jueves, junio 28, 2007

Una pintura extraviada del Museo Bello.

Diario Milenio-Puebla 28/06/07
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Breve diálogo que sostuve hace días con una persona que custodiaba el Museo Bello:
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–Perdón, se encuentra el director o la directora del Museo?
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–No, pero dígame en que le puedo servir.
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–Vengo por una información... Verá: escribo una columna periodística y necesito.
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–Aquí no hay director ni directora.
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–Entonces?
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–Hay un encargado.
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–Cómo se llama?
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–Mmmmm, no lo sé, casi no anda por aquí.
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–Bueno, gracias, gracias, muy amable.
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Entonces cerré mi libreta, guardé mi bolígrafo y me fui para otro lado.
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No había quien me dijera nada en el Museo Bello sobre una noticia que dio a conocer el diario “El Centro” (diario nacional que circula poco en Puebla) a través de un artículo firmado por Julio Aguilar el 21 de junio pasado. No conseguí información de ningún tipo, dado el hermetismo y la incapacidad de nuestra autoridad cultural en el estado.
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De ser verdad lo que narra el periodista Julio Aguilar en su bien informada nota, se estaría a punto de rescatar una obra que perteneció (y pertenece) a los poblanos.
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Aunque no hay pistas suficientes y, como lo dice Aguilar, sí hay abundantes olvidos, sería necesario entonces indagar sobre este delicado asunto y estudiar qué se podría hacer, jurídicamente hablando. Yo no lo sé, porque no soy abogado.
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Según la información que se maneja en el diario “El Centro”, el año de 1944 desapareció misteriosamente una pintura que pertenecía al Museo Bello, ubicado en la 3 Poniente y 3 Sur. Luego fue vendida y enviada a Denver. Desde entonces han pasado poco más de sesenta años, y ahora que se presenta una muestra en San Ildefonso llamada “Revelaciones” se exhibe ese cuadro que fue sustraído del Museo.
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Si atendemos a la nota publicada, no hay duda de que se trata de la misma: “La adoración de los pastores”, firmada en 1610 por el artista español Luis Lagarto, quien vivió en la Nueva España. Es una obra sobre pergamino que aún se está exhibiendo en el Colegio de San Ildefonso.
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Se sabe que luego de su desa-parición la obra fue subastada en Nueva York, y de ahí pues la historia es muy larga. “La adoración de los pastores” llegó ahora a México “prestada” por el Denver Art Museum. Se pregunta el periodista Julio Aguilar si algo podrán hacer las autoridades del país mientras se investiga el historial de la obra. Podría ser arraigada?
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Sería importante que se tomaran cartas sobre el asunto, cosa que veo difícil, dada la visible incapacidad que ha demostrado quien dirige la cultura de Puebla.

domingo, junio 24, 2007

Introspección LXII.

Juan era un tipo común y corriente. Habrá que decir, desde luego, que era guapo, de ascendencia española, su apellido Villaseñor lo validaba y lo confirma su constante presencia dominical cuando niño y adolescente en el Parque España, lugar deportivo de su ciudad, al cual sólo tenían acceso los residentes con ascendencia proveniente de la Madre Patria. En este lugar solía jugar fútbol con Gerardo y Pedro, sus eternos amigos. El juego del hombre, era la catarsis perfecta y el lugar idóneo para realizar todos sus sueños. Los tres querían ser cracks del fútbol español, se imaginaban en el Real Madrid, sus nombres estarían impresos en las playeras del equipo merengue y los aficionados las usarían con la misma devoción con la que ellos portan la de Michel, Butragueño y Pardeza.
Juan, Gerardo y Pedro, como ya dijimos, solían ver la Playboy a sus florecientes 13 años en el baño de la casa Juan, mientras la mamá de este salía al mercado a comprar las tortillas para poder acompañar la comida. El fútbol y la Playboy, eran los momentos más dichosos para este trío de pubertitos. Y vaya que ambos sueños podían ir de la mano, si lograban ser tan grandes como Butragueño y compañía, seguramente las mujeres más bellas se dejarían venir solitas y ya no habría necesidad de tener que imaginarse con alguna de las fotografiadas, seguramente tendrían a más y mucho mejores que las ahí expuestas por una módica cantidad a cualquier puberto con hambre de ver a una mujer desnuda.
Lo que Juan nunca supo es que Gerardo al ver a cualquiera de las playmates se imaginaba a Xóchitl, hermana de Juan, tenía 15 años, cuerpo menudito y bien formado, el uniforme que usaba en la escuela de gobierno la Federal número 13, le permitía a Gerardo observar sin aplicar un esfuerzo mayor, las piernas de Xóchitl, lisas, claras y contorneadas, el ballet que desde niña venía aprendiendo por sugerencia de la madre, estaba rindiendo sus frutos. La miss Febrero, se llama según la revista: Ana Simpson, edad: 25 años, medidas: 86, 50 y 86. Por lo que se veía, el cuerpo de Ana ya había pasado por varias puestas al sol, sus pechos se ven naturales, firmes y los pezones eran muy claros, no se marcaba esa ¿aureola? o ¿círculo?, que suele existir en la mayoría de las mujeres, eso le llamaba mucha la atención a Gerardo, el vello vaginal cubría por completo a la pucha, como suelen nombrarle, tradición que heredo de su hermano y ahora comparte con Juan y Pedro. Ana, era la que más le hacía a Juan imaginarse en un futuro a Xóchitl, y le hacía preguntarse como se verían a esa edad sus pechos y su pucha. Pedro y Juan, en cambio, preferían mirar e imaginarse con su verguita dura frente a una de las plasmadas a todo color en las páginas más interesantes del mundo: poco que leer, pero demasiado que admirar. Deseaban hacer el amor con ellas, aunque aún no supieran ni una chingada acerca del proceso complicado que lleva a un hombre y una mujer a estar juntos, a distinguir, entre coger, hacer el amor y tener sexo.
La adolescencia, o dicho de otra forma, la secundaria de Juan, antes de tener su primera novia, bien la podríamos resumir en muchas erecciones (sin masturbación) y muchos goles (sin mayor trascendencia que la admiración y respeto de sus amigos de siempre, los compañeros del Colegio y los atrevidos muchachos que solían retar a este trío a un partidito: el que pierda paga los chescos, decían).El paso de la secundaria a la preparatoria marcó en Juan varios cambios, el primero fue dejar de ver a sus inseparables amigos, Gerardo partiría al DF debido a que su padre había encontrado una oferta de trabajo nada despreciable y colocaría económicamente a la familia de Gerardo en un lugar nada despreciable, iba a ser diputado por la ciudad más grande de México. Más no se podía pedir o ¿sí? Pedro, por su parte habló seriamente con sus padres y les pidió que por favor lo dejaran ir a hacer sus estudios a Veracruz ciudad en la que llevaba años viviendo su hermano mayor y al cual tenía más de 5 navidades de no verlo, además según Manuel, su hermano, en Veracruz se encontraban buenos forros de viejas, cercanas a las que Pedro solía ver en la Playboy y lo mejor de todo es que no es carne importada sino puramente mexicana. La preparatoria, una etapa tan fuerte la tendría que enfrentar Juan, solo. Le daba miedo, la preparatoria significa dolor, porque lo vio en la cara de su hermana que le lleva 5 años de diferencia: jóvenes que entraban a su casa y prometía querer a su hermana, pero sólo la hacían berrear por muchas noches. Desde entonces entendió que en la preparatoria uno aprendía distintas clases de llanto y que la búsqueda de la felicidad a través del amor sólo existe en los cuentos que su madre le solía contar de forma constante y cariñosa antes de dormir