martes, agosto 07, 2007

Equipaje personal para emprender un viaje:

  1. Cámara fotográfica y de video para calmar al fotógrafo artístico que uno lleva dentro.
  2. Discman mp3 (con cd´s) y mp3-player para no dejar la música que uno prefiere.
  3. Tres libros para leer en cualquier momento.
  4. Libreta y pluma por si las musas, los paisajes o las personas o el momento lo piden.
  5. Matero y té de hierba-mata para esos amaneceres y atardeceres.
  6. Una tele para no perder contacto con el mundo.

lunes, agosto 06, 2007

Sobre Marko Castillo.


Notas: Intolerancia Diario (06/08/07)
El adiós a Marko Castillo
Muere Víctor Puebla, muere Marko Castillo, pero pervive el teatro como último resquicio de la inteligencia: Ricardo Pérez Quitt
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Iris García Cuevas / Foto Archivo Intolerancia En la entrada del Teatro de la Ciudad un moño negro da testimonio del luto que vive la comunidad teatral del estado de Puebla. El jueves 2 de agosto, a las 23:50 horas, falleció el actor, director y dramaturgo, Marko Castillo a consecuencia de un cáncer linfático; sus restos fueron cremados el viernes a las 15:45 horas y llevados a ese recinto para recibir un reconocimiento por parte de sus compañeros de gremio.
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Eran las 19:15 horas cuando iniciaron los aplausos, un centenar de personas recibía así, en la entrada del Teatro de la Ciudad, las cenizas del director teatral depositadas en una urna de mármol; la ovación acompañó al también actor hasta el interior del recinto teatral: Marko Castillo estaba de nueva cuenta en el escenario.
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Hombre entregado al teatro
Los acordes de La barca de oro musicalizaron las primeras guardias de honor en torno a la urna: Las autoridades del IMACP fueron los primeros. Al fondo permanecía el telón de Acá de este lado, última obra dirigida por Castillo y estrenada en este foro por la Compañía Municipal del IMACP el miércoles primero de agosto, un día antes de su muerte.
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Siguieron los integrantes de Teatrofilia, grupo creado por Castillo en el 2002 con la intención de ejercer el teatro profesionalmente. A nombre de ellos y de todos los actores poblanos que alguna vez participaron en los montajes de Marko Castillo, hablaron Silvia Navarro y Amancio Horta, quienes coincidieron en la gran entrega y pasión que el fallecido creador mostró siempre hacia el teatro poblano.
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Estuvieron allí Roberto del Castillo, Gabriela Romero, Laura Fernández, Marco Polo Rodríguez, Enrique Escalera, Omar Karim, Abel Tovar, Susana López, Italia Vázquez, Dulce Gracida, entre otros.
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La amistad con Víctor Puebla
Fueron los integrantes del grupo Espacio 1900 los encargados de recordar la amistad que unió a Marko Castillo con el también actor y director Víctor Puebla, quien falleció el pasado 21 de julio, apenas catorce días antes de la muerte de Castillo. “Hace unos momentos tratábamos de recordar cuál de los dos había empezado a actuar primero, quien fue el primero en dirigir, el primero en escribir una obra. Es difícil saberlo porque siempre hicieron las cosas pie con pie, era como una carrera entre ellos. Así también llegaron a la muerte, pie con pie”, dijeron.
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Y es que ambos creadores dieron juntos sus primeros pasos en el teatro, juntos formaron, al lado de Ricardo Pérez Quitt, el primer grupo de teatro independiente en Puebla llamado Salvador Novo.
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También juntos crearon algunos de los espectáculos más representativos de la ciudad: Divertimento poblano y Mexicanerias, representados junto al Ballet Folclórico de la UAP y que ahora, a más de 25 años, dejarán de representarse porque “donde consigues a otro dos como ellos” comentó Cristóbal Ramírez Macip, director y corógrafo de esta agrupación artística, quien se encontraba entre los asistentes.
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Pasión por la ópera
Admirador de María Callas, Marko Castillo incursionó también en el mundo de la ópera. Durante mucho tiempo fue director del ensamble Opera in Tempore, quienes también hicieron acto de presencia para interpretar una de las piezas favoritas de su director: Pace, pace, mio Dio!, que alguna vez fuera interpretada por la propia Callas en La forza del destino, de Guiseppe Verdi.
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Así, Ana Lilia, la soprano de esta agrupación, acompañada por la música del piano, cantó: “Pace, pace, mio Dio! / Cruda sventura / M’astringe, ahimè, a languir; / Come il di primo / Da tant’anni dura / Profondo il mio soffrir” (¡Paz, paz, Dios mío! La desgracia me hace, ¡ay de mí!, languidecer; después de tantos años, mi sufrimiento es tan profundo como el primer día).
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Las lágrimas brotaron en la intérprete y en el público, por la Fatalità! Fatalità! Fatalità!, no de los amores entre Leonor y Álvaro, en la ópera de Verdi, sino la de la despedida de uno de los hombres que más ingerencia tuvo en el quehacer escénico poblano en todas sus vertientes en los últimos 30 años.
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Pervive el teatro
