jueves, marzo 29, 2007

Sampe y su pasión.

Paisajes de la Memoria (Diario Milenio-Puebla 29/03/07)
Juan Gerardo Sampedro
De mi colección privada.
Como el lector lo sabe porque aquí mismo lo he dicho, me encuentro recopilando una serie de exempla modernos que tienen que ver con los temas de la página roja. Éste es otro más con una especie de preámbulo. Un vándalo, según el diccionario Salvat (T. 20) es quien “comete acciones o profesa doctrinas propias de gente cruel e inculta”. Vándalo también se refiere al individuo perteneciente a un pueblo germánico oriental, procedente de Escandinavia.
En la Edad Media la figura del agiotista (y del vándalo) fue severamente condenada por la Iglesia, ya que quien se entregaba a esta insana práctica robaba a Dios porque, como lo explica Le Golf, “el tiempo es de Dios, no de los hombres”, y el usurero atesora lo que a los demás pertenece. ¿Cuál era la concepción de la usura medieval?: es un monstruo de mil cabezas pues es en primer lugar robo, “avaritia”. Y para concientizar a la gente de que no cayera en esta práctica, la Iglesia incluyó en el sermón los exempla, relatos breves que condenaban a los usureros.
Esta historia tiene que ver con la acción de un usurero y un notario en agravio y daño de un tercero. ¿La ley no tiene forma de reglamentar esta aberrante y fácil forma de “ganarse la vida”? He aquí el exempla: “Señor, dixéronme de un omne que siendo niño robábale las gallinas a su madre para dexarlas en venta a plazo e sacar con ello ventajas redituables. Ya adulto estudió leyes para entender mejor cómo quitarle a la gente sus pertenencias. E se fizo vándalo e encontró forma fácil: dijo seré usurero así como otros quieren ser panaderos. E prestaba tontos trece mil pesos y al rato, interés sobre interés, se adjudicaba viviendas, autos y demás. Él se llamaba Rentoill e tenía dos prestanombres: Carol e Nancy, dos amigas sin conciencia, como él. Se adjudicaba propiedades a diestra e siniestra hasta que fue denunciado por sus ilícitas prácticas que llevaba e efecto a través de un notario que fue su cómplice en muchas transacciones. El agiotista solía llamar “negocios” a sus tranzas. E fizo muchas. E su notario se llamaba Henry y era como un muñeco de cuento de terror e daba fe sin constancia alguna de las fechorías del agiotista. E amenazaban a las víctimas e nadie osaba tocarlo porque alardeaban de su poder ilimitado. Así vendiéronle a un pobre omne que había reunido con sacrificio el monto solicitado, un departamento luego de haberlo obtenido despojando a una familia del inmueble. De todo tenía documentos el omne defraudado, quien pronto dio a conocer el vergonzoso caso a los medios mediante un reportaje que fue balde de agua fría, ya que se trataba de un notario de apellidos dizque de abolengo. Y el pobre omne defraudado los hizo responsables de lo que pudiera ocurrirle ya que lo habían amenazado y dejó por escrito la recomendación al agiotista que si quería dinero fácil fuera a Elektra, porque ahí sí se lo dan como de rayo, como lo dice el comercial, pero que él iba a defender a toda costa y contra todo lo que era suyo. Y se cuenta que el agiotista volvióse medio orate y que se adjudicó él solo la Catedral y el Teatro Principal y que los quiso vender, pero que no prosperó su plan. E se quedó loco y hablando sólo e de dinero”. Esta historia aún no tiene fin. Comienza fuera de la ficción.

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