jueves, diciembre 27, 2007

Mis doce uvas



Diario Milenio-Puebla (27/12/07)
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Hace exactamente un año unos cretinitos que andan por ahí me desearon, en una pobre nota periodística del día de los inocentes, todo el mal que a alguien se le puede desear. Muy a pesar de que no tomé en cuenta esas tonterías –no broma, sí encono– no esperaba otra cosa que terminara 2007. Ya casi termina, ya casi. No son malos o buenos los años, somos nosotros y nuestras circunstancias, como lo dijera Ortega y Gasett.
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Justamente ayer pasé al supermercado y compré unas latas que vienen con las doce uvas que, por tradición, se deben consumir a la hora de las doce campanadas que indican que el año se va, al tiempo de pedir doce buenos deseos. A veces se confunden los deseos con los propósitos, existe el riesgo. Pero los propósitos son también deseos.
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Yo aquí tengo los míos y los comparto a pocas horas de abrir la lata de las uvas. No voy a confesarlos todos porque vienen acompañados del secreto; si no, jamás se lograrían.
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Espero antes que nada conservar a mis amistades, todos aquellos que han depositado su confianza en mí. Gracias amigos míos, que sí los tengo y son muchos/ Espero, por otro lado, mantener a los que se dicen mis enemigos alejados, muy alejados, tan alejados como siempre, allá, que no se me acerquen/ En mi nota de deseos y propósitos he decidido seguir hablando de los plagiarios de la teoría del cuento mexicano; si algo tiene de vergonzoso una investigación es precisamente el plagio con la creencia de que los lectores somos tontos/ Seguiré caminando por las mañanas en el Parque Ecológico y con mis rutinas de Yoga ahí con la maestra Coral/ trataré de abandonar el Rivotril y el Lexotán, será mejor quizá acompañar el sueño con un buen traguito de Hornitos/ Que mis amigos y mis amigas hagan frente a sus problemas, ellos y ellas saben a qué me refiero y, por último dentro de esta pequeña lista revelada, deseo con todo el corazón que cambien para bien las cosas en la Secretaría de Cultura: ese personaje sin autocrítica que se sigue sintiendo secretario ha llenado de torpezas la cultura de Puebla. El 2007 fue terrible para la cultura. Por fin hace poco, el compañero Eduardo Montagner habló de los motivos de su renuncia: la humillación de que fue víctima por parte del arrogante secretario, quien así como llegó a esa Secretaría (sin merecimientos y por suerte) pudo haber tenido otro papel lejos de la cultura.
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Por fin se termina 2007. Hubo meses que se me hicieron eternos, como mayo y junio; otros pasaron más rápido que los tranvías.
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Deseo por último que a ustedes, mis amigos y lectores, les espere un excelente 2008, sin sobresaltos, sin los problemas que a veces da la vida cotidiana. Yo entonces a mis asuntos, a seguir trabajando. Feliz año.

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