jueves, mayo 03, 2007

El invitado de siempre.

Paisajes de la Memoria (Diario Milenio 03/05/07)
Juan Gerardo Sampredro
Breve anecdoctario
Ha decaído mi estado de ánimo. No estoy viendo nada anormal en el ambiente, sólo que a veces uno no entiende las cosas. “De vez en cuando viene bien dormir”, dice el cantante argentino Piero en una de sus canciones. Y es recomendable hacerlo, sólo que a veces no se puede.
Hace tres años compré un departamentito atrás del Centro Escolar y eso me ha metido en un brete del que no salgo. Dicen los colegas de la terapia gestáltica: ¿por dónde entraste al problema? ¿Por dónde debes salir? Fácil: por donde entraste.
A veces uno sin querer, en efecto, se trae problemas. Me quita el sueño.
Ayer salí a caminar, a las seis de la mañana, al Parque Ecológico. A esa hora ya hay ahí mucha gente, muchos conocidos míos que hacen, como yo, un poco de ejercicio. Yo trato de caminar sin llevar a cuestas lo que me preocupa. Es lo mejor.
Estoy por terminar el reportaje bien documentado que publicaré en estos próximos días, sobre un hecho que llamo vergonzoso y que (es mi obligación) debo dar a conocer un tanto por quienes han pasado por lo mismo, por quienes están pasando lo que yo y por quienes están más que expuestos a pasar por las mismas molestas circunstancias.
Ya no quiero pensar en estas cosas. A veces me pregunto qué puede pasar si dejo todo como está. Pero no: es lo mismo que hacerme cómplice de la corrupción y de la impunidad. Como mucha gente, reuní durante algunos años poco a poco, un ($) con la idea de comprarme una vivienda propia. Busqué algo céntrico y así fue como caí en las manos de unos verdaderos maleantes.
No podría, lo digo de verdad, quedarme callado aunque me hubiesen quitado veinte pesos. Nadie tiene derecho a despojar a nadie de lo que con su honrado trabajo ha reunido. El departamento que adquirí ante notario público y supuestamente en regla, tiene un embargo. Yo no elegí al notario. Me llevó quien me ofreció el inmueble. Pero yo confié en la figura del notario quien me aseguró que todo —todo— estaba en regla. Ya documentaré adecuadamente las faltas y omisiones en las que incurrió el notario para favorecer a un terrible agiotista de pésima fama a quien, por supuesto, yo no conocía. Pero yo, tonto e ingenuo de mí, me dije: “ante un notario no pueden transarte”. ¡Ja!
Iniciaré próximamente un juicio civil solicitando que se anule el contrato. He de decir que el notario público me ha extendido dos actas de compra-venta (se le olvidó que me proporcionado una antes) y que una difiere mucho de la otra, lo que quizá demuestre el dolo.
He de seguir caminando por las mañanas rumbo al Parque Ecológico. No puedo dormir a veces, temo perder mi patrimonio por la complicidad de un notario con un agiotista sin principios que actúa echando mano de sus prestanombres. Ellos sí pueden dormir. Su conciencia está muy tranquila.
Mañana estarán cerrando otros trámites. Yo me voy a caminar.

No hay comentarios.: