sábado, marzo 17, 2007

Introspección XL.

En la madrugada de este sábado acabe de leer las Seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino. La última parte es un inédito, no quedo concluida del todo, se denomina: El arte de empezar y el arte de acabar.
En si, es un breve recorrido que Italo hace sobre los grandes inicios de las novelas y los finales memorables de algunas novelas. Porque el inicio es aquel que dará la pauta de la obra, el camino a seguir y el final será aquello que hará que la obra sea redonda. La coherencia de la novela.
Un libro que disfrute y sin duda, esto es el nacimiento de una nueva manera de analizar textos literarios.
Hoy leeré los ensayos recopilados de mi amigo y admirado Ignacio Padilla por la editorial de la UDLA-P y que se titula: El peso de las cosas.

Introspección XXXIX.

Mis ausencias son días. Continencias confusas y abismales son mis sueños. Si hay vidas pasadas, seguro fui quemado en la inquisición eso explicaría mi extraño ateísmo. Pude haber sido un Don Juan cualquiera, le daría razón a mi infinita y constante soledad. O quizá yo tengas años en el infierno y por eso sufra, al menos eso siento. El infierno no es necesariamente lo escrito por Dante, puede ser creer que se vive en un mundo real, cuando es puro simulacro.
Tal vez yo no esté escribiendo esto, sino siguiendo las órdenes de otro ser superior que me ha imaginado o creado y me ordena hacer lo que hago.

viernes, marzo 16, 2007

Introspección XXXVIII.

Ha sido una semana pesada.
Las cosas en casa mejoraron. En la facultad siguen su rumbo normal y caótico. Son fechas de elecciones para consejería universitaria. Es una época de canibalismo autentico, pareciera que se juegan los intereses de todo un país, quizá sí, no lo sé. Son fechas agotantes y desesperantes. Pronto acabarán. Casi no gano nada, pero pierdo mucho. No está escrito, ni dicho que este mundo deba ser equitativo, ni justo. Hay que dar más de lo que se recibe. Hay que poner no la mejilla para que peguen, sino toda la cara para que te la desfiguren. Nunca nos dieron a escoger que tipo de vida social, económica, estatal, nacional y mundial queríamos. Somos parte de un gran teatro, donde nuestro papel ya está escogido y es heredado de generación en generación. El cambio requiere no sólo esfuerzo, también se te cobra con la vida y en la mayoría de lo casos el único pago es el anonimato. No escoges cómo deben ser tus hijos y viceversa. Amas a la persona menos idónea y la correcta o no se fija en ti o uno está tan enamorado de lo prohibido que otrora no existe en nuestro mapa personal. Nunca estamos conformes. Siempre queremos más y más. Cada día usamos una máscara distinta. La autenticidad dejo de existir desde años atrás. Mientras más original se intenta ser, más imitativo se vuelve uno.
En estos días me di tiempo para leer otras dos propuestas de Italo, la de Visibilidad y Multiplicidad.
Transcribo la explicación de por qué la Visibilidad es considerada por Italo como uno de los valores a salvar para este milenio:

Si he incluido la Visibilidad en mi lista de los valores que se han de salvar, es como advertencia del peligro que nos acecha de perder una facultad humana fundamental: la capacidad de enfocar imágenes visuales con los ojos cerrados, de hacer que broten colores y formas de alineamiento de caracteres alfabéticos negros sobre un página blanca, de pensar con imágenes. Pienso en una posible pedagogía de la imaginación que nos habitúe a controlar la visión interior sin sofocarla y sin dejarla caer, por otra parte, en un confuso, lábil fantaseo, sino permitiendo que las imágenes cristalicen en una forma bien definida, memorable, autosuficiente, “icástica”.

Italo hace ya veintidós años se preocupaba por algo que nos afecta a todos, la falta de imaginación, producto de la carga constante que recibimos por medio de la televisión, el cine, el internet y las mamparas publicitarias. Haciendo así a nuestra mente menos apta para recibir información con demasiado texto. No tenemos tiempo para imaginar, necesitamos recibir exactamente lo que el otro desea transmitir a cada ser humano que nos habita.

Los requisitos que un texto debe tener para cumplir con la Multiplicidad:

(…) Tenemos el texto unitario que se desenvuelve como el discurso de una sola voz y que resulta ser interpretable en varios niveles (…).
Tenemos el texto múltiple que sustituye la unicidad de un yo pensante por una multiplicidad de sujetos, de voces, de miradas sobre el mundo, según ese modelo que Mijail Bajtin ha llamado “dialógico” o “polifónico” o “carnavalesco”, y cuyos antecedentes encuentra en autores que van de Platón a Rebeláis y a Dostoievski.
Tenemos la obra, que ansiosa por contener todo lo posible, no consigue darse una forma y dibujarse unos contornos, y queda inconclusa por vocación constitucional, como hemos vista en Musil y Gadda.
Tenemos la obra que corresponde en literatura a lo que en filosofía es el pensamiento no sistemático, que procede por aforismos, por centelleos puntiformes y discontinuos, (…).
Entres los valores que quisiera que se transmitiesen al próximo milenio figura sobre todo éste: el de una literatura que haya hecho suyo el gusto por el orden mental y la exactitud, la inteligencia de la poesía y al mismo tiempo de la ciencia y de la filosofía (…).
(…) ojalá fuese posible una obra concebida fuera del self, una obra que permitiese salir de la perspectiva limitada de un yo individual, no sólo para entrar en otros yoes semejantes al nuestro, sino para hacer hablar a lo que no tiene palabra, al pájaro que se posa en canalón, al árbol en primavera y al árbol en otoño, a la piedra, al cemento, al plástico.

Una obra completa es lo que pide Calvino, una novela que te divierta, pero te haga pensar. Que sea rica en estructura, pero leve en su lectura. Que tenga un lenguaje cuidado. Que sea directa, clara, concisa. Que describa cuando tenga que hacerlo. Que el escritor no se proyecte del completo y deje hablar a los personajes, pero también a esas otras voces que va heredando y después las transmite como suyas.

Quizá este libro sea una nueva forma y propuesta de hacer teoría con la literatura de este nuevo milenio.
Sin duda, Italo era un gran visionario.

jueves, marzo 15, 2007

Sampedro habla de Bucay

Paisajes de la Memoria. (15/03/07)
Juan Gerardo Sampedro
Jorge Bucay

De cómo la inestabilidad emocional sigue siendo un negocio: He leído atentamente algunas obras de Jorge Bucay, un psicoterapeuta que está desbancando, si se puede decir así (las modas también se dan en la psiquiatría) a Leonardo Stemberg y su terapia basada en el “Contraanálisis”. He visto a Bucay en el canal de Telefórmula estos últimos días, pero confieso que lo único que ha logrado es aburrirme un poco. Cuando se repiten los modelos, éstos llegan a cansar.

Sin embargo creo que Jorge Bucay es un serio terapeuta a distancia. Sus libros, lo digo yo que conozco bien la terapia gestáltica gracias a los conocimientos que adquirí de mi maestro Jorge Barragán, no son los clásicos de autoayuda. Sus libros son didácticos y puede leerlos cualquiera, aún sin tener la formación de terapeuta.

He leído muy recientemente, por ejemplo, “El camino de la autodependencia”, “El camino de la felicidad” y “Cartas para Claudia”. El segundo de ellos, “El camino de la felicidad”, si se mira con atención, es una síntesis (que no vulgar plagio) del filósofo Arthur Schopenhauer, “El arte de ser feliz”.

Alguna vez me pregunté por qué la gente busca libros de autoayuda. La respuesta: el silencio. Es decir: sigo pensando que no hay una respuesta adecuada para los que sufren (o sufrimos), y que tampoco se encontrará fácilmente.

¿En dónde entonces radica el poder y la moda de un Jorge Bucay? La gente, en este mundo globalizado, necesita respuestas a sus conflictos. Y como los hombres necesitamos seguir viviendo, nos volcamos hacia donde creemos que hay un asidero. Yo no sé –no lo creo todavía– si Jorge Bucay, que edita en Océano, haya agotado los tiros que puede agotar, como lo llamó Fox, “el Premio Nobel colombiano Mario Vargas Llosa”; o el mismo, ése sí Premio Nobel colombiano, Gabriel García Márquez.

De cualquier manera, para un país como el nuestro el tiro de las obras de Jorge Bucay es impresionante. Algo curioso: su novela no ha alcanzado los niveles de éxito que sí han alcanzado sus libros de psicoterapia aunque, para obtener conocimiento del mundo, la literatura y la ciencia son lo mismo: las vías son la diferencia.

Yo que ya he tocado en este mismo especio el tema, sigo pensando que la inestabilidad emocional es el gran negocio. No quiero decir con esto que Jorge Bucay sea un psicoterapeuta sin propuestas. En efecto y con un enfoque distinto, la gente ahora lo prefiere a mi amigo Leonardo Stemberg, quien mantiene su página electrónica en el Internet www.contranalisis.com.mx cada vez con menos –creo– adeptos, desde que ha delegado en otros la responsabilidad que él tenía.

En Telefórmula he visto a Bucay recomendarles a los usuarios dejar que sus sentimientos fluyan, como lo recomienda el Zen; quizá sólo sea receta. El Jorge Bucay gestáltico lo será mejor lejos de los grandes negocios de la industria editorial: con el sufrimiento emocional no se lucra

lunes, marzo 12, 2007

Introspección XXXVII.

Hoy por la madrugada continué con la lectura de Seis Propuestas para el Próximo Milenio del inigualable Italo Calvino. Toco el turno a la propuesta número tres: Exactitud.
Transcribo su idea:

(…) Trataré ante todo de definir mi tema. Exactitud quiere decir para mí sobre todo tres cosas:
1) un diseño de la obra bien definido y bien calculado;
2) la evocación de imágenes nítidas, incisivas, memorables; en italiano
tenemos un adjetivo que no existe en inglés, “icástico”, del griego Ekiautikós;
3) un lenguaje lo más preciso posible como léxico y como expresión de los matices del pensamiento y de la imaginación.
¿Por qué siento la necesidad de defender valores que a muchos parecerán obvios? Creo que mi primer impulso obedece a que padezco de una hipersensibilidad o alergia: tengo la impresión de que el lenguaje se usa siempre de manera aproximativa; casual, negligente, y eso me causa un disgusto intolerable. No se vaya a creer que esta reacción corresponde a una intolerancia hacia el prójimo: lo que más me molesta es oírme hablar. Por eso traro de hablarlo menos posible, y si prefiero escribir es porque escribiendo puedo corregir cada frase tantas veces comos sea necesario para llegar, no digo a estar satisfecho de mis palabras, pero por loe menos a eliminar las razones de insatisfacción que soy capaz de percibir. La literatura –quiero decir, la literatura que responda a estas exigencias- es la Tierra Prometida en donde el lenguaje llega a ser lo que realmente debería ser.
A veces tengo la impresión de que una epidermia pestilencial azota a la humanidad en la facultad que más la caracteriza, es decir, en el uso de la palabra, una peste del lenguaje que se manifiesta como pérdida de fuerza cognoscitiva y de inmediatez, como automatismo que tiende a nivelar la expresión en sus formas más genéricas, anónimas, abstractas, a diluir los significados, a limar las puntas expresivas, a apagar cualquier chispa que brote del encuentro de las palabras con nuevas circunstancias.
No me interesa aquí preguntarme si los orígenes de esta epidermia están en la política, en la ideología, en la uniformidad burocráticas, en la homogenización de los mass-media, en la difusión escolar de la cultura media. Lo que me interesa son las posibilidades de salud. La literatura 8 y quizá sólo la literatura) puede crear anticuerpos que contrarresten la expansión de la peste del lenguaje.


Es revalorar a la palabra dándole su peso exacto sin restarle la posibilidad de la expansión, pero sin regalar la oportunidad de la brevedad. En ambos casos, siempre con una profundidad.
En un rato veré a Mario Bellatin. Por la tarde s presentará el Nº 6 de la revista Revuelta, motivo por el cual, está aquí Bellatin.Ayer, mi tía-abuela, Andrea lleva por nombre, entró en una etapa non grata para nadie. Jamás deseada, pero quizá, a veces inevitable. Siempre ha tenido problemas de circulación, ahora, al parecer ha afectado la oxigenación al cerebro, dicen puede tener coágulos, que provocan una memoria escasa, casi nula. Hoy, por la mañana salio de un encierro de cuarto que tuvo durante todo el domingo, su cuarto huele a miados. Le cuesta trabajo caminar. Mi madre ha llorado ayer. Hoy también.

¡Fuera Montiel Bonilla, Fuera!

La quinta columna (Diario Cambio 12/03/07)
Mario Alberto Mejía

El Mediocre (Homenaje Poblano a José Ingenieros). Carece de la grandeza (no podía ser de otra manera, ya que es físicamente imposible), pero tiene la insidiosa persistencia cancerígena de la mediocridad.
Por eso.
La permanencia en el cargo de secretario de cultura de Alejandro Montiel Bonilla no sólo es un agravio para la comunidad académica y cultural de Puebla, sino también para la del País, porque su patética mala fama ha trascendido las fronteras del estado: su mediocre personalidad es, en demérito de los poblanos, conocida por las autoridades del CONACULTA y por los titulares de las dependencias culturales de los estados que convivieron con él en las reuniones nacionales de cultura. No hay funcionario cultural, federal, estatal o municipal, que tome en serio a Montiel. Vamos, ni sus subordinados, ni los miembros de su equipo de servidumbre. Tan pronto escuchan su nombre surgen la burlas, los chistes y los comentarios mordaces sobre sus mentiras y disparates, y sobre ciertos hábitos y costumbres de su vida sexual de oficina que, gracias a su propia torpeza, es tan pública como el diario oficial. Estos meses han servido para concluir que, en un sentido estrictamente laboral, es técnicamente insostenible su permanencia en el gabinete, por su falta de competencias laborales para desempeñar el cargo: hoy en día la secretaría de cultura sólo existe en el primer cuadro de la ciudad de Puebla. Por ejemplo, es un escándalo que la Dirección de Cultura del ayuntamiento de Tehuacan sea capaz de organizar un festival de mayor calidad que el FIP de la Secretaria de Cultura del gobierno del estado. Sin embargo, hay otra dimensión del asunto: su permanencia en la primera oficina de la dependencia cultural no sólo es una afrenta para la historia cultural de Puebla, también es peligrosa electoralmente para el PRI. Recordemos que con la política cultural del estado sucedía lo que, en otro tiempo, pasaba con la política exterior de México: era el espacio natural de la inteligencia, de la ilustración, del cultivo de lo mejor de las tradiciones políticas y culturales. Para tener idea de la magnitud del deterioro de la política cultural del gobierno simplemente hay que evocar los nombres de algunos secretarios de Cultura de Puebla (Palou Pérez, Castro Morales, Azar Barbar, Palou García) y compararlos con el de Montiel Bonilla. La perspectiva que surgirá de este ejercicio será una referencia para entender el desastre cultural que vive Puebla en un año electoral. Es innegable que la presencia de Montiel en el gobierno restará votos al PRI en una elección crucial. Veamos: si en la secretaría de Cultura hay 600 trabajadores y cada uno de ellos pertenece a un núcleo familiar que en promedio cuenta con 5 elementos, tenemos entonces 3 mil personas. Si de estas el 10 por ciento son menores de edad nos quedan 2 mil 700 potenciales electores. Conservadoramente, dupliquemos la cifra agregando conocidos y amigos de la familia: 5400 electores. A este número, sumemos a los miembros de la comunidad artística y cultural, la fuente periodística, los académicos, los universitarios y los ciudadanos que alguna vez han leído alguna de las centenas de notas periodísticas que han informado y/o comentado los errores y torpezas del señor Montiel. ¿Cuál sería la cifra que obtendríamos? Pensemos en 5 mil que sumados a los anteriores nos darían, entonces, diez mil votos. ¿Estará dispuesto el PRI a perder 10 mil votos que podrían definir más de una diputación en las próximas elecciones sólo por mantener en el cargo de secretario de Cultura a un inepto que ni siquiera paga sus cuotas al partido? Sin duda, amplios sectores sociales con cierto nivel de educación y de influencia en la vida social y cultural de Puebla dejarán de votar por el PRI si Montiel permanece en el cargo. Porque, simplemente, Montiel no pertenece a ese sector. Es un advenedizo sin liderazgo ni influencia alguna en el mundo cultural, al que, muy lejos de servirlo, ha ofendido con sus recurrentes actos de altanería, vulgaridad e ignorancia. Montiel es ahora un hombre sitiado que apuesta a la falta de memoria del público, que confía en que sus muchos errores y descuidos se olvidarán de repente, que espera, reza en la iglesia de Xonaca, porque el gobernador deje de preguntarle sobre ciertos asuntos sobre los cuales simplemente no tiene respuestas satisfactorias. Es un cripto-secretario que se esconde de la prensa, de los ciudadanos e incluso de su estructura formal de trabajo, ya que a él sólo acceden sus íntimos. Montiel ha dejado de asistir a actos públicos y prácticamente ha desaparecido de los diarios locales y de la vida cultural de Puebla: no asiste a nada, no organiza nada, no participa en nada. Ha optado por la “estrategia” de la invisibilidad y de la inactividad. Sencillamente, no hace algo. Es un vacío institucional que otros están ocupando ya. Montiel deja pasar los días sumido en un estado de postración mental que, ante los pocos que hablan con él, trata de disfrazar de gran seguridad en sus acciones y hasta de entusiasmo ante el futuro. Pero no. La verdad es que está paralizado por el temor de perder el dinero que ahora tiene. Han pasado ya tres meses del 2007 y no ha presentado ante la opinión pública sus proyectos para este año.

