domingo, septiembre 16, 2007

Suplemento-Laberinto-Diario Milenio (15/09/07)

EntrevistaPedro Ángel Palou: Morelos, el héroe desconocido
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Antes de 1810, muy poco se sabe del “Siervo de la Nación”, afirma Palou, quien habla en entrevista de su narración acerca de este personaje y sobre el devenir de la novela histórica en México.
15-Septiembre-07
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Pedro Ángel Palou entrega el segundo libro de la que él llama su tetralogía “Sacrificios históricos”: Morelos. Morir es nada (Planeta), donde explora la vida del insurgente, desde sus borrosos inicios hasta su trágico final.
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¿Qué significa Morelos en tu obra y qué significa para la historia mexicana?
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Morelos forma parte de una tetralogía que llamo “Sacrificios históricos”, que empezó con Zapata. Me estoy yendo para atrás a propósito porque voy haciendo una especie de descubrimiento como escritor. Yo creo que el escritor va descubriendo, como dice Faulkner en El sonido y la furia, a aprender a leer; yo estoy aprendiendo a leer hacia atrás. Así que comencé con Zapata, aunque sabía que las contradicciones de un personaje y de una época tan ambigua y tan compleja, como lo es la de Revolución, me iban a llevar a una serie de contradicciones que no me responde Zapata, que no me responde el siglo XX, que seguramente me iban a llevar al otro héroe que yo pensaba que era importantísimo y que se une al primero bajo el mismo concepto de sacrificio.
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De la misma manera en que Martín Luis Guzmán hablaba de las muertes históricas, a mí me parece que tendría que hablar de los sacrificios, es decir, aquellas muertes que no significaron nada finalmente, a pesar de que hoy están en el panteón como iconos de lo mexicano; Zapata no representó nada, ninguna de las reivindicaciones agrarias se ha cumplido, ni mucho menos lo que él pensaba que tenía que ser el reparto agrario. Él, si hubiera estado vivo, hubiera hecho la revolución a Lázaro Cárdenas, hubiera descreído, sabiendo sobre todo la necesidad de la tierra, en el minifundio, con toda seguridad. Y Morelos es alguien que te permite responder a otras razones. Siempre he pensado que cuando uno escribe sobre historia, y quiere ser respetuoso profundamente con la Historia —que es otro de mis objetivos en esta tetralogía, quitar la imaginación novelesca, que sólo esté basado en documentos, que realmente haya un trabajo muy cuidadoso sobre la documentación histórica—, cuando uno tiene este prurito, decía, no de la verosimilitud que tenemos todos los novelistas, sino de verdad histórica, entonces Morelos me permite pensar en las razones del héroe.
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Finalmente los héroes no sólo responden a lo que la historia ha querido ver expuesto en ellos, sino a reivindicaciones incluso personales: en Morelos se da la reivindicación étnica, es central para mi novela y central para entenderlo; reivindicación del hombre americano, como la libertad, y por lo tanto de las liberaciones, es el gran personaje para hablar de las libertades individuales, más allá de las libertades sociales; y luego es el primer agrarista, está muy demostrado en todos los documentos; él es único no criollo realmente en todo el pensamiento americano, mientras Bolívar —nuestro libertador— está jugando bádminton con Fernando VII, divertidísimo en Francia, existe en México un verdadero libertador peleado con la Junta Nacional de Zitácuaro, con López Rayón y con todos los realistas de nuestra Independencia, porque es el primero en afirmar, en un texto casi infantil para la guerra de Independencia —no para Morelos, porque él llega tarde—: se acabaron las castas, aquí no hay indios, no hay mulatos, no hay negros, hay americanos, y América para los americanos, y de ahí su insistencia y su necedad —parecida a la de Zapata— de no permitir ningún reconocimiento a la Corona española; misma necedad que lo llevará a la postrera muerte. Él no siguió una línea criolla de pensamiento, que es la de todas las libertades americanas, salvo la de Morelos.
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Estoy convencido de que cuando se le presenta Morelos a Hidalgo en plena campaña, éste lo debe haber visto con un desprecio criollo absoluto. Seguro dijo: “¿Y qué hago con este negro?”, y en vez de llevarlo con todos a Guadalajara, le dice que él, más que capellán parecía general. “Vaya a liberar el sur, que no tiene un solo liberado”, le ordena. Lo manda a la guerra más absoluta, nada más que éste está tan loco que logra reunir más de 5 mil soldados, levanta la zona negra de Guerrero, una zona siempre muy ruda, la zona de lo que es la tierra caliente de Michoacán, y junta un ejército maravilloso, donde están varios de nuestros más fuertes independentistas: los hermanos Galeana, los Bravo, Mariano Matamoros —su queridísimo Matamoros— e incluso Guadalupe Victoria.
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¿Qué sigue después de Morelos en tu tetralogía?
