sábado, marzo 10, 2007

Introspección XXXIII.

Por dónde empezar un texto que no sabe cómo y por dónde ir, quizá por una idea, aunque sea absurda. Dicen que las grandes cosas son producto de pensar idioteces. Pero, quizá, lo más viable sea no pensar en nada. Liberarme de toda presión.
En un rato, espero poder terminar por fin Los Detectives Salvajes del entrañable y hoy occiso Roberto Bolaño. Una novela que me duró mucho, pero sin duda la he disfrutado enormemente. Estoy convencido que es un libro ya icono de de la literatura latinoamericana.
Este domingo, saldrá mi segunda columna en el suplemento cultural: Laberinto del Diario Milenio-El Portal de Veracruz. En ella concluyo con el libro de Nabokov: Curso de Literatura Europea (Ediciones B, 1987) y también hablo de Leer y Escribir (Debate, 2002) de V. S. Naipaul, ambos libros, estoy convencido son aptos para obtener un acercamiento a la literatura, ya que ambos, abracan las dos perspectivas: lectura y escritura.
Mañana comienzo con Italo Calvino y su libro Seis propuestas para el próximo milenio (Siruela, 1998). Un libro necesario para comprender el Manifiesto del Crack y para tener un respaldo más de análisis de la literatura de nuestros tiempos.
A medio día, me acordé de su nombre. Corto y limpio.
Cirlot aún no llega, Bronwyn se resiste. Quiere ser igual de inalcanzable conmigo como lo fue para Juan Eduardo.
Todos tenemos una Bronwyn. Pero ya no se hará mejor ciclo poético que el de Cirlot.
Quisiera decirte que últimamente me robas el hambre y te conviertes en mis insomnios, pero no me atrevo, quizá es tu belleza o tu sonrisa cristalina, lo que me aleja. No merezco tanta belleza.
No se puede empezar un texto si no se sabe comenzar a vivir. Eso es la escritura. A veces algunos estamos destinados a escribir buscando algo sin saber qué y cómo. Es nuestra cárcel, producto de la timidez para afrontar la vida y atreverse al fracaso en pos de una victoria.

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