencia fija, o porque dicha secuencia puede ser improvisada y puede cambiar en cualquier momento. Hay que ‘tocar’ a los músicos, como si fueran las teclas de un piano”. Hay que “tocar” a los documentos, parafraseo ahora, como si fueran las teclas de un piano.

lunes, marzo 31, 2008

El festín del marchante


Diario Milenio-México (31/03/08)
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Resuenan fuegos de artificio en la trastienda de la olimpiada china, pues según tradiciones locales ya es tiempo de tapar las bocas de los propios y los ojos de los extraños.
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1 ¿Es usted mexicanito?
Desde niños nos fuimos acostumbrando a llamarlos así: chinos. Lo de menos es si eran japoneses, coreanos o mongoles, bastaba con el buen detalle de regalarles, igual que a los negros, aquel diminutivo en teoría cariñoso que ante los otros hablaba mejor de uno que de ellos: chinito. El menosprecio gana buena prensa cuando se lo confunde con esa baja forma de simpatía que tanto se asemeja a la compasión. Nos parecen desprotegidos los chinitos, como seguramente lo estaría uno si se extraviara en un horizonte distante donde todo parece estar en riguroso chino. Y como pasa que buena parte de esos extraños usan a la sonrisa como medio específico de expresión, nunca falta quien piense que están dispuestos a creer cualquier cosa. ¿No es acaso a los crédulos y a los ingenuos a quienes engañamos como a un chino?
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Los chinos están lejos, y esto nos acomoda. Podemos maquillarlos como nos dé la gana sin que intervengan para desmentirnos. Son como esos parientes distantísimos cuya suerte nos interesa poco menos que la de un ex vecino huraño. No que no desee uno que les vaya bien, pero tampoco perderá el apetito si se entera —casi siempre tardía, borrosamente— que en algo les ha ido muy mal. Qué triste, lamentamos, y tal vez solamente recordaremos su fatalidad si a ésta la acompañan detalles escabrosos que pueda uno contar, pelando los dientes. Y los chinos son tantos y tan distantes que tienen que pasarla demasiado mal para que uno se entere y se preocupe y preocupe a los otros con su relato. ¿Qué es demasiado mal? Si tomamos en cuenta la calidad y cantidad de vejaciones que han soportado y aún soportan en masa millones y millones de auténticos chinos, lo probable es que ni una bomba atómica conmueva nuestras buenas conciencias occidentales. A saber cuántos piensan que Hiroshima está en China, como sería el caso de Nagasaki.
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2 Cinco aros y una svástica
Durante la olimpiada de 1936, los nazis se esforzaron por ofrecer una buena imagen a los visitantes, no pocas veces con enormes despliegues de arrogancia, tanto así que sus fiestas —especialmente las del payo Göring— evocaban con infumables gusto y fasto un grandeur imperial de pacotilla, pero asimismo se esforzaron en disimular el resultado de tres años de represión feroz y racismo rampante. De una noche para otra desaparecieron letreros y señalamientos públicos destinados a segregar judíos, y en su lugar quedó el espíritu olímpico que los nazis —cracks de la propaganda— aprovecharon de principio a fin, desde que poco o nada quedó fuera de su control. Los visitantes vieron solamente lo que los de la svástica aprobaron.
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Una pregunta cándida: ¿cómo habría resuelto el hipersensitivo Führer una rechifla como la que tres décadas después se llevó el presidente Díaz Ordaz durante la inauguración de su olimpiada? La verdad es que Hitler resolvió esos asuntos desde que se adueñó de su partido, afirmando que entre los impulsores de la dictadura no deben celebrarse elecciones internas. Fue el propio Hermann Göring —nombrado Jefe de la Policía al mismo tiempo que su patrón Canciller— quien se encargó de hacer esa limpìeza desde su primer día de chamba carnicera y expedita. Para 1936, cualquier voz inconforme dentro del Tercer Reich se expresaba en el más estricto sigilo; es de creerse que ya una simple porra a Jesse Owens habría sido albur considerable allí donde reinaba la delación. ¿Cómo iban a aceptar los ases de la propaganda nacionalista que en los juegos olímpicos la imagen de Alemania resultara raspada? ¿Quién de los imagólogos del lambiche Goebbels no habría hecho milagros por evitarse la ira tremebunda del Nazi Mayor, cuyos berrinches de por sí evocaban cuchillos extralargos, cristales astillados y sogas ajustables?
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3 El caso de la antorcha china
¿Cómo resolverían los gobernantes chinos una rechifla en el estadio olímpico? Teóricamente, la tienen resuelta. Hasta hace poco tiempo, disponían de cada uno de los mecanismos de control para tapar la boca de sus ciudadanos, y hoy que las pasan negras para taparnos ojos y oídos encuentran que tampoco terminan de callarlos, menos aún en tiempos olímpicos. Ahora mismo, a cuatro meses del evento, menudean las redadas de indeseables —prostitutas, vendedores ambulantes, buscavidas— que se pasarán cuando menos de aquí al fin de los juegos en centros de reeducación por el trabajo cuya sola existencia se antoja tenebrosa. Al propio tiempo, los disidentes son perseguidos como piezas de caza, toda vez que a ninguno de los líderes le gustaría descubrirse abucheado por su culpa. Una cosa es que los caciques locales se sumen al espíritu cosmopolita del evento y otra muy diferente que hagan a un lado el pudor pueblerino que permea asimismo en una olimpiada. Parecerían decir Todos somos Astérix, y al mismo tiempo Yo soy el César.
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Cada día los chinos están menos distantes, tanto que es imposible no ser sus clientes. Así, el gobierno pule su imagen pensando astutamente que el cliente es aquel que siempre pierde la razón, y más vale no darle argumentos. Después de la olimpiada, volverá cada uno a su distancia y tornarán los chinos a ser los chinos que eran, y entonces volverá a tenernos sin cuidado si las hoy pudorosas autoridades chinas masacran estudiantes, encierran disidentes, asesinan más monjes y continúan pujando para tapar la boca de su gente, que hoy día para quejarse sólo tiene unos juegos olímpicos.
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¿Alguien recuerda aquella escena del After hours de Scorsese donde la mesera le entrega al cliente un mensaje con la leyenda Sácame de este trabajo? La pregunta, no obstante, es si el cliente querrá enemistarse con el dueño del restaurante —que también lo es de la tienda y el almacén y la boutique y gran parte del pueblo— sólo porque se entera que tiene a la mesera durmiendo en la trastienda, trabajando catorce horas diarias y no la deja ni hablar por teléfono. Una metáfora sin duda benigna para un régimen que practica la pena de muerte por negocio y comercia con órganos de ajusticiados y penaliza a las familias de los convictos por su responsabilidad en el delito cometido. El caso es que el marchante está de fiesta, pero sólo de la trastienda para acá. Helo ahí, con la sonrisa puesta, repartiendo tarjetas de cliente distinguido.