lunes, noviembre 17, 2008

Pretenciosos y errantes

Diario Milenio-México (17/11/08)
---
1Para parirse en París
-
Recuerdo que una vez, en años universitarios, cierta maestra hablaba con estirado encomio de un profesor allí presente, quien recién había vuelto de tierras francesas con la misión cumplida de escribir tres novelas tres. Más de uno entre nosotros opinó, en voz bien baja, que así habrían quedado las tales novelas, mientras el aludido miraba a la ventana, con lo que semejaba, a ojos extraños, una altivez ridícula; misma que nos daría mayor pie aún para pitorrearnos, no sin algún resabio de envidia estudiantil porque al fin a ninguno de nosotros le habría molestado seguir aquel ejemplo y largarse a algún sitio similar sólo para cumplirse una tercia de caprichos. Lo cierto, sin embargo, es que mirar la propia vida desde lejos equivale un poquito a reinventarla. Ser otro y aun el mismo, contemplarse de cerca porque se está bien lejos del origen, pensarse y si es posible ridiculizarse, de modo que al volver ya no sea uno el que era, o quizá lo parezca poco ante el espejo.
-
He venido a París por unos días, no por supuesto para hacer una novela, pero sí para pergeñar una pequeña historia. Ver la ciudad por tantos vista, soñada y dibujada con los ojos de un extranjero voraz, perderse en ella abordo de una moto rentada y tratar de mirarla desde adentro. Una quimera, claro, pero asimismo una suculencia que implica la necesidad apremiante de no tanto extraviarse en la ciudad, como entre los sinuosos meandros de uno mismo. Nada es como lo vemos, tanto menos nosotros cuando creemos ser quienes los otros miran. Pero está la distancia. La extranjería. La deleitosa angustia de saberse más que nunca fuereño y pensar que se entiende claramente lo que hasta hace unos días parecía confuso. Uno se ríe de gente como el palurdo George W. Bush porque incluso con todas las facilidades nunca fue más allá de sus fronteras, si se exceptúan unas cuantas farras en tierras mexicanas, no lejos de la franja fronteriza. ¿Cómo esperamos que alguien comprenda su mundo, si nunca se ha dignado salir de él? Decimos que viajamos “para conocer”, parecería un tanto extravagante confesar que lo hicimos para conocernos. Y por qué no, también, para desconocernos.
--
2Manhattan era un pueblito
-
Alguna vez Woody Allen, que no solía salir de Nueva York ni ante la perspectiva de recoger un Óscar, declaró que no se sentía capacitado para respirar en ningún lugar que estuviera a más de quince minutos del Russian Tea Room. Le bastaría tal vez con saberse judío, y en consecuencia privilegiado por la visión del siempre forastero. Pero he aquí que incluso con tamaña filmografía a cuestas llegó el día en que tuvo que salir a filmar en Europa, por escasez de financiamiento local. Parece un chiste, abundan todavía quienes se niegan a creerlo. ¿O no es cierto que, de contar con capital de sobra, uno mismo pondría de su bolsillo para darse el gustazo de producir su próxima película? El hecho es que hoy por hoy Woody Allen es un judío errante, y más de uno pensamos que ya sólo por eso el viejo provinciano de Manhattan ha vuelto a nacer.
-
Luego de ser un pelo francés y británico, Woody Allen se ha hecho otro poco español. Lo he comprobado anoche, tras pintarle un violín a la Ciudad Luz sólo para asistir a su desternillante Vicky Christina Barcelona, ejercicio de cosmopolitismo desatado en el cual el espasmo de la risotada una vez más se alterna con la reflexión íntima propia de la sonrisa. Pocos autores son capaces de esgrimir de tal modo la inteligencia, e inclusive tornarla un instrumento de sensualidad. Pero insisto, ahí está la extranjería. Si los nacionalismos y sus airados representantes nos parecen a algunos tan ridículos es porque no aprendieron a mirarse al espejo, ni se han visto jamás a la distancia. Basta con observar a Penélope Cruz consumando una escena de celos divertidísima para verse a sí mismo, en el recuerdo, fuera de quicio por motivos tan nimios como inmencionables. Es uno idiota con mayor frecuencia de la que se vería forzado a aceptar; Woody Allen lo sabe y eso da mucha risa, cómo no. ¿Y qué decir del celo patriotero, saturado de víscera y desprecio, que ha provocado en tantos compatriotas de Javier Bardem verlo estelarizando sendos filmes de Allen y los hermanos Cohen?
--
3Pánico en los conformistas
-
No quisiera uno tener que aceptar el miedo que provoca dar un paso hacia afuera de su zona de confort, pero igual no hay espacio más confortable y seguro que el interior de un cajón de muerto. Parece pretencioso que la gente “necesite” ir muy lejos para poder mirarse de cerca, pero si al cabo la intención es juzgar, parece propio de un acomplejado temerle de ese modo a la pretensión. ¿Peca uno de arrogante cuando intenta llegar más allá de sus límites? ¿No es, por cierto, un pecado conformarse con ellos y nunca más tratar de rebasarlos? Se cuentan con los dedos de un ciempiés aquellos arrogantes mediocrazos que se envanecen porque a su entender no precisan tomar la mínima distancia de su pueblo, ni aun de la provincia de sus conocimientos, pues sienten que con ellos tienen ya bastante. ¿Qué podrían aprender en otro sitio que no tengan bien claro en su rincón?
-
Nunca leí una sola de las novelas que el profesor amigo de mi profesora vino precisamente a escribir a París, y ni siquiera recuerdo su nombre. Supongo que es muy tarde para celebrar que al menos él tuviera los cojones para escapar de sus fronteras naturales y atreverse a ser otro mejor, o al menos más osado que sí mismo. Lo imagino retándose, negándose, dándose al sufrimiento de volver a parirse con la enjundia que otros, yo entre ellos, tacharían más tarde de pretenciosa. Ojalá fuera uno, finalmente, todo lo pretencioso que hay que ser para vencer al miedo pueblerino que hace sentir tan cómodos a los mediocres. Si algo se le agradece a Woody Allen es que tenga tamañas pretensiones y nos deje de pronto juguetear con ellas.

No hay comentarios.: