sábado, septiembre 22, 2007

El escritor habla de su novela histórica sobre el "Siervo de la nación".---Ningún libertador tuvo conciencia de la americanidad como Morelos: Palou




La Jornada --> sábado 15 de septiembre de 2007 → Cultura
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“Seguimos importando un modelo de nación y no nos reconocemos en los muchos Méxicos”
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Arturo García Hernández
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El intenso debate –intelectual y político– que se dio a lo largo del siglo XIX sobre el proyecto de nación, no ha terminado. Sigue abierto y de él forman parte numerosos títulos publicados en los años recientes –históricos, ensayísticos, literarios–, a los que ahora se suma la novela más reciente de Pedro Ángel Palou, Morelos: morir es nada, que cuenta la vida del caudillo independentista, quien se autodenominó “El siervo de la nación”.
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Palou sostiene que “el siglo XIX tiene todavía muchas preguntas que responder, no es gratuita la aparición de libros como El cura Hidalgo y sus amigos, de Paco Ignacio Taibo II, el ensayo Las herencias ocultas (de la reforma liberal del siglo XIX), de Carlos Monsiváis, uno de los grandes libros sobre ese periodo, o la biografía de fray Servando (Teresa Mier), de Christopher Domínguez.”
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Morelos es el segundo personaje de la historia de México al que se aproxima Palou. Antes lo hizo con Emiliano Zapata.
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–¿Cómo y por qué el salto de Zapata a Morelos?
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–Estos libros surgieron como parte de una tetralogía sobre lo que yo llamo sacrificios históricos: es decir, muertes terribles que no representaron, sin embargo, un gran avance en la historia de México. Son el de Zapata, este de Morelos, uno de Cuauhtémoc y uno sobre Pedro Díaz Cuscat, líder tzotzil que encabezó la primera rebelión indígena contra Porfirio Díaz, en San Juan Chamula.
“En el caso de Zapata, su muerte es tremendamente trágica porque impide que se cumpla un verdadero reparto agrario y la revolución termina siendo una revolución burguesa, de los ricos y hacendados del norte.
“En la guerra de Independencia, los indios, los mulatos y los negros son los grandes perdedores, terminan ganando los criollos. Por eso me interesan esos personajes, porque pienso, por ejemplo, que si Morelos o Zapata hubieran triunfado, otro gallo nos hubiera cantado.”
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–No obstante, Zapata y Morelos hoy son inmensas estatuas de bronce.
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–Utilizadas sobre todo por el PRI, durante muchos años, para construirnos una historia falsa de padres de la patria.
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–¿Entonces también hay en la novela sobre la vida de Morelos un propósito desmitificador?
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–Absolutamente. Me interesa que el lector conozca las razones del héroe; el héroe cuando vive no es héroe, es un ser humano y tiene también razones individuales para hacer lo que hace. Morelos no es español, no es criollo, es un mestizo con ascendencia mulata que está luchando por tener un lugar en una sociedad que no abre un espacio para él.
“Mientras Hidalgo grita ‘¡Viva Fernando VII!’ y Bolívar juega badmington con el mismo Fernando VII en Francia, Morelos escribe ‘América para los americanos’ y rompe con la corona: tiene una conciencia de la americanidad que no hay en ningún otro libertador. Es quizá el único con plena conciencia de lo que eso significa. Dice: aquí todos somos iguales, se acabaron las castas, no hay indios, mulatos mestizos, todos somos americanos.”
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–¿Era un ideólogo?
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–Es un hombre muy instruido, había leído y se nota en las actas inquisitoriales porque cita de memoria, después de cinco días de tortura, a Hugo Grocio y la idea de guerra justa. Cita a los padres jesuitas del liberalismo francés. Puede escribir de puño y letra Los sentimientos de la nación, un texto tan moderno que lo único inaceptable para nuestra mentalidad actual es que dice que sólo puede haber una religión, la católica. Salvo esto, el texto podía haber sido escrito ayer, como respuesta a la falta de democracia en el país, a la inequidad existente hoy día, a la falta de oportunidades.
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–¿Es biografía o novela histórica?
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Novela histórica. El biógrafo y el novelista se parecen, sin embargo el novelista tiene libertades que el biógrafo no. Por ejemplo, yo escojo como narrador a una de las tres mujeres de Morelos, reconocida por él en las actas inqusitoriales pero que deja anónima para protegerla. La primera mujer fue Brígida Almonte, madre de Juan Nepomuceno Almonte, quien termina siendo ministro plenipotenciario de Maximiliano; es decir, todo lo contrario que Morelos.
“Sabemos que existió una mujer en Oaxaca, Francisa Pachita Ortiz. La decisión de Morelos de no dar el nombre de la tercera me da mucha libertad en el manejo del punto de vista del personaje.”
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Morir es nada
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Para Pedro Angel Palou, el punto de vista y el tono son centrales en Morelos: morir es nada. “Es una novela histórica construida a partir de la confesión de una mujer que amó a Morelos”. El autor decide llamar a esta mujer Jerónima.
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–Se expresa con mucha claridad, parece una mujer muy instruida.
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–Hay razones para eso. Cuando a Morelos lo cambian de su primer curato, en Churumuco, a Curécuaro, junto a Nocupétaro, el ex cura de ese pueblo deja una sobrina que le ayudaba en las clases de retórica; era una mujer instruida, no monja, no preparada de manera formal, pero sí por su tío. Eso le permite tomar la pluma, ser una gran lectora. Y en el caso de la novela, además puede hacer citas. Tiene muchos papeles de Morelos que ha recuperado.
De los hechos que no puede testimoniar, porque no estuvo en el momento (algunas batallas, por ejemplo, o el fusilamiento en Ecatepec), la mujer cita a otros personajes reales:
“Porque todos los personajes, salvo ella, están basados en documentación histórica. Por eso digo: me interesa la novela histórica siempre y cuando no mienta.”
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–¿Qué le quiere decir al presente mexicano haciendo estos libros sobre el pasado?
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–Primero, que los grandes perdedores de la historia tienen más que decirnos que los que aparentemente ganaron. Que ahí donde están las derrotas de la historia de México es donde debemos explorar nuestras deficiencias. Cuando fuimos a la primaria nos enseñaron una historia de triunfos pírricos.
“El 5 de mayo ganamos la batalla de Puebla, sí, y el 6 de mayo y todo el año tuvimos el sitio y luego un imperio francés. Los niños héroes, todos, se inmolaron. Nos enseñaron una revolución como un triunfo cuando en realidad no ganó ninguno de los verdaderos revolucionarios y terminó siendo una revolución de hacendados.”
En cambio, “si exploramos en los grandes derrotados sus razones y sus causas, como creo que lo hice con mucha justicia para Zapata, hay una visión de largo plazo para México que nos permite respondernos en qué nos seguimos equivocando”.
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–¿En qué nos seguimos equivocando?
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–Fundamentalmente en seguir importando un modelo de nación, en no reconocer que México es muchos Méxicos. No nos reconocemos en la pluralidad. Es un resabio de 70 años de priísmo en el que imperó la noción de un único país. Hoy estamos perfectamente conscientes de que hay muchos Méxicos, no sólo el México profundo de Guillermo Bonfil Batalla.
“Debemos estar conscientes de lo que el peruano José María Arguedas supo desde hace muchos años: no es posible vivir felices todas las patrias. Lo que queda claro es que no estamos y no podemos en este momento ponernos de acuerdo en los mínimos comunes múltiplos de esas patrias para vivirlas felices porque no somos el mismo México. Por que no es el mismo Chiapas, que el Distrito Federal o el Norte. Ese mito de unidad mexicana nos ha hecho mucho daño.

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