sábado, septiembre 09, 2006

Benditos sean los niños.

Un fragmento hermoso, cortesía de Ignacio Padilla en su glorificante novela La Gruta del Toscano:

Algunos viejos, Milena, recuerdan su juventud con más claridad que lo que hicieron el día anterior. Pasang Nuru era casi un niño cuando ayudó al capitán a descubrir la Gruta del Toscano, y un niño sabe lo que en verdad importa. Un niño lo registra todo, lo ve todo, lo guarda todo en un rincón de la memoria donde los años no conseguirán tocar lo esencial.

viernes, septiembre 08, 2006

Introspección VII

Bueno la incertidumbre se acabo. Lejos quedaron los puntos suspensivos. Calderón será presidente de México, lastima. Ojalá y no sean otros seis años de gobierno ficticio como en el sexenio que está por terminar.
También mi particular espera se ha terminado. El dictamen se dio y mi nombre no aparece entre los seleccionados para pertenecer a la generación 2006-2007 de la Fundación de las Letras Mexicanas. Seguramente no compré el cachito correcto con el cual podría obtener el premio. Hay unos que están hechos para ganar premios, otros no.
Yo sólo se leer y supongo escribir, eso intento.
Las letras por si solas deben defenderse, probablemente mis textos no fueron suficientes para obtener una beca peleada por muchos o quizá no supe explicar mi proyecto, cualquiera que sea el caso, indica dos cosas: me falta para destacar o no sé expresar en escrito por qué escribo y/o para qué quiero escribir, todo lo anterior, señala una laguna, un vacío. Habrá que mejorar.
Será para la otra, si es que lo vuelvo a intentar. Por lo pronto hay una carrera que debo terminar y dedicarle el debido y correcto tiempo.
Y sí, el Silvio sigue cantando en mis oídos ese maldito pinche trozo de canción: soltar todo y largarse, (…). Con amores fugaces e inolvidables, con parasiempres grávidos como espuma. (…). …y soñando que un día serás poeta.
Siempre soñando. Siempre atesorando. Siempre llenando mi cuarto, mi vida, las fotos y demás de un invariable e interminable número de quizás. Anhelos de lo que pudo ser. Deseos por cumplir hartos de ser seguidos por una orgía inacabable de la palabra pero.
Y sin embargo, aquí estoy muriéndome día con día. Ya rato tiene que un doctor me dijo: bájale tu consumo de coca-cola. No lo he hecho, ni lo haré. Probablemente sea lo único coherente y/o poético que tengo en vida. Mi forma de ser, tal vez ésta sea la verdadera poesía, la gran novela. Y lo que acostumbro escribir sin estructura, violando las reglas de la redacción, sólo sean palabras y más palabras aventadas al ahí se va por unas manos desesperantes, flacas, tristes, jodidas, más hueso que carne que sólo intentan expresar aquello que mi boca no sabe, no quiere o no puede decir. Las entrañas no son literatura para leerse o ser publicada, son simples sentimientos emanados de un idiota que necesita un psicólogo quizá un psiquiatra o por qué no: un doctor corazón.
Y sí, no tengo nada que ocultar. El resultado de la beca me afecto ¿a quién no le afectaría? Empero, me hizo enfrentarme. Se necesita cabeza fría y es hora de tomar algunas decisiones. La primera es sacar cuanto antes la carrera, ya estoy harto del maldito Collhi retrograda de mierda. Me purga de sobremanera la Lingüística, me molesta, no la tolero y cada día me ahogo en ese colegio, por ende debo concentrarme en el estudio y seguramente acabando septiembre deje de realizar mi columna para el Diario Cambio, quizá aguante a cumplir mi segundo año y así cerrar el ciclo. Estoy seguro que no pasará nada si la dejo de escribir, a nadie le afecta más que a mí. Pocos la extrañaran, esos pocos son amigos y familiares. No faltará quien venga a reclamarme, reprocharme o acusarme de no hacer nada con seriedad o disciplina, o de que esto es pinche capricho de mierda. Que recen y digan misa. ¡Me vale!
Seguramente sólo la extrañaran mis amigos, mentores y admirados escritores del Crack y otros más también escritores y/o poetas, verdaderos escritores. No aprendices como yo.
Apuesto que festejarán toda esa comitiva de “grandes escritores de Puebla” porque ya dejará de escribir el más ignorante de los seres quien nunca debió atreverse a publicar una columna. Habrá algunas voces que me dirán: “te lo dije y te lo advertí tenías que haber movido palancas”. Simplemente no creo eso como el camino más viable para lograr aquello que para mí simplemente es sagrado. Respecto el arte de leer y de escribir. Estoy convencido de que las palancas, si se usan, son para otras cosas más cotidianas, rutinarias y aburridas.
En fin, este blog seguirá siendo el espacio para quejarme del mundo y mostrar mis entrañas, hasta que exista un valiente que las fría o la coca-cola firme mi acta de defunción.

domingo, septiembre 03, 2006

Introspección VI.

Los grandes libros nos rechazan hasta que nos sientes dignos de ellos o hasta que, resignados, comprenden que jamás estaremos a su altura
Rodrigo Fresán. El virus del Quijote. (Algunas esporas).
1er número revista Revuelta.

Las novelas acostumbran a doler, siempre y cuando estén bien escritas o dan en el punto clave. Una buena novela logrará identificarnos a como de lugar. Hay escritores atrevidos que salen a buscar al lector, lo enfrenta, lo llevan y lo traen por donde quieren, pero existen aquellas obras esperanzadas en ser encontradas por el lector ideal.
Empero, hay obras que sólo buscan desmitificar, ser constancia de los hechos, tal vez testigo de lo ya sucedido u ofrecer otra versión de lo ya dicho y sin querer acaban lastimando y penetrando más de lo esperado. Haciendo el doble efecto: provocar el sentimiento y la reflexión.
Eso me paso con Zapata de Palou, la más reciente novela del escritor afortunadamente poblano y perteneciente a la generación del Crack. Inevitable me fue no identificarme con un ser al que se le dio una responsabilidad que nunca eligió: hacerse cargo de unas escrituras, casi sagradas. Y así, solo, es como empezó su camino en una revolución que prometía mucho para México y acabó siendo lo mismo. Hasta la fecha siguen vigentes los reclamos de Zapata; la dignidad del indígena mexicano, el mismo que siembra las escasas tierras. Antes optaban por ir a la ciudad en busca de un mejor modo de vida, ahora tienen que librar un largo camino para cruzar la frontera y llegar a los Estados Unidos, el objetivo, el mismo: una mejor calidad de vida.
Zapata murió solo. No había gente capaz de entenderlo. Tantito por su cerrazón y timidez, pero también por la falta de visión del otrora.
Esta lectura nueva que nos Palou sobre Zapata me viene a recordar al “Che” Guevara, ambos hasta la fecha son unos íconos vigentes, sus peleas de cierta forma eran parecidas por no decir iguales: dignidad del indígena mexicano en el caso del primero y dignidad del latino en el caso del otro, pero también buscaban cambiar las instituciones, darle voz a los que siempre han permanecido en el olvido y una igualdad de la sociedad donde la diferencia entre educación y nivel económico no fuera tan abismal en el peor de los casos o inexistente. Ambos en cierta forma odiaban ocupar algún cargo en el gobierno, no les gustaba la política burocrática, preferían el campo de batallas: a veces eran con armas y otras a través del discurso ya escrito, ya hablado. Y por último siempre eran perseguidos por las fuerzas nacionales del gobierno en turno, nadie pudo atraparlos, si no hasta que ellos sintieron que ya era hora. Sabían que tarde o temprano iban a morir ya por la vía natural, ya por la vía de la pelea por los ideales, escogieron la segunda, no para ser héroes, más bien en pro de una coherencia con sus sentimientos, pensamientos, por amor propio.
Y esta novela me dolió por mi admiración al “Che” Guevara, pero también por una revaloración de un personaje no tan apreciado –ello no demerita sus estudios y demás parafernalia alrededor-, pero precisamente es eso la diferencia entre lo ya dicho y lo ahora escrito por Pedro, nadie lo había abordado de tal forma. Es mas, nadie se preocupo por el humano que fue, es y era Zapata.
Me calo probablemente por la soledad que siente ahora y me identifique con Zapata. También por los tiempos políticos en los que se encuentra México. Las peleas por encima se dirían son las mismas, pero en el fondo el arrastre histórico de los problemas no resueltos o abordados a medias siguen pesando aun, a casi ya 100 años de distancia.
Ambos se dejaron morir físicamente. Mentalmente ya habían muerto cuando perdieron a sus allegados en la pelea, a familiares y demás. Cuando se dieron cuenta que todo ello era una batalla interminable, se trataba de matar al monstruo de las mil cabezas y que en el camino probablemente se convirtieron también en asesinos, matando a todo aquello que oliera a enemigo. Pero héroes, mártires, asesinos o simples guerrilleros, habrá que estarles agradecidos por hacer suya una lucha y responsabilidad que no les pertenecían y poner el dedo en la yaga. Abrirla. Mostrarla. Evidenciarla.
¿Ahora quién será el valiente que se atreverá a curarlas para buscar su pronta cicatrización?