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Sigue Cuauhtémoc, que me parece que es central para entender todos los sacrificios, y central para entender una de las grandes pérdidas en México. Y voy a cerrar con un personaje muy curioso, mucho menos conocido en la historia de México, que es Pedro Díaz Cusca, un líder tzotzil de San Juan Chamula, que en los mismos tiempos que sucedió la rebelión de Tomóchic, encabeza una rebelión indígena maya, llena de matices religiosos, que es lo que me interesa también en toda la tetralogía.
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¿Cuánto se sabe de Morelos en México?
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Poquísimo. En primera, no sabemos nada antes de 1810. Entre otras cosas porque es un personaje muy menor, miserable, un curita de pueblo, con el peso étnico terrible de ser mulato, que fue enviado a una zona muy insalubre para esas fechas en la zona de Morelia, adonde más bien se dedicó a dar extremaunciones.
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Otra época que se desconoce son los años que pasa como arriero, prácticamente huérfano. Morelos queda al cuidado del abuelo, al que quiso muchísimo, siendo muy pobres en una hacienda agustina muy cerca de la vieja Valladolid, hasta que muere el abuelo y la madre, desesperada, manda a José María, de 14 años, con un tío que era arriero a Apatzingán. Años interesantes, no sólo para la especulación y por lo que él contó a Carlos María de Bustamante, porque es en los últimos cuatro años de hacer comercio entre Apatzingán y Acapulco donde aprende el territorio de sus campañas y acude al espectacular bautizo del hijo de un hacendado de apellido Iturbide, quien pondrá fin a la carrera militar de Morelos, aunque no a su vida, en Valladolid, en una emboscada.
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Habla de tu proceso de trabajo con la novela.
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Comencé con la documentación, y de ahí hice, como en Zapata, un recorrido exhaustivo por el territorio de las escenas. Hay un momento que para mí fue muy difícil de describir, porque ha cambiado mucho: la batalla de Acapulco, porque yo necesitaba realmente ver la bajada del Aguacatillo, y observar cómo fue el doble encuentro con el grupo que venía del fuerte y el que venía de la bahía en contra de Morelos, y cómo se le convierte una necedad histórica de 18 meses esa batalla, que es el tiempo que le da a Calleja para reagruparse. Yo creo que si él toma Toluca o entra a Puebla, fácilmente puede entrar a la capital de la Nueva España, y pasa como con Hidalgo. Ambos tienen la posibilidad de obtener el triunfo, pero nunca dan el último paso.
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En la novela coinciden tres libros, ¿cuál de ellos te complace más?
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El de en medio es el que más me gusta, porque es el más veloz. El episodio de la guerra es muy fácil de contar. A pesar de que no tenemos novelistas que narren guerras, y algunos como Carlos Montemayor que incluso dicen “no sé cómo haya sido, pero me la imaginé como mis clásicos griegos”. A mí me interesaba muchísimo contar las batallas, y se vuelven muy ligeras. Lo que más me gustó fue el final de la novela, que es pura altura tonal, y cierra muy bien con los oficios de difuntos.
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Habla un poco de tu experiencia como lector y hacedor de novela histórica en México.
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Creo que hay una revitalización cuando Fernando del Paso escribe Noticias del Imperio, tuvimos a la novela de la Revolución, que es todo menos novela, es una especie de crónica velada con excelentes momentos como Martín Luis Guzmán, con la mejor de todas que es Nellie Campobello, pero la mejor novela histórica está ligada a la época reciente. Cuando Del Paso escribe Noticias… para todo mundo parecía un anacronismo. ¿Qué hacía este gran novelista dedicando ocho años de su vida a una investigación sobre Carlota y Maximiliano? Hace un prodigio, que abre la puerta otra vez a una literatura muy mediocre, y empieza a haber novelistas que han logrado grandes obras en México. Pienso indudablemente en Enrique Serna y su Seductor de la patria; Eugenio Aguirre que escribió un buen Victoria, aunque ya había hecho un Gonzalo Guerrero interesante.
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Creo que empieza a haber una necesidad de recontar nuestra historia literariamente. No hay una novela histórica mexicana, una escuela, ¡qué bueno! Tenemos desde un Ibargüengoitia que hace entrar a López de Santa Anna en patines, hasta Taibo II con la parte más testimonial del Villa, pero también con lo hecho con La búsqueda del tesoro y el anarquismo; aunque no debemos olvidar una novela que es una contribución importante a la novela de la Independencia, que ha sido poco leída, que es La campaña de Fuentes.
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La novela histórica o es muy alegórica —Son vacas, somos puercos, la novela sobre los piratas de Carmen Boullosa— o apenas alcanza un estado de madurez en estos años, y la marca para mí es Fernando del Paso.
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Praxedis Gilberto Razo
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Editorial:EDITORIAL PLANETA MEXICANA
Sección:Lit. Ibero.Mexicana
ISBN: 9789703706877
Edición: 1ª
Año:2007
No. de páginas:272
Idioma:ESPAÑOL
País:MEXICO
Colección:[SIN COLECCION]
EAN:9789703706877

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