viernes, septiembre 01, 2006

Introspección III.

Estar sentado en una noche de nervios esperando a no se quién y por qué. Los fantasmas inclusive se han cansado de velar todas las noches y han preferido ir a dormir, me siento solo. Me siento por primera vez.
Mi estomago se revuelve como si por dentro se desarrollara una revolución o una marcha política exigiendo el voto x voto, casilla x casilla. Pero aquí no hay un microbio, virus, célula o lo que sea capaz de reprimir esa revolución, vaya ni siquiera de dialogar, por ello avanzan como manada arrasando todo a su paso. Es como si estuviera enamorado, sólo que en lugar de mariposas lo que siento son urracas que desesperadas gritan, nadie las escucha. A nadie le importan.
Ayer por la madrugada empecé a leer Zapata la nueva novela de Palou – siempre me he preguntado a qué hora escribe o a qué hora se dedica a vivir mi querido mentor y amigo como cualquier humano -. Lo que llevo es impresionante. Un Zapata no sólo humano sino verdaderamente inesperado. Sufro cuando lo leo y me enamoro más de la imagen que tiene Zapata en este México que aún pelea por aquello por lo que murió el caudillo de Morelos. Un Zapata solo y siempre lo será así. Los héroes como los escritores e intentos de ambos, siempre están rodeados pero solos. Me viene a la memoria fragmentos de Carta a Francia de Delgadillo quien escribe y canta para tanta gente y se pregunta si en verdad están con él, si comparten lo que dice. Todos tenemos esas dudas. Siempre lo pienso y así me siento cada que voy a dormir en un cuarto no pequeño, pero si inmenso para mi, lleno de tantos recuerdos unos sin compartir y otros ya parecen canción trillada. Un cuarto propio es un mundo donde se puede vivir a gusto, pero solo. Nadie alcanzará a descifrar lo que queremos decir y unos cuantos no le darán el significado que esperamos. El recuerdo dicen es una forma de vivir. Mentira. Es una forma de no vivir, los recuerdos duelen y no permiten avanzar. A veces llego a pensar que los enfermos de Alzhaimer son dichosos, luego recapacito y sé que he exagerado en ese pensamiento, porque desgraciadamente sin los recuerdos no somos nada. Por eso las fotos, las amistades, el escribir, queremos dejar huella, queremos que nos recuerden. Sólo nos puede permitir permanecer vivos aunque nuestro cuerpo ese siendo consumido por gusanos.
El escritor sólo sabe escribir. Es solitario y también nómada. Se acostumbra al ruido porque se sabe no parte de ese escándalo. A nadie le importa la vida del escritor, pero curiosamente es buscado y a veces tratado como todo un rockstar. El escritor sabe que a nadie le interesa saber lo que piensa, siente, ama, odia, desprecia o ignora, empero escribe y tiene la osadía de publicar. El leer y el escribir es la cosa más patética del mundo es un oficio para gente sola y sin vida, sin amigos, tal vez sin nadie a quien amar y busca en cada página eso inexistente en vida.
El mundo es raro, los lectores y escritores pertenecen, pertenecemos, a un mundo bien visto y para algunos es inclusive inalcanzable. Es curioso los que leen y escriben, tienen el don de sentir más al mundo, de parecer gente que vive y piensa. En cambio, los que viven su vida, parecen zombies.
Que importa lo que escriba, diga o piensa. Tal vez no lo hago yo, sino un señor que se divierte conmigo, soy su muñeco de acción. Ya lo dijo Sabines y lo recuerda de otra forma el amigo y también mentor Nacho Padilla: Vivimos desde hace siglos en el laboratorio de Dios.
Somos simples marionetas con sentimientos.
A todo esto sigo como Sabina esperando a ver si amanece por fin. Esperando a la chica de mis sueños. No importa que en la espera quede con la frente marchita. La poesía es mi única amante y compañera eterna. Mi condena perpetúa

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