lunes, junio 16, 2008

"Repulsión" de la mala


Diario Milenio-México (16/06/08)
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El reciente documental de HBO sobre el acoso judicial norteamericano contra Roman Polanski logra que sus acusadores den incluso más miedo que sus villanos
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Duro contra el polaco
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“Pienso que tiene un lado sombrío. Un ángulo triste. Una vertiente oculta. A partir de su infancia, lleva una relación con la vida y la muerte de la que no puede hablar. Tiene dentro de sí una poderosa visión de la muerte y la tristeza, pero con esa energía, esa fuerza para el trabajo, ese deseo de hacer cosas extraordinarias, al fin él prevalece.” Estas palabras de Pierre-André Boutang podrían describir a muchos artistas, inclusive aspirar a constituirse como una definición válida de lo que es un artista, mas he aquí que las ha pronunciado en torno a quien mejor las encarna, que es su amigo Roman Polanski. Difícilmente puede llegar a envidiarse una vida azarosa como la del autor de El inquilino —natural candidata al título de la más perturbadora película de horror jamás filmada—, donde increíblemente se han alternado tragedias devastadoras y golpes de fortuna bastantes para hacer del relato de su vida una historia entre fascinante y aterradora. Su mismo nombre, empleado como título de su autobiografía francesa de 1984, funciona con el doble sentido perfecto. Sólo a él podía pasarle vivir de esa manera y llamarse Novela.
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Mucha gente jamás se enteró de la aparición de Roman par Polanski, ni aun de la traducción que por una vez le permitió presentarse ante el público norteamericano más allá de la insidia de esa prensa que encontró buen negocio en lapidarlo tras el asesinato de su esposa, y sepultarlo pocos años después, a lo largo de un caso judicial más apegado a los parámetros del show-biz que a las leyes vigentes. Algo turbio tenía que esconderse tras las maneras suaves y gentiles de ese polaco menudo, cuyas películas quitaban el sueño y sugerían, a los ojos de una opinión pública famosa por pacata e ignorante, tratos siniestros con poderes ocultos. Siempre hay una manera de descalificar el talento ajeno, y de paso vengarse por la escasez del propio.
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El FBI acusa, Hollywood paga…
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Roman Polanski, Wanted and Desired, se llama el documental donde Marina Zenovich explora paso a paso ese raro incidente de 1977 en casa de Jack Nicholson, mismo que hasta hoy cuelga del apellido Polanski como estigmata a la medida de sus malquerientes. Siempre es reconfortante contar con algún mal ejemplo hacia el cual apuntar con el dedo flamígero de quien así de paso barre la propia casa. Hace más de tres décadas que los americanos, y no sólo ellos, se refieren al caso de Polanski como una “violación”, usando todo el peso que el término supone para cómodamente ponerse por encima de él. Degenerado Violador. Drogadicto. No se sabe que quien emplea a mansalva esos calificativos tenga la obligación o al menos la inquietud de probarlos, pues al contrario, bastan para anular la autoridad moral de quien súbitamente los encarna. Perseguido por unos, deseado por otros: a Zenovich le basta el caso Polanski para contar una historia de horror judicial que desemboca en ópera bufa, y al mismo tiempo exhibe a la opinión pública y sus manipuladores como herederos de la tradición de Salem.
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En su American Tabloid, James Ellroy se mete en los zapatos de J. Edgar Hoover, quien patrocina por debajo del agua una revista de chismes llamada Hush-Hush, donde sus mercenarios se encargan de echar lodo encima de quien se ofrezca, asumiendo cuán frágil puede ser la reputación de una estrella de cine para quien decidió convertirse en el nuevo Witch Finder General de Hollywood. ¿Dónde, si no en el ambiente auspicioso y permisivo de la industria del espectáculo, se encuentran los ideales chivos expiatorios, de cuya vida poco recatada casi cualquiera puede dar cuenta? Existe un fondo ilimitado de crédito para cualquier patraña que tenga que ver con personajes públicos hasta ayer envidiados, y en tanto plenamente envilecibles a los ojos de los espectadores. ¿Cómo va a ser decente la famosa Fulana, si para estar ahí tuvo antes que haberse ofrecido y vendido? Hay quienes nunca logran entender los éxitos ajenos sin alguna coartada que explique sus fracasos.
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…y el rebaño aplaude
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Cuesta algo de trabajo indignarse sin luego reírse cuando el fiscal del caso Polanski —un mormón que, a decir de sus colegas, era el único que jamás se había ido a la cama con una menor— describe cuál ha sido su metodología para entender la psique del acusado: no bien supo que en un cine cercano se proyectaba un ciclo de películas de Polanski, acudió día tras día a documentarse en las obsesiones del director, hasta hacerse con un concepto redondo que, a su entender, no dejaba ya duda sobre la culpabilidad del acusado. De acuerdo a esas sesudas especulaciones, fácilmente elevables al rango de prueba contundente, Polanski no había hecho con la menor de edad otra cosa que poner en escena sus obsesiones. ¿No la había fotografiado dentro de un jacuzzi, en coincidencia con esas películas donde siempre hay escenas sucediendo en el agua, o por encima de ella?
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Calumniar a un artista y escarmentarlo en público es también un intento burdo y palurdo de borrar su trabajo, o cualquier cosa buena que pueda haber hecho, no porque al morbo público no le interese el tema, sino porque es más fácil digerir la basura, y más interesante propagarla. ¿Para que va uno a ver la película, si ya cree conocer las aficiones íntimas del director? Y eso es, curiosa aunque no sorprendentemente, lo que realmente fastidia a Polanski, quien llegado un momento pregunta a un entrevistador monotemático si hay por ahí algún tema de su persona o su obra que le interese, además de esa conocida predilección por las mujeres jóvenes. Pero evidentemente no es así, pues al cabo la gente acabará creyendo lo que prefiera. Lo más fácil, lo más escandaloso, lo que mejor la deje conformarse con jamás haber sido lo que un día soñó ser.

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