sábado, noviembre 10, 2007

Jorge Volpi: Escribir tras la demolición

Suplemento Babelia del Diario El País (10/11/2007)
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Adorno se preguntaba si era posible escribir poesía después de Auschwitz y ahora no ha faltado quien aventure una duda paralela tras la demolición de las Torres Gemelas. ¿Qué escribir en medio del feroz conflicto entre Occidente y el islam? ¿Puede la literatura responder al "choque de civilizaciones" y la "guerra contra el terror"? No falta el novelista -o el crítico- que exclama que la literatura jamás ha mitigado enemistades, resarcido utopías o ayudado a los desprotegidos. En pocas palabras: que la literatura no sirve para nada práctico y que ése es su mérito.
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A la vez romántica y pragmática -la literatura como producto del espíritu, ajena a las desavenencias terrenales, o la literatura como diversión de burgueses dominados por la culpa-, esta visión naufraga. Como la agricultura, la tecnología o las leyes, la literatura es un producto de la evolución: pertenecemos a la única especie que utiliza la cultura como principal arma de supervivencia. La literatura no es una invención casual ni un divertimento, sino un vehículo de transmisión de ideas e historias que tienen efectos reales en ciertos individuos -los lectores-, y por tanto en la sociedad.
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Enterrado el comunismo y desacreditadas las utopías -con razón a la luz del siglo XX-, parecería que toda literatura que guarde algún tufo a compromiso debe ser ignorada y despreciada. El intelectual es visto con sospecha y las novelas políticas apenas reciben atención. Los estropicios del realismo socialista y la Revolución cubana justifican este rechazo, pero quizás valga la pena apostar, como lo han hecho brillantemente Bolaño o Coetzee, por una ficción política no sectaria. La perspectiva que la literatura puede ofrecer sobre los conflictos que dominan al mundo -y subyugan a millones- no debe ser intrascendente ni banal.
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No es extraño que tantas novelas hayan pretendido abordar una de las preguntas capitales de nuestro tiempo: ¿por qué alguien se convierte en terrorista y, más aún, en suicida? El mal absoluto representado por los pilotos del 11 de septiembre -epítomes de los miles que se inmolan de Marruecos a Indonesia- no halla explicaciones claras en la psicología o la sociología y sólo la ficción es capaz de entrever las razones de estos monstruos (¿lo son?).
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Updike, Khadra, Safran Foer, Flanagan, Berberian o DeLillo se han enfrentado ya a este desafío. Sus esfuerzos no han resultado del todo convincentes, como si el martirio y la sinrazón religiosa no fuesen expresables mediante las convenciones de la novela contemporánea, pero sus fracasos no deben clausurar la empresa (Conrad o Dostoievski lo lograron en el pasado, e imagino que alguien como Ishiguro podría mostrar, con sutileza y paciencia, las torturas íntimas de los verdugos).
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A diferencia del análisis político o económico, la novela desmenuza las vidas de individuos concretos. Acaso sólo a través de ellos podamos atisbar qué hace que un ser humano destruya sin misericordia a otro ser humano. Ésta sigue siendo una de las grandes tareas de la ficción literaria, que no sólo aspira a la belleza y a la comprensión de los otros, sino a nuestra supervivencia.

jueves, noviembre 08, 2007

Poetas de agua



Diario Milenio-Puebla (08/11/07)
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Quiero hablar ahora aquí de dos poetas nacidos en Tabasco, tierra que se encuentra sumergida en el agua y cuyas imágenes causan pavor. Según la historia –de cien años para acá–, hace mucho no se había registrado una tragedia de tal magnitud. En Tabasco han nacido dos excepcionales poetas: Carlos Pellicer y José Carlos Becerra. Los dos, en alguno de sus versos, se referían a su “tierra hecha de agua”. “Voy al agua”, solía expresar Pellicer. Pellicer nació el 4 de noviembre de 1899 y murió en 1977. A partir de 1953 fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. También fue maestro de literatura e historia y director del Departamento de Bellas Artes.
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De sus sonetos postreros he extraído estos versos: “Esta barca sin remos es la mía/ A1 viento, al viento, al viento solamente/ le ha entregado su rumbo, su indolente/ desolación de estéril lejanía./ Todo ha perdido ya su jerarquía./ Estoy lleno de nada y bajo el puente/ tan sólo el lodazal, la malviviente/ ruina del agua y de su platería.”
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El agua es una constante en los poemas de Pellicer. Éste es el fragmento de otro de sus sonetos: "Vuelvo a ti, soledad, agua vacía,/ agua de mis imágenes, tan muerta,/ nube de mis palabras, tan desierta,/ noche de la indecible poesía."
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Para el psicoanálisis el agua simboliza el retorno al seno materno. El agua y la tierra dan la vida. Pellicer y José Carlos Becerra son poetas de agua. Becerra nació en Villahermosa en 1937 y murió en un accidente cerca de Brindisi, Italia en 1970. De su obra poética destaca “Oscura palabra”, “Relación de los hechos” y “El otoño recorre las islas”. En 1969, en la colección mínima de Siglo Veintiuno Editores, publicó, en un clásico libro colectivo, algunos de sus poemas al lado de Alejandro Aura, Raúl Garduño y Leopoldo Ayala: “Poesía joven de México”.
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De “Oscura palabra” extraigo estos versos: “Hoy llueve por nada, por no decir nada/ (…)/ Y hay algo ciego en el modo como golpea la lluvia en el tejado. Hay pasos precipitados, confusas exclamaciones, puertas cerrándose de golpe, escaleras por donde seres extraños suben y bajan de prisa/ (…) Esta lluvia, esta lluvia quién sabe por qué. Tanta agua repitiendo lo mismo./ (…) Telaraña de lluvia sobre la ciudad./ Hoy llueve por primera vez, ¡tan pronto!/ Hoy todo tiene tus cinco días, y yo nada sé mirando la lluvia.” Este poema lo escribió José Carlos Becerra en septiembre de 1964 en Villahermosa, Tabasco.
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Recuerdo, traigo a la memoria, a estos poetas que en sus textos dejaron en claro su obsesión por el agua. No es gratuito: el entorno y las vivencias marcan a los poetas. López Velarde hablaba de la “frialdad unánime en el ambiente” en “La bizarra capital de mi estado”.
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Y el agua que simboliza la vida y el retorno es también motivo de la poesía. La palabra, el agua y la tierra mantienen en vida a los hombres.
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Hoy que Tabasco está declarado zona de emergencia, hoy que sus habitantes sufren el peor embate de la naturaleza en su historia, traigo hasta ustedes los versos de los dos poetas más significativos de Tabasco. Tierra y agua: poesía.

miércoles, noviembre 07, 2007

Bajo el Sol (Diario e-consulta Puebla 7/11/07)

