martes, marzo 04, 2008

Prosa en poema



Diario Milenio-México (04/03/08)
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En una de las escenas de The Monkey´s Mask, la novela versal que la australiana Dorothy Porter publicó en 1994 con el sugerente subtítulo de “An Erotic Murder Mystery”, la detective Jill Fitzpatrick intenta concertar una cita con el poeta Bill McDonald, uno de los sospechosos del asesinato de Mickey Norris, la jovencita de 19 años que, a decir de su padre, gusta de vivir “dentro de su cabeza”. Reacio al encuentro, el poeta McDonald contesta la llamada y, aclarándose la garganta, pregunta: “¿Qué quieres?// Sólo platicar/ acerca de algunos poemas.// ¿Mis poemas?//” Antes de seguir adelante, antes de contestar que esta vez no se trata de sus poemas, sino de los poemas poco discretos escritos por la chica asesinada, la detective Fitzparick no puede evitar intercalar el comentario: “¿Mis poemas?// ¡dame a un novelista modesto!// No, hombre, no esta vez/. Los poemas de Mickey.”
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Hay algo de esa energía irónica y descreída, de ese suspicaz comentario de último minuto y al margen, en las relaciones que guardan el párrafo y el verso, la narrativa y el poema a lo largo de las páginas de The Monkey´s Mask —una novela detectivesca, en efecto, en la que se entremezclan el sexo y el asesinato y, por supuesto, la escritura. Respetando los principios del género, la anécdota gira en torno al misterio que oculta y expone —las dos cosas a la vez— el cadáver, apenas descubierto a medio enterrar, de una joven mujer que ha leído demasiada poesía, tal vez no de la mejor calidad, y que ha intentado escribir la propia. El detective es, aquí, una detective de pelo corto, cigarro en boca, pose de gamberro, con una propensión acaso mórbida por la Mujer Equivocada. Los sospechosos: un par de poetas en un medio intelectual que produce abundantes lecturas de poesía en las que importan más la socialización y los contactos y la próxima publicación que las palabras mismas. Todo esto se desarrolla en breves capítulos que, funcionando a la perfección como poemas aislados, conservan, sin embargo, la tensión narrativa entre ellos. La pregunta aquí, naturalmente, es ¿por y para qué? ¿Por qué y para qué escribir una novela en verso si es posible, de hecho, si es esperable, hacerlo de otra forma? ¿Qué le agrega o le quita a la forma de la novela la escritura en verso?
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Decía Dorothy Porter, una de las autoras australianas contemporáneas más innovadoras de su generación, que no otra cosa sino la vanidad —la vanidad de poder ver libros de poesía en los anaqueles de las librerías, la vanidad de ser leída— es lo que se encuentra en la raíz misma de su interés por escribir novelas en verso. Sarcástica y certera a la vez, Porter anuncia así que su experimentación con la combinatoria de géneros se debe menos a un afán hermético o puramente libresco, y más a la necesidad de expandir los alcances de los libros en poema. Creyente en una poesía lúcida (y lucida), es decir, aquella en la que la urgencia de la enunciación va de la mano con “la cuidadosa e incluso amorosa selección de un lenguaje a través del cual la luz brille”, Porter también cree que “la poesía arde por más tiempo que la prosa” y es por eso que escribir, y leer, novelas versales constituye, en su opinión, una experiencia singular que bien puede contribuir a que los libros de poesía trasciendan el coto más bien estrecho, más bien selecto o elitista, del lector de especializado, para llegar a donde la poesía —a donde los libros en general— deben de llegar: el mundo de los lectores que buscan trastocar sus vidas. ¿Y qué mejor que una novela escrita en verso, evidencia en sí misma de trastocamientos de género, para trastocar los sentidos y las prácticas de los lectores?
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En esa exploración de los orígenes modernos del poema en prosa que es The American Prose Poem. Poetic Form and the Boundaries of Genre, Michel Delville señala la relevancia de, entre otros, Baudelaire (Paris Soleen), Wilde (Poems in Prose) y James Joyce (Ulises) en tanto antecedentes necesarios de una corriente que más bien define como “una plataforma para varias negociaciones intergenéricas que promueven un intercambio dialéctico no sólo entre varias tendencias y modos de la poesía contemporánea sino también con un número de discursos extraliterarios u otros modos de representación”. En todo caso, se trata, según DelVille, de una “subversión consciente de la tradición prosística”. Es de esa manera que Delville introduce sus análisis específicos de autores como Gertrude Stein, Sherwood Anderson, Kenneth Patchen, Robert Bly, Charles Simic, para concluir con los representantes más reconocidos de la Language Poetry, especialmente con aquellos comprometidos con el así llamado nuevo poema en prosa.
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Es en el contexto de este tipo de discusión y análisis que la novela versal de Porter —un ejemplo de prosa en poema, más que de poema en prosa— se vuelve un artefacto más escurridizo e interesante. Impredecible y lúdica, The Monkey´s Mask en efecto hace patente, y luego entonces cuestionable, las nociones de estructura y manejo de lenguaje que con frecuencia se asocian a las novelas escritas en prosa. Sin embargo, la obra de Porter es capaz de capturar al lector más por lo que apropia y congrega que por lo que niega u opone. La anécdota y el desarrollo narrativo están ahí, cumpliendo las funciones para las cuales fueron creados; tal y como lo están, también, y esto con todas las de la ley, los poemas y los versos que componen a esos poemas. La obra se lee, y esto lo pueden atestiguar una gran diversidad de lectores tanto en su Australia natal como en el mundo de habla inglesa, de una sentada. Más interesante que difícil, más inteligente que complicada, The Monkey´s Mask es un libro lúcido en tanto se sirve de formas aceptadas para, en perpetua colisión, producir un cierto tipo de intercambio, al que Porter gusta de llamar “entendible”, entre la poesía y la prosa.

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