Tampoco ha hecho un balance del (catastrófico) 2006. Durante este breve 2007 prácticamente ha metido la pata cada vez que sale ante el público, tal vez por eso ha optado por el ocultamiento. He aquí una incompleta lista de sus recientes incapacidades, errores y negligencias: La vergonzosa comparecencia ante el congreso del estado en la que no pudo contestar las preguntas de los diputados. El enredo de corretiza y pastelazo de los seis libros que supuestamente publicó en el 2006 El criminal abandono en que se encuentran los libros de biblioteca Tolá de Habich, arrumbados en una bodega húmeda en cajas de huevo. El desprecio étnico, el racismo pues, que le llevó a presentar el polémico y carísimo libro La Pirámide de Cholula en el Museo Amparo, en donde por cierto ya solicitó empleo por si las dudas, y no en Cholula, como debía ser. La delictuosa cesión de los derechos editoriales de los libros Las Calles de Puebla a una empresa privada El desmantelamiento de la sala Erasto Cortés y el ataque a su obra que ha sido almacenada en las temibles cajas de huevo que utiliza Montiel para perpetrar sus delitos culturales. La amañada y tramposa asignación de las becas del FOESCAP a sus cuates y proveedores. Si algo hay que admirar del lastimero secretario de cultura que padecemos es su inagotable capacidad para el ridículo, para la exhibición de sus penosas limitaciones educativas e intelectuales. No hay que olvidar que su único libro publicado fue revisado y corregido exhaustivamente por un hombre talentoso cuya amistad, por cierto, ha traicionado vilmente. Porque Montiel no es más que un lumpen perfumadito y adinerado con graves problemas de incontinencia verbal. Un mitomaníaco sentado en una silla que no le corresponde. No hay que olvidar que Montiel sólo es un pícaro al que valiéndole madres todo se fue de mochila a Europa al reventón lumpen: Portugal (¿?); Madrid y París (edificios miserables de promiscuos apartamentos sin servicios). No hay que olvidar que sólo es un ambicioso sin escrúpulos y sin luces que, a su regreso del viajecito de desmadres y excesos, se inventó una estancia académica plena de condecoraciones, honores y nobles torres medievales rescatadas de la herrumbre del tiempo, pensando, como todavía hoy lo hace, que los poblanos son ignorantes. Pero, como dijo el otro clásico: ¡Qué viva el mole de guajolote!

+++Un Mail Ad Hoc. Un lector nos envió las siguientes líneas. “Dicen las malas lenguas que nuestro talentosísimo subsecretario de Cultura, Gerardo Ramos Brito, anda por las Europas. Que desde las Galias dirige el cascarón de Secretaría en Puebla. Vaya, es de entender que el pobre Gèrar debe estar hartísimo de las decisiones del secretario Alexander Von Montiel Bonilla, y por eso se va a dar sus paseítos por las Europas. Pero la pregunta es: ¿A costa de quién? De nosotros? ¿Del erario? ¿O es que sus cuadritos dan pa`tanto?“También dicen que Ramos Brito va a asumir en unos días la Secretaría que deja Montiel, pero que ya les dijo que se esperen, que mientras anda muy quitado de la pena y que no lo estén chingando. Que les da el sí hasta que vuelva y hasta que se le hinchen...”

domingo, marzo 11, 2007

Introspección XXXVI.

