lunes, octubre 20, 2008

La lengua inoportuna

Diario Milenio-México (20/10/08)
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1 Lástima de fotogenia
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Son legión los que asisten al espectáculo de un debate entre candidatos, o en su caso preguntan después por él, con una sola duda cosquilleante: quién gana. No hay tiempo ni interés para ir más lejos. Se siente que se sabe lo bastante para olvidar el punto una vez que aparezca el marcador. Pero hay más, de repente. Una fatalidad netamente casual que se atraviesa en el camino de uno de los involucrados y tiene los efectos de un huracán. Un titubeo, una mueca, un lapsus indiscreto y allá va la campaña, en camino al olvido junto a las ambiciones de sabrá el diablo cuántos. A uno, ciudadano, le divierte que pasen estas cosas, tal vez por esa deuda sistemática que, a decir de su muy personal entender, los políticos tienen con nosotros. Especialmente aquellos por los que no votó, ni votaría, pues verlos tropezar y descalabrarse confirma de algún modo su noción de justicia, siempre supersticiosa y encima sesgada.
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No es justo, por supuesto, que alguien caiga en desgracia por un mero desliz sin importancia, como sería el hecho de perder fotogenia un solo instante y verse al día siguiente en todos los periódicos precisamente entonces, cuando quiso el azar que la foto dijera lo que uno jamás dijo. Desconfío, por cierto, de esos autonombrados connoiseurs en imagen pública, cuyos clientes son lo bastante ambiciosos para aprender a comportarse como marionetas con tal de firmar pacto con el señor de la cola y los cuernos. Será por eso que al reírme —con lástima, al final— del último tropiezo de John McCain, no he podido evitar imaginar las caras de sus expertos asesores al mirar lo que registraron las cámaras: tras un Barack Obama sobrio y expedito, trastabilla el candidato republicano con las manos abiertas y crispadas, la boca abierta y la lengua de fuera. Una mueca grotesca que encajaría mejor en algún personaje de William Hannah y Joseph Barbera.
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2 Vísceras indiscretas
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Cuando la gente vota, suele hacerlo en uno u otro sentido por motivos no siempre vinculados con su capacidad de análisis. A ver ahora quién va a querer votar por un héroe de guerra que en el momento decisivo de su vida profesional saca la lengua de tan fea manera. Porque hasta en eso hay modos. No todo el mundo sabe sacar la lengua como Mick Jagger, quien se esmera además en recordarnos que es cosa voluntaria. Y a McCain lo hemos visto en un momento de total descontrol, quién garantiza a los sensibles votantes que ya en la presidencia no estirará la pata por culpa de un arroz encarrerado laringe abajo. Se trata de una foto tramposa, pues nada dice de lo debatido, solamente señala hacia un hombre en apuros: el perdedor que todos estaban esperando. El que quería salir en plan de Charlton Hes-ton y las fotos lo muestran como un pastiche pobre de Jerry Lewis. ¿Cómo podría estar, por otra parte, la información completa sin esa nota chusca donde no es el discurso ni el eslogan, sino la humanidad patética de un candidato que se mira como héroe pero se hace mirar como comediante? Una calamidad, un error, una tos más que nunca inoportuna y el infeliz ha caído fulminado por las cámaras. ¿Quién querría seguir hablando del debate, cuando la foto no se cansa de gritar?
-Dificílmente alguien que diga estar en su sano juicio confesará que va a votar por el demócrata por lo fea que está la lengua del republicano, pero hay cosas que nadie quiere ver. Escenas que convocan al pudor colectivo en sus facetas más irracionales. Dice uno, y a menudo lo cree, que actúa siempre a partir de reflexiones. No está mal, además, que quienes diariamente tratan contigo crean que incluso tus reacciones menos presentables son fruto de una forma reflexiva de asumir y desempeñar la vida. Que no osen sospechar, y menos enterarse, que una parte importante de tus decisiones emana de las vísceras: esa zona escondida y vergonzante donde no se conoce el autocontrol. Haberle visto esa lenguaza a McCain al final del debate —congelada en la foto, como una tira cómica— equivale a mirarlo por dentro, donde hay ruidos y olores que se adivinan duros de compartir. No es, en todo caso, la clase de show por el que alguien quisiera pagar. Y tal es la función de los electores. La gente vota para que los votados puedan mover los hilos y cobrar sus cheques. De preferencia sin sacar la lengua.
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3 Diafragmas mentirosos
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Uno se queja siempre cuando alguien saca sus palabras de contexto de manera que digan otra cosa, pero ante las fotografías no hay defensa. Supuestamente dicen la verdad e incluyen el contexto, pero tal no es sino una forma aventajada y artera de mentir. Debe de haber infinidad de puntos en los cuales McCain es objetivamente débil, pero la foto es por sí misma elocuente. ¿Cuántos, entre quienes simpatizamos con Obama, encontramos profundamente antipáticas esas fotos de la señora Clinton con los ojos saltones, convencida quizá de que esa mueca desfortunada la hacía parecer más confiable, u honesta, o lo que fuera? Y no eran más que imágenes aisladas. La gente sobrestima el valor de las fotos, más ahora que todo el mundo trae algún aparato que permite tomarlas. Pensándolo dos veces, no se entiende que aún no sintamos horror ante las cámaras. Como será tal vez el caso de McCain.
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“Lo que usted ve no es más que una instantánea; de ninguna manerarepresenta un suceso, cuantimenos lo narra o le da explicación.” Si el mundo fuera justo, cada fotografía publicada incluiría una leyenda similar, pero entonces creeríamos que el editor nos trata como imbéciles. Se supone que somos personas educadas, al menos lo bastante para que no nos tengan que aclarar obviedades. Vuelvo, no obstante, a ver la foto de McCain y me debato entre la compasión y la risa. No sabe uno ver fotos, parece que le gusta que le mientan. Por lo pronto, ni modo: McCain invita.

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