Así, fueron subiendo al escenario actores, directores, dramaturgos, personas que convivieron con Marko Castillo en alguna de sus facetas, quienes tuvieron la oportunidad de compartir con él el escenario, de dirigirlo o ser dirigidos por él. Se recordaron anécdotas, manías e incluso gestos del artista.
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El dramaturgo Ricardo Pérez Quitt recordó el momento en que conoció a Marko Castillo, hace 35 años, “y lo primero que vi fue su sonrisa”, dijo y habló también de las dificultades que entonces, como grupo independiente, tuvieron para hacer teatro y de cómo aquellos primeros pasos del grupo Salvador Novo sirvieron para sentar las bases del teatro actual en Puebla, para ganar la libertad de crear una nueva forma de hacer teatro.
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A 35 años de distancia, dijo, “muere Víctor Puebla, muere Marko Castillo, pero pervive el teatro como último resquicio de la inteligencia”; finalmente, agradeció a Castillo la decisión de ser cremado con el vestuario que utilizó en la obra El tribunal del demono, donde interpretaba a Juan de Palafox y Mendoza; obra escrita por Pérez Quitt para ser interpretada por Casillo.
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Marko Castillo, escritor
“No quiero estar sin ti / si tú no estás aquí / me sobra el aire”, cantó Maricruz, para después ceder el micrófono a la escritora Beatriz Meyer, quien habló de la faceta como narrador y poeta de Marko Castillo, a quien calificó de “gran creador”.
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“Su gran pasión por el teatro llenó la mayor parte de su tiempo, pero cuando decidía que era tiempo de escribir escribía; y en todo el tiempo que tengo dando talleres, pocas personas he visto con esa pasión y disciplina. Empleaba todos sus recursos de hombre culto, de lecturas continuas. Tenía habilidad, voluntad y persistencia; una enorme entrega y compromiso; además, era un hombre que se involucraba en la vida, que dejaba huella y eso siempre va a estar ahí”, dijo.
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Y como muestra de la huella dejada por Castillo en el teatro poblano, algunos de los actores que se formaron bajo su tutela, ahora pertenecientes a diversas compañías, regresaron al escenario para recordar al maestro con las canciones que alguna vez interpretaron en las puestas en escena de este director o que simplemente sabían que eran de su agrado.
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La reunión de Los Novo
Eran las 21:12 horas, la mayoría de los asistentes se había despedido, cuando la directora teatral Natalia Carriazo subió al escenario con una urna de madera en las manos. “Aquí está Víctor”, dijo, y los pocos presentes, la mayoría amigos cercanos, aplaudieron de pie la reunión en el escenarios de los actores, conocidos en sus mejores tiempo como “Los Novo”.
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Al aplauso siguieron las porras para Marko Castillo, para Víctor Puebla, para los divos, para “Los Novo”. Y así se cerró el telón del Teatro de la Ciudad, dejando tras bambalinas a los forjadores del teatro poblano, cuyas cenizas (la mitad de cada uno), por voluntad de ambos, reposan en la misma urna y se encuentra bajo la custodia de Antorcha Campesina, agrupación a la que Víctor Puebla perteneció en los últimos años.
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Las últimas palabras de la noche las pronunció Oscar Santellán, parafraseando a lo dicho por Fernando de Ita el miércoles pasado, la noche del estreno de Acá de este lado: “Esta es tercera llamada, tercera; Marko Castillo y Víctor Puebla, Víctor Puebla y Marko Castillo. Principia una leyenda”.
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Víctor Puebla sobre Marko Castillo
Hablar de Marko Castillo (Marko con K, Castillo sin K), no es difícil para quienes lo conocemos
Víctor Puebla*
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Hablar de Marko Castillo (Marko con K, Castillo sin K), no es difícil para quienes lo conocemos. Es lamentable, en este sentido, que la fama que le ha acarreado su trabajo haya inhibido la oportunidad de tener más contacto con el ser humano que con el artista, aunque sea esta última circunstancia quien le otorgue notoriedad y renombre. Y puesto que su labor en el campo del arte es lo que nos ha traído hasta aquí, habremos de referimos, de primera instancia, a su trayectoria que como teatrero poblano ha llenado muchas páginas de nuestra actividad artística en el ámbito angelopolitano, ciudad que seguramente ha inspirado muchos de los proyectos realizados por el hombre que nos ocupa en este momento.
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Nacido durante la segunda mitad del siglo pasado, tuvo la oportunidad de atestiguar muchos de los cambios que este maravilloso lugar ha experimentado y de aplicar esa contemplación analítica a cada uno de los trabajos que a lo largo de su carrera ha realizado con la consecuencia de haber logrado la esperada reacción de un público sui géneris y difícil siempre.
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Y bien hijo de la Escuela de Arte Teatral de Puebla (hijo de Olga Ibáñez, para los maledicentes, y a mucho orgullo) destacó entre los miembros de su generación como un actor inquieto y desmadrazo que a la hora de contemplar la disciplina necesaria sobre la escena no claudicaba en la atención del respeto hacia su profesión. Nunca faltó a un ensayo y mucho menos a una función en virtud a la firme convicción de que el actor sólo muerto puede faltar a ella.