Veinte páginas las dedicadas por Calvino para hablar de la Rapidez. Ejemplos demasiados, extensión la normal, información bastante, pero las leí en un santiamén. Parece que leí la mitad de páginas. Cuando menos lo vi, ya había terminado de leer.
Asistí pues al ejemplo puesto en práctica.
Aquí algo de lo dicho por Italo:

(…) El siglo de la motorización ha impuesto la velocidad como un valor mensurable, cuyos records marcan la historia del progreso de las máquinas y de los hombres. Pero la velocidad mental nos e puede medir y no permite confrontaciones o competiciones, ni puede disponerlos propios resultados en una perspectiva histórica. La velocidad mental vale por sí misma, por el placer que provoca en quien es sensible a este placer, no por utilidad prácticas que de ella se pueda obtener. Un razonamiento veloz no es necesariamente mejor que un razonamiento ponderado, todo lo contrario; pero comunica algo especial que reside justamente en su rapidez.
Cada uno de los valores que escojo como tema de mis conferencias, lo he dicho al principio, no pretende excluir el valor contrario: así como en mi elogio de la levedad estaba implícito mi respeto por el peso, así esta apología de la rapidez no pretender negar los placeres de la dilación. La literatura ha elaborado varias técnicas para retardar el curso del tiempo; he recordado ya la iteración; me referiré ahora a la digresión.
En la vida práctica el tiempo es una riqueza de la somos avaros; en literatura, el tiempo es una riqueza de la que se dispone con comodidad y distanciamiento: no se trata de llegar ante a una meta establecida: al contrario, la economía de tiempo es algo bueno porque cuanto más tiempo economicemos, más tiempo podremos perder. Rapidez de estilo y de pensamiento quiere decir sobre todo agilidad, movilidad, desenvoltura; cualidades todas que se avienen con una escritura dispuesta a las divagaciones, a saltar a de un argumento a otro, a perder el hilo cien veces y a encontrarlo al cabo de cien vericuetos.

Vaya que la vida fue rápida con él. Jamás llegó a dar las conferencias. Las conocemos porque quedaron escritas.
Y tiene razón. La vida es rápida. Un día estaba besando a una mujer de cuerpo pecaminoso y al otro día me estaba diciendo: ya me aburrí de nosotros.
En un rato leeré en qué consiste la Exactitud.

Introspección XXXV.

Hoy por la tarde, después de ver por la televisión a Atlantis, ídolo de los niños (antes de los técnicos, ahora de los rudos), pelear en la catedral de la Lucha Libre: Arena Coliseo, empecé con Italo Calvino y sus Seis propuestas para el próximo milenio.
He leído la propuesta primera: Levedad.
Levedad sobre el Peso. Ambos ubicados en el poder de la palabra. La idea es no abandonar la profundidad en el texto, pero sí hacerlo más ágil, menos pesado para el lector. Mientras más breve, conciso y directo, mejor. Esto no implica la extensión, no quiere decir que una obra de 600 páginas sea pesada o una de 150 sea breve. Es la forma, la estructura y la carga que se le den a las palabras en esas 150 ó 600 páginas.
Al menos es mi primera interpretación. Nunca definitiva, imposible.
No existe lo definitivo. Al menos no creo en ello.
Un ejemplo claro de la Levedad, dice Calvino está en La Insoportable Levedad del Ser de Milan Kundera, dixit:

(…) Es difícil para un novelista representar su idea de la levedad con ejemplos tomados de la vida contemporánea si no se la convierte en el objeto inalcanzable de una quete sin fin. Es lo que ha hecho con evidencia e inmediatez Milan Kundera. Su novela La insoportable levedad del ser es en realidad una amarga constatación de la Ineluctable Pesadez del Vivir: no sólo de la condición de opresión desesperada y all-pervading que ha tocado en suerte a su desventurado país, sino de una condición humana que nos es común, auque nosotros seamos infinitamente más afortunados. El peso de vivir para Kundera está en toda forma de constricción: la tupida red de constricciones públicas y privadas que termina por envolver toda existencia con nudos cada vez más apretados. Su novela nos demuestra cómo en la vida todo lo que elegimos y apreciamos por su levedad no tarda en revelar su propio peso insostenible. Quizá sólo la vivacidad y la movilidad de la inteligencia escapan a esa condena: virtudes que distinguen a esa novela, que pertenecen a un universo distinto del universo del vivir.

1) Un aligeramiento del lenguaje mediante el cual los significados son canalizados por un tejido verbal como sin peso, hasta adquirir la misma consistencia enrarecida;
2) El relato de un razonamiento o de un proceso psicológico en el que obran elementos sutiles e imperceptibles, o una descripción que comporte un alto grado de abstracción y
3) Una imagen figurada de levedad que cobre un valor emblemático, como en el cuento de Boccaccio, Cavalcanti saltando con sus delgadas piernas por encima de la losa sepulcral (…)

En un rato continuare con la Rapidez.