domingo, septiembre 28, 2008

Breves notas dominicales, después de visitar a Jano en su versión Defeña y casado

Permanecer una noche fuera de Puebla es a veces un descanso, hay que aprender a extrañar esta ciudad. La angelópolis es bella, nadie lo duda, pero, a veces, permanecer en ella por mucho tiempo, cansa, desespera.
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El jueves pasado aprovechando la salida al Df para presentar la 2da jornada de escritores inéditos poblanos, la cual fue todo un éxito. Esta vez mi primo Jano sabía que sí me quedaría una noche a dormitar en esa ciudad tan caótica como atractiva. Él sería mi guía y su casa mi hotel. A eso de las diez de la noche nos encontramos entrando al metro por la terminal de Centro médico. Una hora, aproximadamente, en el metro del DF para poder bajarnos en la terminal La raza. Luego caminar unas cuadras para llegar a su casa, la noche había refrescado, después de la lluvia que nos recibió, la fresca noche me empezaba a acoger. Nos reportamos en casa, mi prima adoptiva Maggie estaba, ahí, con mi sobrinito Juan Carlos, un bebé hermoso. Luego pasar a un Soriana para comprar un rico vino tinto, una coca-cola y demás cosas para la cena. El reencuentro tenía que ser bien festejado, como todo buen reencuentro. La madrugada fue agradable, nos amanecimos bebiendo vino y platicando hasta las cuatro y media de la mañana. El día que ya mero empezaba iba a ser largo.
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Aunque el plan era pararnos a las ocho de la mañana, el desvelo nos hizo alargar el sueño hasta las once de mañana. Los planes cambiaron, atrás quedo la intención de visitar la plaza de las tres culturas y el memorial del 68. Ahora sólo restaba tomar un café y un pan, para salir volados rumbo a la alameda y visitar el hemiciclo a Juárez, para después pasar a la Gandhi de Bellas Artes donde mi primo haciendo caso a mis recomendaciones se compró: Las Herencias ocultas de la Reforma liberal del siglo XIX de Carlos Monsiváis, Domar la divina garza de Sergio Pitol y No será la Tierra de Jorge Volpi. Por mi parte, compré dos libros en descuento: Historia de la Guerra de México desde 1861 a 1867 de Pedro Pruneda y ¡Qué se mueran los Intelectuales! de Armando González Torres. Al termino de este nadar en libros, salimos rumbo al Monumento a la Revolución Mexicana, después treparnos al metro y tomar rumbo a la Colonia Alfonso XIII e intentar encontrar la sede la distribuidora Colofón y así darme de alta en los base de datos de prensa y así poder tener material para reseñar en mi columna. Y de regreso al metro para viajar casi una hora en éste y llegar al Politécnico Nacional, recoger a Juan Carlos y luego en metro ir a la terminal del norte a recoger a la suegra de Jano y sus sobrinas. Ahí, decidí quedarme para salir de ahí, no huía, pero la mala vibra o el cansancio que se respira en el metro me pedía partir a la hueva agradable que tiene Puebla provocada por la falta de ajetreo, me hizo salir disparado del Df rumbo a la ciudad de la eterna calma y las innumerables cúpulas.
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Y no es que me retracte y diga que prefiero Puebla al Df, pero cuando se tiene alguien a quien extrañar en la vida, mi vida, Carmen, y cuando dejas también a un nuevo compañero en casa, Cooper (raza Basset Hound), pues entonces el Df se vuelve triste y sin sentido cuando hay, en esa ciudad, tantos lugares que recorrer al lado de ella y/o en compañía de ese canino simpático, y se está entre esas calles sin poder compartir el asombro que siempre me ha causado esa ciudad tan polifacética. Puebla, sigue siendo eso, una ciudad de paso, hermosa sí, pero de paso. Mi primo me lo decía en la madrugada del viernes. En Puebla no hay trabajo, no se puede progresar, está como muerta, sin vida. El Df te da eso y más, pero también te lo cobra.
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Pero ni la estancia en el Df, tan posmoderna, ni la barroca Puebla borran el caos en el que vive este país. Escribo esto desde la lap top de mi madre, sentado en la mesita de mi cuarto, rodeado de libros y con mirada soñadora, futurista: la clásica imagen del “Che” Guevara, retratado por Korda. Hoy hacen falta líderes como esos. Vivimos el mes patrio en México, pero ningún de esos próceres que se enaltecen en la noche del 15 de septiembre que busca conmemorar al grito en pos de la Independencia mexicana, dado por el cura liberal Hidalgo, son realmente recordados, sabemos sus nombres, lo que hicieron, pero se ha olvidado el por qué lo hicieron. Igual paso con aquellos que conformaron e hicieron la Revolución mexicana. Ellos pusieron el dedo en la yaga, señalaron el mal que aquejaba, latigaba y lastimaba a esa sociedad. Ahora, sólo son escaso líderes que gritan, proclaman, dicen, hablan y bla, bla, bla, pero cero acción. No se ponen de acuerdo y sólo dividen más y más al país.
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Y para colmo de males, el odioso América le ganó al Cruz Azul y mi Puebla sigue sin levantar, al menos ya no pierde, ¿no?
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Ya mañana será otro día y sí, a veces, sólo queda la lectura y la escritura, por supuesto Carmen, para tener ganas y crees que esté mundo aún puede tener algo de bueno.

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