lunes, abril 30, 2007

Introspección LVIII.

Quisieras nuevamente ser niño y no volver a cometer el error de abandonar la infancia. Ahí eras feliz. No te interesaba otra cosa, sólo ser feliz, sonreír y ser sincero. Ahora, lo que antes era costumbre es ausencia, necesidad.
Cuando niño entendías por amor, ver a tus padres juntos, saber que tenías amigos, un nuevo juguete cada navidad y reyes, dinero bajo la almohada o en una esquinita cuando se te caí un diente y venía el ratón que se los llevaba para hacer sus muebles con uno de los dientes que habías perdido. Amor era siempre tener una sonrisa en tu cara para ofrecer y hacer reír al otro. Nadie te advirtió que el dolor viene dentro del paquete del amor. Jamás te dijeron que amar a una mujer también es garantía de hacer nace un nuevo mar con tus lagrimas. Y por supuesto nunca tuviste quien te advirtiera de la muerte.
Solo fuiste aprehendiendo y aprendiendo.
Hoy quisieras seguir con tu cara recargada en el hombro de tu abuela, la siempre sabia y tu cuerpo descansando en ese sillón olor-salud y preguntarle cómo se le hace para volver a encontrar el amor en una mujer contemporánea a ti, te gustaría platicarle de las cinco relaciones de las aprendiste a perder, a ganar y a querer. Morirías por describirle a tu anciana consentida cómo conociste y cómo es esa mujer que para ti es la asemejación a la luz que Dante encontró al llegar al paraíso. Morir. Muerte. A tus dieciséis entendiste que la muerte significa permanecer frío hasta que te coman los gusanos o te cremen y te conviertas en cenizas, entiendes que a eso has venido a morir, que nada de lo hagas importa. Sufres en vida y después cobrarás facturas, otros sufrirán lo que tú. Ausencia es la herencia que dejarás.
Pero hoy y hasta que otra cosa no pase, quisieras que esa mujer de piel clara te permitiera caminar a su lado, conocer sus miedos y poco a poco deshacerse de ellos, porque también son tus miedos. Al menos el camino hacía la muerte sería ameno y agradable, si ella aceptará estar a tu lado.
Escribir. Morir. Desear. Soñar, de nada sirven si no tienes con quien compartir.

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