PROAL, DE LA BORBOLLA Y MIKO VIYA
Por Roberto Martínez Garcilazo

Para Juan Pablo Proal

PROAL. Juan Pablo es reportero investigador. También es profesor de técnicas de redacción periodística en la Casa del Escritor. Sus textos son leídos con expectante atención por los que –desde el poder o desde algún modesto devisadero social- frecuentamos sus líneas. Sus clases son seguidas con especial interés por sus alumnos que, bolígrafo en mano, reportean acuciosamente a su profesor. Proal –como le decimos sus amigos– fue objeto de una cobarde amenaza. Proal ha interpuesto la denuncia correspondiente. Él espera que las autoridades actúen diligentemente. Nosotros –los que al pensamiento escrito nos dedicamos– esperamos que el patrón del pendenciero a sueldo –si existiera– delibere cuidadosamente sus futuras acciones. Porque aunque el río está revuelto no obtendrá ganancia. Estos son otros tiempos.
DE LA BORBOLLA. El nuevo libro de Óscar de la Borbolla, recién salido de las prensas de Nueva Imagen, se llama La rebeldía de pensar. Es un texto filosófico deliberadamente polémico que pretende y lo consigue la colaboración –a favor o en contra, depende- del lector. Las primera líneas de La rebeldía de pensar nos remiten a las primeras de la Metafísica de Aristóteles; aquellas célebres en las que el Estagirita –Larroyo, dixit– escribe que todos los hombres tienen un deseo natural de conocer –sin aclarar a los legos que considera hombres únicamente a los ciudadanos griegos. Bien, pues Óscar de la Borbolla comienza formulando una hipótesis de combate a la hipócrita democracia epistemológica, y problematiza saludablemente nuestro entorno: "Debido a la buena fe, a la inercia que causan los prejuicios o al hecho simple de que muy pocas veces sometemos a revisión nuestras creencias, tenemos la costumbre de admitir la tranquilizadora idea de que toda la gente piensa, de que cualquier persona, por el sólo hecho de haber nacido como miembro de la especie humana, recibió de Prometeo o de unas bondadosas hadas madrinas la chispa que posibilita el pensamiento. A causa de esta idea suponemos que la condición humana es un regalo que ya tenemos y que para mantenerla no hace falta esforzarse." Es libro fecundo. Si no, lea este párrafo que aparece dos páginas adelante y que es todo un retrato hablado: "Pensar, saber pensar, tampoco guarda una relación directa con el éxito: hay sujetos lerdos, auténticos campeones en imbecilidad que amasan fortunas inconmensurables, que se encumbran hasta la cima en el escalón del poder, o que gozan de enorme popularidad y que nunca han pensado." Del irreverente autor de Ucronías es este estoico alegato en favor del ubérrimo instante.
MIKO VIYA HA MUERTO. Miguel Villarello Vélez nació en 1920, en Puebla, y murió el viernes 2 de noviembre del 2007, también en Puebla. Dibujó un círculo con sus pasos y nació y murió en la misma ciudad que tanto amó. Puebla es madrastra de sus mejores hijos. Que no habrá memoria del paso de los hombres bajo el sol de esta vida de sobra se sabe. Sin embargo, rescato estas líneas de la biografía del maestro Miko Viya que aparecen en las últimas páginas de su deliciosa novela –derroche de genio verbal– Elvira y los ángeles (o la historia de Patrick O’Donell, como el lector guste). Ed. Cajica (19 sur 2501). Puebla 1992: "…nació en Puebla, donde efectuó estudios musicales en el Conservatorio y obtuvo menciones honoríficas. Marchó a Estados Unidos en donde completó estudios secundarios en la San Marcos Academy, y Arte Dramático en la Universidad de Baylor, y fue miembro del Baylor Theather. Fue maestro de Cultura Musical y de Inglés en diversos colegios y en la Universidad de Puebla organizó y dirigió el Teatro Francés de Puebla y después de tres años de actividad, el gobierno francés le otorgó una beca para estudiar dirección teatral en París. Estudió en la Sorbonne y tomó cursos en la Universidad de Heidelberg y en la de Viena. Su interés humanístico y cultural lo llevó al estudio de idiomas y a realizar innumerables viajes a Europa, Estados Unidos y el Medio Oriente. En 1951 ingresó a la televisión mexicana donde dirigió 92 series de programas de 1951 a 1982, siendo considerado uno de los más destacados directores de televisión y teatro en México. Ha impartido cursos en la Academia de Actores de la ANDA, en la UDLA, y en el Instituto de Teatro Espacio 1900. Dirigió el Coro Mozart y a los vocalistas Los Concertinos y organizó y dirigió su taller teatral Salón de Teatro y el Teatro Heleno Mexicano, en México. Es autor de 16 libros ya publicados y ha escrito 11 obras de teatro, todas llevadas a escena, así como la comedia musical ¡Oh Catarina, la China Poblana! ..." Al maestro Miko Viya aplicársele puede el siguiente retrato que él mismo trazó para uno de sus personajes, la reproduzco con sincero respeto y con incurable nostalgia: "…de Él se decían las cosas más terribles y las más amables y tocaba a cada persona, según su experiencia, decidir cuál era la verdad. Lo que nadie podía negar, al conocerlo, era su inigualable e irresistible encanto y su gran corazón; su fantasía desbordante y su inagotable energía y amabilidad y cortesía, muy a la poblana." Descanse en paz.
ESAS BATALLAS. Unas horas nos separan de la cita con las urnas, de la batalla de los sufragios, de la incruenta –esperemos que así sea– , de la simbólica escaramuza en la que los poblanos nos enfrentaremos a nosotros mismos. Suerte de renovación ceremonial del tiempo y de la esperanza en la reforma social son esas batallas llamadas elecciones. Sin ellas nuestra vocación cainita nos llevaría al fratricidio. Así somos desde siempre, por los siglos de los siglos (Militia est vita o ¿no?).