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Inquieto creativo aprendió en la práctica el oficio de la producción teatral al lado de figuras como Humberto Figueroa, Félida Medina, Yarmila Masserova, Ricardo Pérez Quitt, Víctor Puebla y Tolita Figueroa.
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La necesidad, más adelante, y ya en las filas de la Universidad Autónoma de Puebla, lo hizo incursionar en el terreno de la dirección, que ejerce hasta la fecha con imaginación y entusiasmo sin apartarse, desde luego, de su profesión primaria que ha sido siempre la actuación.
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Nadie que lo conozca puede dejar de reconocer aquellas tempranas temporadas que la incipiente Casa de Cultura de Puebla promovía en sus orígenes, semana tras semana, con obras distintas que tocaban los más diversos géneros y que iban desde el teatro infantil hasta los ambiciosos ámbitos del teatro experimental y en las que Marko intervenía.
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Lo recordamos, allá por los setenta y al ritmo del Hassel y el Bomp, con su pelo largo, su cintura estrecha y su actitud de siempre “divo” durante muchos años en la construcción de la historia teatral del Grupo de Arte 1,2,3,4,5 y Teatro, el Grupo de Arte Salvador Novo que tantas sorpresas le regaló al público poblano, al lado de Víctor Puebla, y que lo mismo representaban en los cafés prestados, que ellos convertían en centros culturales bohemios, en los foros improvisados de cualquier patio, o en los atrios de las iglesias y en las canchas de las escuelas de segundo y tercer nivel; luego el Taller de Teatro de la UAP, que recobró durante su estancia su prestigio vanguardista; y hacia los ochenta con la Compañía Teatro Clásico de Puebla. Finalmente, en el crepúsculo de esa época, en el seno del pretencioso conjunto que se despidió de los escenarios locales con el nombre de Los Divos y que agrupaba los esfuerzos actorales del inolvidable Casio Lara Gazdam, Amancio Orta y el aún vigente Víctor Puebla y que la prematura muerte del primero y la separación histriónica del último, acabaron por concluir un pedazo de la historia teatral de esta nuestra ciudad.
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Luego, ya independiente, no cejó en la tarea de conservar su ímpetu creador y sostuvo durante varios años las propuestas escénicas, siempre innovadoras, con su grupo Infantería Teatral de Puebla hasta llegar a la conformación del grupo profesional que actualmente dirige y que todos conocemos como el fenomenal Teatrofilia.
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Inquieto hasta las cachas, desde sus inicios no se conformó con su actividad actoral, y junto con su compinche, Puebla, se entregó a la tarea de escribir experimentos dramatúrgicos, ingenuos y pícaros, entre los cuales podemos recordar Histeria de la poesía mexicana, La Poblanía de los Ángeles, pues ya que hablamos de Puebla, Mexicanerías y el espectáculo teatral más antiguo, folklórico y tradicional de nuestra época contemporánea: Divertimento poblano, que todavía tiene el atrevimiento de representar con su mancuerna, en algunos acontecimientos especiales.
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Siempre nervioso, gritón y temperamental, Marko Castillo ha escrito, sin proponérselo, una página importante en la historia del teatro de Puebla. Es correcto y justo compararlo con otras tantas figuras poblanas que han hecho la vida cultural de nuestra patria chica: Ignacio Mazari, Xavier Rojas, Manuel Reygadas, Miko Villa y tantos más.
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Hoy, rendimos un homenaje a esta figura aún entera que seguramente tiene entre sus planes realizar muchísimas cosas más en pro de la pasión que por su gran amor, el teatro, profesa. Y esperamos que así pueda cumplirlo.
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Sin embargo, no quiero dejar de mencionar antes de concluir con este esbozo superfluo de la personalidad a la que me refiero, de ese aspecto que la mayoría de la gente que lo mira de lejos, como espectador, desconoce: su gran calidad humana, su fortaleza para enfrentarse a los descalabros de la vida, su gran capacidad de poeta de la vida para mostramos la existencia de la amistad provista de colores que nuestra pobre creatividad no había alcanzado a descubrir si no lo hubiéramos tenido a nuestro lado.
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Marko, el gritón, el colérico, el insoportable para muchos, el divo intratable para otros, la “vaca sagrada” inaccesible de nuestra generación, es el ser humano más noble de la naturaleza con el que alguien pueda tener la suerte de haberse encontrado. Dadivoso, pasional, sufridor hasta la última gota de su copa de ron, romántico hasta la cursilería, merecería dos homenajes que no alcanzarían a cubrir el gran artista y el ser humano con que contamos en esta ciudad de ángeles y demonios.
Doy fe: Víctor Puebla.
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*Texto escrito por Víctor Puebla para el homenaje a Marko Castillo realizado por el IMACP el 27 de marzo de 2007.