domingo, diciembre 09, 2007

El artista como forjador de una identidad

El viernes pasado Carlos Monsiváis estuvo en Puebla, como casi cada año o cada dos años se ha vuelto costumbre, en esta ocasión el lugar fue el Auditorio del Museo Amparo y la razón: hablar sobre Frida Kahlo, la gran pintora mexicana, quizá la única de la cual hasta los más incultos tienen noción de su existencia. El evento estaba programado a las 7:30, empezó unos minutos después, pero con un lleno, ¡claro, es Monsiváis!
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Algo que Monsiváis vino a recordar sobre Frida Kahlo, fue su gran pasión por la vida, su necesidad de decir las cosas tal cual eran, sin ocultar nada. La crudeza en su máxima expresión.
Frida Kahlo para Monsiváis: “es uno de los pocos personajes que se ha incrustado no diré yo en el imaginario colectivo, en donde desde luego está innumerosamente, sino también en el de los emblemas de la Nación, y la Nación en la globalidad, no la Nación histórica o la Nación tradicional. ¿Quiénes serían en el siglo XX? Emiliano Zapata, Lázaro Cárdenas, Pancho Villa, Francisco I. Madero, todos relacionados con el poder o con la resistencia al poder, Ricardo Flores Magón que es extraordinario no está en esa panoplia, y Frida Kahlo y Diego Rivera, son los dos artistas que han entrado a esa visión constitutiva de lo que es sin duda la Nación, tal y como se representa en tiempos en que la idea de Nación tiende a disminuir o estaba desapareciendo”.
“Frida es la imagen de una intimidad pública. Las fotos de Frida son ya parte de la obra de Frida, porque es tal el poderío de la leyenda, del mito, de la contingencia iconográfica, que uno ve las fotos de Frida y sabe que el centro de las fotos de Frida no es que esté ahí plasmada, sino que tiene un poderío tal, que le da las fotos su aura icónica, lo que es deslumbrante y lo que francamente sólo de Zapata puede decirse eso, pero en Zapata está la lucha de todo un pueblo, está la reivindicación de la tierra, está la revolución traicionada, (…) en el caso de Frida está estrictamente el poderío de una mujer que no se confina en el sufrimiento, que no se deja atrapar en la idea del artista que pinta del sufrimiento, que le da a la vida de inválida proporciones notables de celeridad y de cambio, y de lo que podría ser variedad amorosa, no promiscuidad, que es un tema cargado de culpas tradicionalistas, sino variedad amorosa que es lo que todos quisiéramos”.
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Frida Kahlo como todos los artistas ahora reconocidos, en su tiempo no lo eran, Carlos contó que era tal la falta de dinero que tenían en ese tiempo la pareja Rivera Kahlo, que llegaban a pedir prestado dinero a sus conocidos e inclusive Frida llego a vender una de sus obras en 500 pesos de antes. Y es que a Frida no la querían ni la valoraban en sus tiempos por su crudeza y amplia sinceridad al mostrarse tal cuál era, a enfrentar y compartir con el otro, su realidad. Frida nunca se tuvo lastima ni piedad. Su invalidez tal como lo dijo Monsiváis en lugar de impedirle crear, le motivo a seguir creando más y mejor.
Las obras de Frida, desde mi perspectiva, son únicas, pues en ellas encontramos al existencialismo y al surrealismo conviviendo sin ningún problema estético ni ideológico.
A Kahlo, como otros muchos escritores, le debemos una identidad de Nación.
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Quizá, entonces, la labor del artista no sólo sea plasmar sus ideas y sensaciones, sino también ir forjando con distintas perspectivas una identidad. Un algo que nos refleje desde las raíces hasta lo más banal y pueda ser comprendido, y valorado de la misma manera por un mexicano como por un extranjero.
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Si existió este año una Fridomanía, el autor de Las Herencias Ocultas (Debate, 2007) es el claro ejemplo de cómo un gran escritor puede llegar a ser en su país igual de querido y famoso, que cualquier cantante reconocido como Juan Gabriel, para algunos México perderá mucho cuando se muera ese prócer “varonil” de la música mexicana, mientras que otros dirán que México perderá todo: memoria, historia, vida, alma, etc., cuando se nos muera Carlitos Monsiváis. Esto tira una teoría, más que nada mito: la Cultura y todas su expresiones artísticas no son negocio, y si no, pregúntenle a Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Xavier Velasco, Fernando Del Paso, y otros escritores más se me escapan en esa lista, a todos ellos debemos agradecerles no sólo su gran calidad literaria, también y de forma particular su compromiso social con los movimientos políticos que acontecen en México como en el caso de Del Paso, Poniatowska y Monsiváis.
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La labor de los escritores, y de cualquier creador, aparte de tener una postura política e ideológica ante la sociedad, es la de evitar que la memoria se pierda. Ellos deben usar sus plumas para plasmar su entorno, no importa la corriente ni los intereses que persigan, todo nos ha ido y nos seguirá formando como lo que somos: una Nación libre y soberana, donde lo único que no cabe es la apatía ante cualquier acontecimiento de índole nacional.
Y si no me creen, pregúntenle a Carlos Monsiváis que en su libro Las Herencias Ocultas (Debate, 2007), ha dedicado 372 páginas para hablar de aquellos escritores de nuestro siglo XIX mexicano que no sólo nos dieron un romanticismo y pre-realismo muy mexicano y único, también forjaron una Patria desde las filas liberales.
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Hasta aquí los divagues, las vacaciones están encima y retornaré al blog nuevamente. Vacaciones que estarán llenas de lecturas muy históricas, empezando por Morelos: morir es nada de mi amigo y maestro, ahora ubicado al otro lado del charco, Pedro Ángel Palou, luego continuamos con Las Herencias Ocultas, del ya citado a lo largo del texto, en está lista interminable sigue Masones en México de José Luis Trueba Lara, que espero pronto conocerlo, agregamos Memoria Roja de Fritz Glockner y terminamos con Mi gobierno será detestado de José Manuel Villalpando.

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