viernes, julio 25, 2008

En busca de un fetiche literario

Está ahí sentando buscando escribir la ansiada novela que lo sacará del anonimato, y quizá, si le va bien, le alcanzará para comer o simular que come, mientras planea otra idea para escribir otro libro que lo consolidará como un escritor destacado. Ha dado de vueltas por toda la casa. Se para. Se vuelve a sentar frente al monito, su fiel monitor, llevan juntos cerca de una década, juntos han visto por primeros intentos literarios del próximo novísimo novelista.
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Toma su manual de escribir y encuentra que su escritor afamado recomienda hacerle caso a los fetiches, el afamado novelista cuenta que para empezar a crear su nueva novela, que hace no mucho ganó el PREMIO, salió a comprarse una botella de Vodka, un juego de naranja y unos puros cubanos. Al terminar ingerir un vaso de vodka y fumarse su primer puro cubano es como le vino a la mente la primera frase.
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Ahí está el meollo del asunto, dice para sus adentros, no tengo ningún fetiche. Acto seguido sale de su casa para dirigirse a la gran librería donde le pregunta a uno de los trabajadores: disculpe, ¿tendrá acaso un libro donde los escritores expliquen sus fetiches que tienen antes de ponerse a escribir? Quien atiende la recomienda un sinfín de libros que se pueden adquirir en esa misma tienda, son cerca de cien libros donde novelistas y poetas de varios países explican sobre sus procesos de creación. Después saca la cartera, compra todo los libros que le recomendaron y regresa feliz a casa, seguro de que pronto podrá conseguir su fetiche para lograr crear su primera línea narrativa.
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Pasan los meses y los libros han sido leídos, fueron días con sus noches de constante e incansable lectura. De lo leído entiende que a veces un escritor define su fetiche como las cosas que más le gusta beber y comer, además de aquello que lo incentive comúnmente a leer y escribir. Decide revisar sus diarios ahí están plasmadas algunas de sus experiencias personales. Al término de esa exhaustiva revisión, enlista sus fetiches: tomar una taza de café, pues siempre es bueno entrar en calor antes de proceder a empezar con una empresa tan complicada; tener una botella de coca-cola llena y sin abrir, para que al terminar un párrafo entero se tome un vaso como recompensa a su esfuerzo; una fotografía de su escritora admirada, para que recuerde el nivel al cual piensa llegar; una película pornográfica para lograr plasmar las escenas eróticas; y por último un letrero que dice: tú eres el escritor más grande del universo.
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Ahora sí tiene todo lo necesario para escribir su primera novela que lo dará a conocer en el complicado mundo de la literatura. Empieza a escribir su primera línea: -¿Cómo se convierte uno en confidente de presos? Dentro de la mente de José Domínguez hay un temor que no lo deja dormir en paz. Tanta información lo aturde y le preocupa. Cualquier ruido lo espanta, lleva seis noches seguidas sin poder conciliar el sueño, se imagina que es alguien de la mafia viniendo por él a jurar su eterno silencio, o quizá, alguno de los enemigos buscando cuál es el precio más alto para compartir el mismo secreto. De pronto le viene un silencio en su mente, bloqueo se le llama en el lenguaje literario.
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Pasan semanas enteras y un día en la gran librería encuentra la más reciente novela de su autora, casi amada, decide comprarlo. Lo lee con detenimiento y pasión tremenda. Goza de cada línea. Al término del libro, regresa a su página escrita para continuar con obra en crecimiento, pero se da cuenta que su estilo es muy similar al de su escritora admirada. Quema las hojas que ha escrito y se mete a bañar, para después ponerse una loción carísima, tomar el primer avión con destino al ombligo de su país, donde irá a buscar a su amada escritora para proponerle matrimonio. Y es que si él no puede ser un escritor, al menos será el esposo de una gran escritora.

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